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Las comisiones legislativas de ciencia y tecnología
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 194 [2006-09-21]
 

La LX legislatura ya está en funciones y la normatividad del Congreso indica que en su primer mes de ejercicio debe constituir sus comisiones. En breve sabremos cómo quedaron integradas y quiénes las presidirán. Es un asunto al que le prestamos poca atención, pero tendríamos que mudar de actitud. Los legisladores no solamente tienen un papel estelar en los escándalos mediáticos, en la aprobación anual del ingreso y gasto público o en la recepción de los informes de gobierno, también lo tienen en el procesamiento de múltiples iniciativas de las que poco nos enteramos. Las comisiones son el primer filtro y parte decisiva de nuestras leyes.

Las comisiones de ciencia y tecnología, tanto en la cámara de diputados como en la de senadores, son de carácter ordinario. Es decir, se mantienen entre una legislatura y otra. Las iniciativas son turnadas a comisiones en primera instancia y ahí se elabora el dictamen correspondiente. El curso que sigue el dictamen es sumamente impredecible. Puede ser muy veloz y pasar rápidamente al pleno, luego a la colegisladora para su ratificación o rectificación y de ahí a su publicación en el Diario Oficial de la Federación para adquirir rango de ley; todo en corto tiempo. O bien, quedarse de forma indefinida en el terreno de las intenciones de la comisión, perderse entre los laberintos de la agenda legislativa o incluso, aunque haya sido aprobada, demorar su publicación. Un recorrido azaroso que depende en gran medida de la dinámica de las fuerzas políticas representadas en el Congreso, los inaceptables juegos opacos y los intercambios con el gobierno federal.

La integración de las comisiones refleja la composición parlamentaria de las cámaras y anticipa en buena medida su funcionamiento. Las fuerzas políticas con mayor número de legisladores tienen una representación más grande en comisiones y en la presidencia de las mismas. Esto se debe a que La Ley Orgánica del Congreso señala que la integración debe reflejar la proporcionalidad del pleno (artículos 43 y 101) y la experiencia de los legisladores. Efectivamente, en la pasada legislatura la composición de las comisiones de ciencia y tecnología mostró el volumen de las fracciones parlamentarias: una mayor presencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en segundo lugar la de Acción Nacional (PAN) y en tercer lugar la del Partido de la Revolución Democrática (PRD). La titularidad de la comisión en la cámara baja fue para el PRI y en el senado para el PRD, a pesar de que este último no era ni la primera ni la segunda fuerza parlamentaria.

En la junta de coordinación política se decide la titularidad de las comisiones y los coordinadores de las fracciones parlamentarias presionan por dirigir las comisiones de mayor influencia y extenderse al resto. Las comisiones de ciencia y tecnología no son las más disputadas, prueba de ello es que en la pasada legislatura una se integró con 27 diputados y la otra con 9 senadores, el reglamento señala que pueden ser 30 y 15, respectivamente, como sí sucedió con la de Hacienda o Justicia.

La composición expresa algunos equilibrios, pero el dato relevante es la capacidad de trabajo de las comisiones. Según los informes de los propios diputados, la comisión de ciencia recibió 12 iniciativas en los tres años de ejercicio y elaboró 9 dictámenes (cuatro pasaron al senado y cinco ya tienen carácter de ley). Es decir, tres iniciativas no pasaron el primer filtro. Incluso, de no haber acelerado el trabajo al final del periodo, las iniciativas sin dictaminar hubieran sido el doble. El rezago en la comisión del senado fue mayor, puesto que recibió 15 iniciativas y/o minutas y solamente elaboró 8 dictámenes.

Aunque los legisladores no solamente elaboran dictámenes, el seguimiento puntual de sus actividades, realizado por investigadores del CIDE, muestra que la baja productividad y el rezago es atribuible principalmente a la notable inasistencia en comisiones, a la corta duración de los periodos y a una distribución inequitativa de las cargas de trabajo al interior del Congreso.

La imagen de un Congreso dominado por una mayoría parlamentaria, improvisado, abúlico y con escasa capacidad legislativa -el ejecutivo federal era quien proponía las iniciativas -que fue emblemática hasta fines de la década pasada, dio paso a otra en la que si bien va recuperando su actividad sustantiva de elaboración de leyes, también sigue mostrando una grave ineficiencia, dispendio, opacidad y escasas posibilidades de llegar a acuerdos entre fracciones y entre éstas y el gobierno federal.

Es difícil anticipar qué ocurrirá en la actual legislatura, pero a la vista de la crispación del clima político más amplio, en lugar de ser parte del problema bien podría pasar a ser parte de la solución. En el ámbito reducido de sus comisiones de ciencia y tecnología podría comenzar, por ejemplo, por nombrar como integrantes y titulares a personas genuinamente interesados en el sector, en la elaboración de una agenda y preocupados por sacar los pendientes.


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