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Los tiempos del desempeño y los recursos
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 97 [2004-09-16]
 

El gobierno federal ya entregó su propuesta de paquete económico para el año próximo. Esta ocasión, en cumplimento del compromiso de hace casi un año y dejando de lado los errores en la entrega, el Ejecutivo federal envió con anticipación su proyecto. Es adecuado que el Congreso tenga un margen amplio (de aquí a diciembre próximo) para realizar su trabajo de dictaminación, sobre todo si consideramos la premura, la improvisación y los equívocos que caracterizan su actividad cada fin de año –por lo menos así ha sido en el último lustro. Sin embargo, ya veremos en diciembre próximo si fue una buena medida, si atenuó el apresuramiento de última hora o, de plano, no tuvo ningún efecto.

En mi opinión, los legisladores analizarán con mayor detenimiento el proyecto y contaran con mayores elementos de juicio para decidir sobre el gasto educativo y científico, pero es muy probable que lleguemos al final del periodo ordinario de sesiones in la correspondiente aprobación y con la presión de siempre.

Esta situación, me parece, deriva en parte de distintas apreciaciones sobre las escalas de tiempo que rigen a los principales actores de la vida pública y a los problemas.

Esta situación, me parece, deriva en parte de distintas apreciaciones sobre las escalas de tiempo que rigen a los principales actores de la vida pública y a los problemas.

Una escala de tiempo parece conducir la actividad del Congreso. En ella tienen preponderancia los intercambios entre fracciones, la maximización de rendimiento político en las iniciativas legales que se discuten, la balanza positiva en el cálculo de los costos, el cobro de facturas entre fuerzas políticas y poderes, las disputas en el interior y fuera de las fracciones, el importantísimo horizonte de 2006, etcétera.

Pero lamentablemente en esas preocupaciones no se incluye de forma relevante el componente no se incluye de forma relevante el componente de los problemas nacionales: la cifra mayúscula del rezago educativo que alcanza a un tercio de la población total del país, el número creciente de excluidos de las oportunidades educativas en el nivel superior, la fragilidad de nuestro sistema científico, el régimen de pensiones, la pobreza, entre otros. Tampoco una visión de largo plazo para atender los problemas ni de su posible solución.

Otra escala de tiempo parece regir la acción gubernamental. Ya está lejos el sentido de urgencia que caracterizó el comienzo de la administración y que despertó tantas expectativas en la mayoría de la población, en parte por el efecto mediático duradero de soluciones ala vuelta de quince minutos o el famoso hoy, hoy, hoy.

Actualmente, el nivel gubernamental parece estar más resignado a lo venidero e inevitable. Una vez que han transcurrido dos tercios del periodo de gestión, tal parece que ya se fue la posibilidad de enfrentar con éxito los grandes efectos del campo educativo y científico.

Las metas ambiciosas que se anunciaban en los programas sectoriales, parece que dieron paso a otras más modestas francamente se abandonan ante el reconocimiento de que difícilmente se cumplirán.

Por ejemplo, los niveles de inversión pública, tanto en educación como en ciencia, el aumento en los grados de escolaridad de la población, el mejoramiento sustantivo de la calidad educativa, el abatimiento del rezago, el componente educativo del proyecto e-méxico, el incremento notable del número de investigadores y de posgraduados, las nuevas plazas en las instituciones de educación superior, etcétera.

Una tercer parte escala parece regir la gestión cotidiana. Tal parece que las acciones discurren por diferentes ciclos y rutas divergentes.

El Ejecutivo federal presentó hace un par de semanas su cuarto Informe de Gobierno, mismo que se considera como lo realizado en este año, pero en realidad el año todavía no concluye (al igual que el sexenio).

Además, las cifras más recientes que se incluyen en los anexos estadísticos del mismo informe son estimaciones y generalmente al año siguiente se ajustan a la baja. Hoy estamos discutiendo y especulando sobre los recursos para el año próximo pero los actuales todavía no terminan de ejercerse y, en algunos casos, no ha iniciado su entrega.

Pero lo más relevante es que el calendario fiscal –cuyo ritmo marca la entrega de recursos y el cierre de ejercicio decretado por Hacienda- es otro y tampoco es coincidente.

Otro caso es el ritmo de las escuelas, atrapado entre el calendario fiscal, el desdoblamiento de la toma de decisiones del nivel central, la gestión interna y los problemas cotidianos.

Tampoco tendría que haber una sincronización perfecta en los distintos ciclos, pero el asunto es importante por sus implicaciones para las acciones a desarrollar en la estructura del sistema. Algunas iniciativas de suma relevancia demoran demasiado en ponerse en marcha, no tanto porque se necesite de su maduración, si no por obstáculos políticos, técnicos y/o financieros. Los tiempos no coinciden.

Finalmente, otra escala parece regir los problemas.

Algunos son acuciantes y el paso del tiempo desde luego no los soluciona. Por el contrario, en algunos casos los empeora.

Pensemos en la reforma de la educación secundaria que tiene más de una década de retraso, los plazos incumplibles de la obligatoriedad en preescolar o en el grupo de jóvenes en edad de cursas estudios superiores que hoy no tienen acceso.

Las tendencias demográficas indican que el grupo de jóvenes que podrían cursar estudios superiores seguirá creciendo hasta el final de esta década, pero si desde hoy no se piensa en ofrecer espacios educativos para ellos, mañana será irremediable y la oportunidad se habrá perdido.

Toca ahora a los legisladores analizar, discutir y aprobar los ingresos y egresos de la federación para el año siguiente, esperemos que en alguna medida se puedan encontrar puntos de convergencia en las diferentes escales.

Desde ahora ya se sabe que el gasto educativo y científico tiene importantes reducciones –de este tema nos ocuparemos las emana próxima-, pero lo que todavía no está claro es cómo se realinearán las distintas fuerzas políticas y cuáles serán sus resultados.


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