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Expectativas y escepticismo ante la reforma educativa
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm. 494, pp.11 [2013-01-17]
 

Como sucede en casi todos los principios de año, las esperanzas y los buenos propósitos son los elementos que guían las aspiraciones de las personas por tener un mejor futuro. Esta situación se generaliza y no sólo pasa enre los individuos sino también para entre los grandes colectivos y las naciones. En México, el inicio del 2013 también marca el arranque de un nuevo gobierno que tomó posesión el mes pasado. Sigue habiendo todavía algunos nombramientos de funcionarios en los diversos organismos gubernamentales, aunque los que encabezan todas las secretarías y entidades más importantes, fueron designados poco después de la toma de posesión del actual presidente. De esta forma, el inicio de un nuevo año y una nueva administración federal proveniente de un partido distinto al que estuvo en el gobierno durante los pasados dos sexenios, es también la ocasión para renovar las esperanzas y expectativas de que el nuevo gobierno priísta sea capaz de revertir las graves situaciones en que la administración calderonista dejó al país. Entre ellas se ha destacado la reforma al sector educativo, específicamente en lo que se refiere a la educación básica. Del nivel superior todavía no ocurre ninguna propuesta de reestructuración del estado de cosas actual.

Como se ha reiterado en los medios públicos y académicos, los indicadores de aprovechamiento, tanto nacionales como del extranjero, señalan la existencia de grandes deficiencias en la formación de los estudiantes de educación elemental. A esto se agregan, los controvertidos resultados obtenidos en la evaluación de los maestros de educación básica. Más aún, la magnitud del rezago educativo sigue sin reducirse de manera significativa. La deserción, sobre todo en secundarias, es todavía alta. Ello indica que la escuela actual no ha sido capaz de retener a muchos de sus estudiantes. Peor todavía, para una franja importante de estudiantes del nivel en cuestión, la escuela no les proporciona los elementos y herramientas que les permita entrar al mercado laboral o seguir estudios más avanzados. Esta situación reclama de manera urgente un golpe de timón que revierta las enormes fallas y limitaciones en la formación de los estudiantes y la formación de los profesores.

Por supuesto que la solución a este problema no se dará de la noche a la mañana. Se requerirá del esfuerzo conjunto de todos los actores involucrados: autoridades, maestros, alumnos, padres de familia, entre otros. Es bien sabido que para la actual dirigencia del SNTE, la reforma aprobada por los diputados y senadores—y que actualmente se halla en proceso de aprobación en los respectivos congresos estatales—no ha sido del todo la que quisieran. Aunque, en este sentido, la cúpula magisterial no se ha opuesto abiertamente a la nueva ley, sino que más bien se ha mantenido cauta. Pese a que la propuesta enviada por el ejecutivo a las cámaras contó con el voto favorable de la mayoría de los representantes de los distintos partidos políticos, todavía no es posible prever la magnitud de la oposición que pueda llevar a cabo el SNTE—más allá del discurso de que trabaja por elevar el nivel de calidad de la educación en México—una vez que los cambios empiecen.

Por otro lado, algunos aspectos de la reforma como la autonomía de las escuelas implicará una reorganización a fondo de la estructura burocrática de la SEP para agilizar la provisión de recursos a las más de 200 mil escuelas que hay en el país. La evaluación de los maestros es, sin duda, uno de los elementos más difíciles de echar a andar. Si se determina que sea el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) el que realice el proceso de manera rigurosa y transparente, obviamente los involucrados (SEP y SNTE) deberán comprometerse a cumplir puntualmente los dictámenes que emita la entidad evaluadora.

Es de esperar que el próximo programa educativo sectorial proporcione detalles claros de la fundamentación, metas, objetivos y programas específicos de la estrategia para transformar la educación.

Por todo esto es que la reforma educativa del presente sexenio se recibe con expectativas y escepticismo. Por el lado de las expectativas, está el que los cambios propuestos puedan mejorar realmente la enseñanza pública y que en ella los alumnos reciban una formación que les provoque un interés permanente por el conocimiento, les permita continuar en el sistema educativo y les sirva para obtener un empleo digno. Del lado de los escepticismos, está por ver si los planteamientos del nuevo gobierno contarán con la voluntad política y el apoyo financiero suficiente para vencer los obstáculos de tipo político y económico que han impedido desde hace ya varias décadas, contar con una educación básica del mejor nivel, que propicie un mejor desarrollo de las personas y del país en su conjunto. Aunque las previsiones económicas para el mundo durante este 2013 no son las más promisorias, sigue sólida la esperanza en que el compromiso de los actores del sistema educativo lleve a la verdadera transformación de la educación mexicana.


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