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Educación, trabajo y medios de comunicación
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 508 [2013-05-02]
 

Las teorías sociológicas sostuvieron que la educación superior y la posición ocupacional mantenían una relación positiva. En textos recientes hemos señalado que la relación entre la educación y el trabajo ha cambiado mucho en el país, a raíz de las distintas crisis económicas que se han enfrentado y del modelo de desarrollo, que transformó al Estado educador en Estado evaluador.

Hoy vemos que hay un desempleo profesional marcado porque el mercado no genera suficientes empleos decentes para quienes estudian una carrera. Además, los títulos adquiridos no garantizan que los de mayor educación cumplan exitosamente con los requerimientos laborales exigidos por las grandes empresas. Así, hay quienes ya no desean estudiar porque sin quemarse las pestañas demasiado pueden obtener ingresos en el autoempleo.

¿Qué pasó, entonces, en el mercado de trabajo? Cambiaron los patrones de valoración de los trabajadores y la escolaridad perdió fuerza. En su libro sobre la cultura del nuevo capitalismo, Sennet (2007) indica que “ la nueva economía tiene una profunda influencia moral y normativa” sobre la sociedad. Se manifiesta en el mercado de trabajo y éste tiene expresión moral sobre las instituciones, sobre los modos de selección de los trabajadores. Son valores que incrementan el individualismo y buscan imponer criterios formativos en las escuelas. En las instituciones de educación superior han marcado la competencia por los puntos y por los rankings, alimentada por el llamado capitalismo académico (Slaughter y Leslie, 1999).

El cambio en la forma de valorar lo que uno hace ha ocurrido junto con la irrupción de las tecnologías de la información y comunicación en el trabajo y en la vida cotidiana. Atención especial en los asuntos educativos merece la televisión, (Sartori,1999), por su influencia en los valores familiares, pero también en el plano político y cultural, como bien lo hemos vivido los mexicanos a últimas fechas.

La televisión en nuestro país ha auspiciado todo tipo de valores, muchos de ellos relacionados con la violencia y la desintegración social. Quienes controlan los medios controlan los valores y controlan a las personas. Más aún, las televisoras han jugado con la posibilidad de destruir mucho de lo que siempre hemos creído como pueblo, han querido dejarnos sin memoria, o con una memoria a modo, reeditando la historia. Han querido hacernos creer lo que las elites que manejan la televisión quieren que creamos. Por su influencia, desde el Estado, hay que conducir el papel educativo de las televisoras y hacerlo más plural.

En la sociedad mexicana actual hay cuestiones esenciales para llegar a un cambio social de fondo, que tocan el plano de la cultura y la ética, la moral social. Cambio en el que el Estado necesita adoptar una organización y un funcionamiento distintos a los que ha tenido en los últimos lustros, no sólo para conducir las reformas, sino para dirigir los medios materiales y virtuales orientados a mejorar el bienestar de las grandes mayorías y forjar la nación de este siglo.

El gobierno actual ha iniciado tres reformas: educación, trabajo y medios de comunicación. Cada una tiene complejidades extremas. Las tres están relacionadas. Para que tengan éxito hay que realizarlas en conjunto, porque sus intersecciones pueden representar un cambio de la magnitud que hemos esperado en México. Sí triunfan o fracasan van a alterar la vida de todos nosotros.

Los procesos educativos que se desaten tienen que ir cargados de nuevos valores, de una nueva ética, académica y social, que sea convincente. La educación requiere integrarse en un proyecto en el que las instituciones escolares marchen junto con la familia, los medios electrónicos y las nuevas tecnologías, junto con las empresas y el ámbito del trabajo. Requerimos un proyecto nacional para que la sociedad le dé vuelta a la página.

Aparte. Me piden que los textos se manden al Suplemento casi una semana antes de su publicación. Hoy es viernes 26 de abril y no sé qué va a pasar en la UNAM. Sí sé que los académicos no podemos quedarnos sin actuar como en 1999. Es hora de levantar nuestras voces y de manifestarnos. De marchar codo a codo con el Rector José Narro. No se puede permitir que dañen lo público con absoluta impunidad, que tengan secuestrada a la Universidad y que los fines sean políticos. Sí no nos movemos vamos a perder lo avanzado en una docena de años. No es justo que un puñado de encampuchados nos pongan en jaque cada vez que se les antoje. Este asunto tiene un límite y ya lo rebasaron.


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