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¿Los beneficios de la telefonía celular?
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 113 [2005-01-20]
 

La semana anterior se publicaron los resultados de un estudio realizado por una comisión británica de expertos para analizar los efectos de los teléfonos celulares en la salud. La principal conclusión es que en la actualidad no existen evidencias concluyentes respecto a que la salud pública esté siendo afectada adversamente por la tecnología de los teléfonos celulares. Una conclusión que ya se había indicado en un primer estudio conducido hace cinco años por el mismo experto que encabezó el estudio actual. Sin embargo, permanece la incertidumbre y la Comisión recomienda reservas hasta que la situación sea clarificada. No obstante, cabría advertir que los efectos no se limitan al terreno de la salud.

La comisión británica responsable del estudio es la Comisión Nacional de Protección Radiológica. Una instancia de consulta independiente, creada por decreto gubernamental en 1970 y cuyos integrantes son designados por el ministerio de salud. La función básica de la Comisión es colaborar en la protección de eventos de radiación, de ahí el interés en analizar los efectos de la tecnología de los teléfonos celulares, y dar asesoría técnica sobre el particular (www.nrpb.org).

La creciente importancia de los teléfonos celulares se puede advertir en las notables cifras de expansión registradas en los años recientes. En el Reino Unido, según el reporte señalado (Mobile Phones and Health 2004), los teléfonos celulares pasaron de 4.5 millones a cerca de 50 millones entre 1995 y el 2004. Es decir, los usuarios se multiplicaron por un factor de once en una década. Una tendencia que también se presenta en la mayoría de países en el mundo.

Cabe advertir que en México, en la misma década y según información de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, los usuarios pasaron de 689 mil a poco más de 35 millones que se tenían registrados a septiembre del año pasado. Una cifra, como se puede apreciar, que partió de una base relativamente modesta, pero que en el paso de una década se multiplicó por un factor de 50. Por el contrario, la telefonía fija tenía poco más de 8 millones de líneas al inicio de ese periodo y al término del mismo apenas si logró duplicarse. Tal parece que la expansión de los teléfonos celulares seguirá en ascenso.

A pesar de que el reporte argumenta, fundamentalmente, que no existen evidencias concluyentes sobre los efectos negativos de los teléfonos celulares para la salud, también sugiere considerar que la tecnología de los mismos es relativamente reciente y en continua evolución. Pero, sobre todo, menciona información de otros estudios que conviene tener presente. Por ejemplo, destaca que algunos estudios sugieren que los campos de radiofrecuencias pueden interferir con los sistemas biológicos, o bien, que investigaciones recientes sugieren posibles efectos sobre la función cerebral al utilizar teléfonos celulares de tercera generación. Aunque, nuevamente, previene que los estudios tienen limitaciones y en algunos casos se requiere replicar la investigación. Tal vez uno de los aspectos más relevantes es que el grupo de expertos considera que los "niños pueden ser más vulnerables a los efectos derivados del uso de los teléfonos celulares debido a que su sistema nervioso se está desarrollando, el tejido cerebral absorbe una mayor cantidad de energía y el tiempo de exposición es mayor" (p. 7).

Además, dado que en el reporte se reconoce que están en marcha y se desarrollan una buena cantidad de tecnologías adicionales, como las redes de acceso inalámbrico, la telefonía móvil de tercera generación, la tecnología de banda ancha y bluetooth, la Comisión considera importante comprender las características distintivas y el campo que surge de los nuevos sistemas de telecomunicaciones y tecnologías relativas, con el fin de valorar la exposición a radiofrecuencias de las personas y comprender los efectos potenciales biológicos en el cuerpo humano.

En fin, lo que parece claro es que todavía tendremos que aguardar más tiempo para saber con certeza los efectos en la salud de los teléfonos celulares. Pero lo que desde ya se puede advertir es el gran crecimiento de los usuarios de teléfonos celulares y con ello una apreciable dimensión económica. Un amplio mercado que se disputan unas cuantas empresas y en el que está en juego el desarrollo tecnológico, la regulación del servicio a nivel nacional e internacional, la competencia de tarifas y el desarrollo de infraestructura.

En opinión de algunos analistas es precisamente el interés de las grandes compañías telefónicas lo que ha impedido el estudio sistemático de los problemas y la divulgación de los resultados. Para algunos, el proyecto Reflex dedicado a explorar algunos de los efectos a nivel biológico de los teléfonos celulares y en el que participaban siete países europeos, no fue financiado más por la Comisión Europea, luego de que en diciembre pasado destacara como parte de sus hallazgos que la radiación que emiten los teléfonos celulares modifica el ADN aunque no estaba confirmado que fuera nocivo.

Otro factor que también puede ser mencionado es el cambio de hábitos de quienes utilizan e incluso de quienes no utilizan teléfonos celulares. No solamente está la posibilidad de comunicación o localización instantánea, eventualmente en cualquier sitio, sino las modificaciones en los patrones de comunicación y sus posibilidades. La incorporación del teléfono celular como un dispositivo ya inseparable de la vida cotidiana es una de ellas. Pero otra es la forma de comunicación y en este terreno se ha destacado la función de los mensajes cortos de texto vía celular, así como los cambios en la forma de escritura de los jóvenes.

Es previsible un mayor desarrollo tecnológico en el terreno de la comunicación y una convergencia en los diferentes dispositivos, sería conveniente que a la par pudiésemos documentar sus efectos y aprovechar su potencialidad.


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