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Ruptura y reconstrucción de las instituciones
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 421 [2011-06-30]
 

La sociología ha insistido en la importancia del papel que juegan las instituciones para el desarrollo de la sociedad. Hay diversas corrientes para conocerlas y explicarlas. Coinciden en que la ruptura institucional se produce cuando una institución deja de cumplir o se desvía de los propósitos para los cuales fue creada. En México se ha llegado a la ruptura de las instituciones, a su descomposición. Me quedaré, por ahora, en un planteamiento general sobre este punto.

El Estado mexicano ha sido mal conducido por la clase política y los partidos en los que se divide. La corrupción y la impunidad, el patrimonialismo, el enriquecimiento de unos cuantos, el corporativismo, los medios y el manejo que de ellos se hace, son elementos que han influido en la ruptura de las instituciones que los mexicanos construimos durante mucho tiempo.

A la ruptura de las instituciones ha contribuido el ataque a las bases ideológicas sobre las cuales la sociedad se había asentado, sin que se ofrecieran otras que generaran cohesión. La ofensiva se fincó en la ortodoxia del mercado, en el individualismo y el traslado de las funciones sociales del Estado a las personas, con lo cual se cayó en la disfunción, el desprestigio y la desconfianza. Nos descapitalizamos culturalmente.

La ruptura sale a flote cada vez que se convoca a elecciones. Al ciudadano “el” ejercicio de la democracia cada vez le importa menos. Le es evidente que continúa el dedazo, que el dinero gastado en propaganda y en medios es excesivo y que sigue habiendo una enorme pobreza. Al Instituto Federal Electoral (IFE) lo han dañado desde el mismo poder, porque no le han permitido integrarse. Al Ejército lo han usado para fines que, estrictamente, no son los suyos.

La ruptura institucional se ha convertido en desprotección. En la actualidad, ser ciudadano es estar expuesto a muchísimas arbitrariedades por el mal funcionamiento institucional. No hay mecanismos para que éste se defienda, a no ser que tenga mucho dinero para pagar abogados que lo exculpen, vulnerando la ley. La falta de justicia está en el centro de la problemática del país, en el sistema de dominación y, por tanto, en la cultura y la educación.

Agrego algo más. En los hospitales públicos no hay medicinas. Casi siete de cada diez jóvenes no tienen seguridad social. Los viejitos están en el abandono. En cada ventanilla de gobierno, y hasta en las grandes empresas privadas, aparece aquel personaje de Ibargüengoitia que funge como rey y ejerce un poder ilimitado (dentro de su terreno), que atiende mal al público cuando y como se le da la gana.

En las instituciones educativas también hay ruptura. La política y el quehacer docente están secuestrados por el sindicato magisterial. Éste interviene en las decisiones de la Secretaría de Educación Pública, hace alianzas con el Ejecutivo y, mediante su partido político, ha jugado de manera decisiva en elecciones de distintos ámbitos de gobierno.

Desde el poder del magisterio se ha construido una maquinaria electoral propia a los intereses de sus dirigentes. En estas circunstancias, los problemas de fondo de la educación han quedado en un segundo plano.

La devaluación institucional también surge de la propia secretaría, porque se cree que la calidad educativa resulta del mandato unilateral y del acuerdo político. Por ejemplo, se ha establecido incrementar un número determinado de palabras leídas por minuto del primero de primaria al tercero de secundaria. El objetivo es calificar en la prueba PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, por sus siglas en inglés). La interpretación de lo leído, aparte.

De la firma de la Alianza por la Calidad Educativa se ha derivado que la mejoría del magisterio radicará en una carrera en la cual se acumulen puntos por desempeño, lo que ha probado ser un fracaso.

Un censo de escuelas primarias y secundarias revelaría que la infraestructura de un buen número limita el proceso de enseñanza aprendizaje; son escuelas donde van los niños más pobres. Frecuentemente, no cuentan con luz, baños, pisos, libros, bibliotecas, computadoras, salones para todos los grados, mesabancos apropiados, etcétera. Y es que, frecuentemente, la fracción política que maneja la educación anda en otra cosa, no le pone atención a estos problemas y no dirige recursos públicos para corregir algunos de los males endémicos de las escuelas.

En los niveles medio superior y superior, la desarticulación de las relaciones entre la educación y el trabajo ha significado devaluación de las instituciones y de los certificados que se expiden. Las universidades producen ciencia, pero a los empresarios les es más fácil y conveniente importar conocimientos y tecnología.

En las universidades se deben recomponer muchas cosas para intervenir en la desarticulación mencionada y para convencer que invertir en ciencia es mejor en el largo plazo. Las universidades deben aprovechar para proponer la reconstrucción institucional del país, ahora que, todavía, están de pie.

En suma, lo dicho, más la información disponible, revela destrucción institucional en muchos ámbitos de la acción pública y pérdida de confianza. Hoy es evidente la necesidad de reconstruir las instituciones del Estado, de una reforma política que fije en los ciudadanos la revocación del mandato, para que no las vuelvan a destruir, y un pacto social por la educación, porque el cambio más trascendente en nuestra nación será cultural.


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