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La investigación y los acuerdos internacionales
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 105 [2004-11-11]
 

La Unión Europea (UE) realizará, en la primavera del año próximo, una valoración de los avances registrados en su intento de convertirse en la economía más dinámica y competitiva del mundo que se planteó en el año 2000 y que alcanzaría en el plazo de una década. Pero desde ahora comenzaron a surgir las preocupaciones, pues un informe reciente les ha mostrado que su estrategia no está marchando como debiera.

En marzo del año 2000, en el marco de la cumbre de Lisboa, el Consejo Europeo se planteó una meta estratégica para los siguientes diez año: “Convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica en el mundo, capaz de un desarrollo económico sustentable, con más y mejores empleos, con mayor cohesión social y respeto por el medio ambiente”.

Incluía una seria de objetivos en el plano económico, social y político, en los cuales, dado que el eje sería una economía basada en el conocimiento, la investigación y el desarrollo jugaría un papel destacado.

Por ejemplo, en el campo de la informática se propuso definir un esquema normativo para regular las comunicaciones electrónicas, ampliar el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs), así como crear condiciones para el e-comercio.

También, crear un área común de investigación e innovación, adaptar los sistemas educativos y de formación a la sociedad del conocimiento, fomentar el aprendizaje a lo largo de la vida y, una de las metas cuantitativas más relevantes, impulsar el gasto en investigación y desarrollo hasta alcanzar tres por ciento del PIB. El documento se conoció como la “Declaración de Lisboa” (o la “Estrategia de Lisboa”).

Por cierto, México también firmó y fue partícipe de la Declaración de Lisboa. En la misma ceremonia protocolaria de los mandatarios europeos, el 23 de marzo del año 2000, estuvo presente el entonces presidente Ernesto Zedillo, quien suscribió el Tratado Comercial de México con la Unión Europea (Boletín 2089/2303/2000)

Un acuerdo de integración comercial que entraría en vigor en julio de ese año y que, resaltó el presidente Zedillo, abriría un mercado de 375 millones de consumidores a los productos mexicanos, a la vez que la economía nacional se beneficiaría de la inversión europea y de la cooperación tecnológica.

En esta fecha, el acuerdo se sumaba al que México ya tenía con América del Norte y, en conjunto, representaban los mayores mercados del mundo. Era otro momento.

Vayamos al punto. El Consejo Europeo hace siete meses propuso la creación de un grupo de alto nivel para hacer una revisión independiente de la estrategia de Lisboa. El encargo fue que tal revisión debería estar lista al comienzo de este mes, tal y como ocurrió precisamente para presentarse en la reunión del mismo Consejo que inició y concluyó la semana pasada en Bruselas, Bélgica.

El informe (Facing The Challenge. The Lisbon strategy for growth adn the employment) es un documento de poco más de medio centenar de páginas en el cual participaron media docena de especialistas –comandado por Wim Kok, anterior primer ministro de Holanda y que condensa muy bien los avances y retos del a UE a medio camino de las metas que se planteó hace ya casi cinco años.

El documento reconoce que Europa está perdiendo la carrera con América del Norte y Asia, dado que la brecha en cuanto a competitividad y desarrollo se ha estado ampliando. Apunta que los pocos avances que se tienen a la fecha son, en buena medida, resultado de una agenda sobrecargada, una escasa coordinación, prioridades en conflicto y, lo más importante, una falta de acción política.

También pondera uno de los mayores retos que tiene frente a sí: el tamaño y estructura de la población europea. Esto es, una baja tasa de crecimiento demográfico, la ampliación de la esperanza de vida y el envejecimiento de su población; una tendencia que se resentirá en la fuerza de trabajo y retiro en un par de décadas.

En opinión del grupo de alto nivel, ninguna acción aislada, por más importante que sea, podrá lograr un incremento en el desarrollo y en el empleo. Anota que más bien existen iniciativas interconectadas que tendrán un indudable potencial y que tales se refieren a cinco áreas de política.

En primer lugar, destaca la “sociedad del conocimiento”. Si bien anota que Europa desarrollo su propia área de especialización y excelencia que descansa en un compromiso con la economía basada en el conocimiento en un sentido amplio, también reconoce que se enfrenta a un poderío creciente de Estados Unidos, país que concentra 74 por ciento de las 300 compañías más importantes de tecnologías de la información y 46 por ciento de las tres mil firmas que están a la cabeza en cuanto a gasto en investigación y desarrollo (p .12)

Igualmente, acepta que la importancia de la investigación y desarrollo permanente incomprendida en la EU y realmente poco se ha hecho al respecto, a pesar de que los estudios han demostrado que cerca de 40 por ciento de la productividad laboral es generada por el gasto en investigación y desarrollo (p. 19).

En consecuencia, sugiere atraer en mayor medida a Europa a los científicos e investigadores, hacer de la investigación y el desarrollo la más alta prioridad y promover el uso de las TICs.

Las cuatro áreas de política restante son: el mercado interno, el ambiente de los negocios, el mercado laboral y el ambiente sustentable. También sugiere aplicar media docena de recomendaciones. Ya nos ocuparemos de ambos.

Por ahora, solamente conviene reparar en la importancia de precisar los compromisos internacionales, el seguimiento de los mismos y en la posibilidad de enmendar o relanzar los compromisos.

Precisamente ahora que México se apresta a iniciar –en enero del año próximo- las negociaciones para un tercer Tratado de Libre Comercio con el Mercado Común del Sur, según acordó en la cumbre de Río que concluyó la semana pasada.


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