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El ranking del foro consultivo científico y tecnológico
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 454 [2012-03-15]
 

El Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT) intenta precisar el desempeño de las entidades federativas, así como el nivel de productividad científica alcanzado por algunas instituciones. Una labor deseable, meritoria e importante. Sin embargo, no es lo más afortunado llamarle “ranking” al trabajo que realiza, aunque resulte mediáticamente tentador. La ley de ciencia y tecnología establece que el FCCyT es un “órgano autónomo y permanente de consulta” del gobierno federal y del poder legislativo. El Foro se creó en 1999, con la idea de abrir un espacio de expresión a los investigadores. Aunque, en realidad, la actual denominación y composición del Foro se deben a la reforma normativa del 2002.

El Foro, además, puede sugerir acciones prioritarias, cierta orientación del gasto o expresarse en torno a las disposiciones normativas e incluso valorar la eficacia e impacto del programa sectorial. De hecho, buena parte del trabajo del organismo, una treintena de publicaciones, se ha concentrado en realizar el análisis de diferentes materias, así como diagnósticos y propuestas para su posible integración en los programas sectoriales.

Sin embargo, a pesar de que la ley, estrictamente, no le reserva al Foro funciones sobre estudios cuantitativos del sector, pareciera que el propio organismo considera que son necesarios para cumplir su labor de consulta. Al menos, desde el 2008 se ocupa de los datos del sistema científico y tecnológico. En el 2009 publicó lo que denominó “Estadísticas de los sistemas estatales de innovación”, en donde se incluyeron algunos de los principales datos de las 32 entidades federativas. Una publicación relativamente similar a la que Conacyt difundió en 2006, denominada “Estado del arte de los sistemas estatales de ciencia y tecnología”.

Al final del año anterior, el Foro dio un paso más en el tratamiento de los datos y publicó lo que denominó: “Ranking nacional de ciencia, tecnología e innovación. Ranking de la producción científica”. Un documento con un diseño peculiar: una mitad invertida, con un color y tratamiento diferente, para diferenciar los dos tipos de ranking que reúne en sus páginas.

Un ranking, como se sabe, es básicamente una tabla de posiciones. Usualmente un ordenamiento o clasificación de mayor o menor y que generalmente permite establecer criterios de valoración. El furor por este tipo de ordenamientos persiste en la mayoría de las naciones y ha sido comandado por la alta competitividad de las universidades de investigación, en la búsqueda de establecer referentes y diferenciar prestigios en el conjunto de instituciones.

Toda una historia el tipo de ordenamiento, los indicadores, la competencia entre universidades, el ingreso, el cambio de posición o la salida de los ranking internacionales o nacionales, como en estas mismas páginas de Campus lo ha documentado Roberto Rodríguez.

Sin embargo, en el caso de un sistema nacional de ciencia y tecnología y de la actividad que desempeña ¿tiene sentido hablar de ranking? No parece apropiado, sobre todo por el relativamente reciente dispositivo institucional en las entidades, las asimetrías y contrastes socioeconómicos que caracterizan a México y porque el nivel comparativo se remite a las entidades federativas.

Quizás por la misma razón, no es de extrañar que en el ranking nacional de ciencia, tecnología e innovación del Foro, las primeras cuatro posiciones correspondan, en ese orden, al: Distrito Federal; Nuevo León; Morelos; y Jalisco. Por la misma razón, tampoco sorprende que las últimas cuatro posiciones de las 32 entidades federativas las ocupen: Tabasco; Chiapas; Oaxaca; y Guerrero.

A pesar de que el movimiento descentralizador comenzó hace décadas, persiste la concentración regional e institucional. Hoy los indicadores nos muestran el avance de las entidades más rezagadas y una menor distancia respecto al Distrito Federal, pero los contrastes todavía son notorios.

Tampoco es sorprendente que en el ranking por componentes (como inversión en capital humano, infraestructura para investigación o entorno económico y social, por ejemplo) el Distrito Federal, Nuevo León y Querétaro aparezcan como las entidades con las mejores condiciones para desarrollar actividades científicas y tecnológicas.

Sin duda es importante contar con números precisos sobre los principales avances y desafíos que enfrenta el sistema y las entidades federativas, pero distorsiona y es innecesario denominarlo ranking.


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