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12 de octubre: día para celebrar la tradición hispánica de nuestras universidades
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm. 482 [2012-10-11]
 

En España el día 12 de octubre es fiesta nacional. En esta fecha se conmemora el descubrimiento del continente americano por parte de Cristóbal Colón, en 1492. Ese día, el navegante, supuestamente genovés, desembarcó en un territorio del que tomó posesión en nombre de los Reyes Católicos. Si bien Colón creyó que había arribado a la India hoy sabemos que a partir de entonces se inició el contacto entre Europa y América.

El término hispanidad es antiguo, tanto que aparece en textos que datan del siglo XVI para dar cuenta de “lo perteneciente a España”. Más tarde, referido a la fiesta nacional de España, se le empleó en sustitución de la palabra “raza”, para hacer referencia de la unidad de España y América del Sur. En el contexto de una fiesta española su significado alude a la celebración del legado cultural y étnico que los españoles dejaron en nuestro continente: su lengua, su religión y su sangre. No hay que engañarse: el 12 de octubre es una celebración en cuya base se encuentra la imposición de una cultura (la española) sobre las otras (las originarias).

Pero, 520 años después de lo sucedido ya no es tiempo para que los hispanoamericanos nos lamentemos por lo perdido. Tantos años han pasado que hoy nuestra identidad y cultura están ligadas a las de España. Entre las tantas cosas españolas que hemos hecho nuestras y recreado se encuentra la institución universitaria. Los primeros universitarios en el continente americano fueron españoles y ellos fueron quienes, apoyados por la Corona española, fundaron las primeras universidades hispanoamericanas.

La universidad de México fue fundada en 1551 y en 1562 Felipe II concedió a esta casa de estudios todos los privilegios de la de Salamanca. La marca cultural y fundacional de esta universidad europea dejó marcas indelebles sobre las nuestras. Esto es algo que a veces se olvida y que lleva a realizar comparaciones impertinentes con universidades que, por su origen y desarrollo cultural, son diferentes. Muchas veces se hacen comparaciones entre lo que no es comparable.

En la génesis de la universidad salmantina, como en de la mexicana, se conjuga el doble carácter de ser Real y Pontificia. Entre otras cosas esto significa que los valores de la religión católica tuvieron una influencia decisiva en el carácter académico de la institución y que, por ello, en estas universidades se ponderan los sentimientos y responsabilidades comunitarios, el pensamiento humanista y el predominio de las prácticas escolásticas. Más allá de que con el paso del tiempo la ahora llamada universidad latinoamericana se haya forjado conforme al modelo universitario francés y que contemporáneamente esté buscando fomentar el interés científico y el empirismo, las raíces y tradición cultural de las universidades de Latinoamérica se encuentran en la hispanidad, en la cual tiene un profundo arraigo la ética de la religión católica.

El descubrimiento de América representó el preámbulo de la tensión y rivalidad entre la cultura hispana y la anglosajona. La tensión y la rivalidad se han mantenido y desarrollado por siglos y, en los tiempos que corren, el poder está del lado del pragmatismo. Hoy resulta imperante para quienes pertenecemos a la tradición hispana reflexionar en cuáles son las raíces que queremos y debemos conservar y nutrir y cuáles debemos abandonar y/o cambiar.

No debe extrañar que en las clasificaciones de universidades, o rankings, internacionales no aparezca ninguna universidad de habla castellana. Generalmente, estas clasificaciones se elaboran de acuerdo con metodologías que incluyen criterios e indicadores que no corresponden con la tradición hispana y que no incluyen ni valoran los aspectos en los que las universidades latinoamericanas pueden destacarse. Lo cierto, es que estas listas y clasificaciones han contribuido a demeritar pública e internacionalmente la calidad e imagen nuestras universidades y, si acaso, a ponderar a las universidades brasileñas como las mejores del subcontinente. En Brasil la primera universidad se fundó en el siglo XX ya sin la marca colonial y con una vocación pragmática.

Olvidemos los rankings y, en cambio, dialoguemos acerca de lo que necesitamos y podemos hacer para construir y proyectar nuestras universidades como instituciones de alta calidad, sin perder nuestra vocación y nuestras especificidades. Mi sugerencia es que, cuando menos los universitarios, convirtamos el 12 de octubre en un día para celebrar la hispanidad de nuestras universidades y para recordar que nuestra historia nos compromete con la responsabilidad de configurar y evaluar nuestras instituciones sin olvidar que están llamadas a fomentar la vida comunitaria y a colaborar de manera integral a la solución de los problemas colectivos y a la mejora de la calidad de vida, sobre todo de los sectores más postergados de nuestras sociedades.


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