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Gobierno y administración en la universidad
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 137, pp.8 [2005-07-14]
 

Crisis de diversas magnitudes han acompañado a la universidad a lo largo de su larga historia. Para enfrentarlas, se han puesto en marcha reformas y contrarreformas. Asimismo, durante gran parte de su existencia, las instituciones universitarias se han movido entre la participación y el autoritarismo. A partir de estas ideas centrales, Miguel Ángel Escotet hace un análisis histórico y prospectivo de las formas actuales de gobierno y administración de las universidades. El artículo de referencia se publicó en el número 107 de Perfiles Educativos, revista del Centro de Estudios sobre la Universidad.

En el texto, el autor señala que la universidad medieval era una “institución universal eurocéntrica, con idioma común (el latín) y con una cultura coherente estructurada con principios aristotélicos cristianizados y orientada a la vertebración de la convivencia social, más de acuerdo con el sistema de principios que con la praxis”. Siglos después la decadente institución del Medievo dio paso a modelos que para Escotet fueron cada vez más rígidos, los cuales se estructuraron en torno a tres grandes enfoques: el inglés (sistema residencia), el francés o napoleónico, centrado en las grandes écoles y el alemán de investigación.

A mediados del siglo XIX se originó, además, un modelo mixto basado en la integración de los modelos inglés y alemán. Derivado de las dinámicas y contradicciones en el desarrollo de los modelos anteriores, las universidades de hoy enfrentan una serie de dicotomías: el conflicto entre el sujeto que enseña y el que aprende; entre quienes se adhieren al ethos académico y quienes promueven el ethos social; entre los académicos y los administradores, y entre la universidad y la sociedad.

Ante el panorama universitario actual en el cual, de acuerdo con el autor, predomina el corporativismo del personal académico, se pregunta si no sería necesario modificar el ethos académico por el un ethos de aprendizaje, evitando su eventual transformación en un ethos administrativo.

Desde su perspectiva, el ethos de aprendizaje también abarcaría a los docentes y no sólo a los alumnos, pues su labor se debe caracterizar por un proceso incesante de aprendizaje e innovación.

Asimismo, Escotet señala que, por lo general, las reformas universitarias han consistido hasta ahora en cambios parciales a los sistemas. En muy pocas ocasiones los establecimientos universitarios se han abocad a una reforma global. Es más, muchas veces se tiende a confundir reformas con cambios legales.

En este sentido advierte que la excesiva legislación constituye una especie de corsé de la universidad, entorpeciendo su capacidad de creación e innovación. Desde su punto de vista, una legislación universitaria ha de ser “lo más breve posible, totalmente orientadora, flexible, indicadora y realmente incitadora, si pretende reflejar la propia ciencia y las bases filosóficas de toda educación y, como consecuencia, de toda creación”.

Otra de las tendencias contemporáneas sobre las que el autor centra su análisis es la introducción de mecanismos e instrumentos orientados a elevar la eficiencia y la eficacia de las instituciones universitarias.

Para ello se han incorporado a los sistemas administrativos técnicas de planeación estratégica, evaluación de proyectos, administración por objetivos, gestión por competencias, calidad total y evaluación institucional. Casi todos provienen de los sistemas de organización y evaluación de las empresas privadas.

Si bien Escotet reconoce que en muchos casos los instrumentos antes mencionados han mejorado los procesos académicos y administrativos, también advierte que la gestión de los procesos de generación y transmisión de conocimientos en el ámbito de las universidades es muy diferente de la administración de las empresas productivas o de servicios.

Un elemento muy importante al que también el autor dedica parte de su análisis es el de la autonomía y la libertad académica. Subraya, a este respecto, que la búsqueda del conocimiento se ve limitada si no existe libertad. A su vez, está asociada a la gobernabilidad y al concepto de autonomía universitaria. Dicha autonomía, señala, “no es de creación o concepción reciente ni se refiere al movimiento de la llamada Reforma de Córdoba…”. Hay evidencias de ella desde el origen mismo de la universidad.

El autor destaca que la universidad occidental se ha caracterizado por la tensión entre la búsqueda de independencia por parte de la comunidad universitaria y la presión de las fuerzas sociales, privadas o públicas por controlarla (la dicotomía que Daniel Schugurensky ha identificado como autonomía versus heteronomía).

Aunque desde su perspectiva Escotet considera que la autonomía es una necesidad indispensable frente a la dependencia e intervención de cualquier tipo de poder político o social, también sostiene que, en ocasiones, dicha autonomía ha sido suplantada por la búsqueda de poder como extensión en la universidad del quehacer de grupos políticos o se le ha mutilado por gobierno autoritarios.

En la parte final de su ensayo, el autor hace hincapié en que el objetivo de la administración universitaria es facilitar el proceso de enseñanza-aprendizaje y creación de la comunidad universitaria, evitando constituirse en un obstáculo.

La administración también debería regirse por los principios de pertinencia, eficiencia, eficacia y oportunidad. Habría de ser, además un sistema compartido por la comunidad académica. Asimismo, respecto a la toma de decisiones, Escotet aboga por el ejercicio de la autoridad compartid. En este sentido, se requiere que los altos funcionarios de las universidades estén convencidos de que el modo de gobernar la institución es mediante la búsqueda de consensos, antes que de la imposición.

En consecuencia, la gobernabilidad de la universidad se construye negociando y convenciendo. Por último, considera necesario edificar “una nueva cultura universitaria que rompa con los esquemas de centrar su misión en satisfacer los apetitos corporativistas del profesor o autoritarios del administrados, dejando al verdadero protagonista, el sujeto que aprende, al margen de la esencia de la misma universidad”.

El artículo en cuestión aporta, sin duda, elementos muy valiosos para la discusión de uno de los temas más acuciantes de la educación superior. Sobre todo ahora que las instituciones públicas se hallan cada vez más en medio de demandas provenientes, tanto de sus propias comunidades como de fuerzas externas a ellas: las provenientes del Estados y de los sectores productivo y social.


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