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Educación superior, las cifras del sexenio. Primera parte
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm 198 [2006-10-19]
 

Comienzan a conocerse los datos fundamentales de la evolución del sistema de educación superior en el sexenio por concluir. No todos, porque varios de los programas en ejecución aún no arrojan resultados finales y también está pendiente la publicación de las cifras pormenorizadas de la conciliación intercensal 2006. No obstante, con la información disponible, ya es factible perfilar algunos balances y apuntar hacia la zona de retos y oportunidades que la próxima administración habrá de enfrentar.

En primer lugar, los datos sobre el crecimiento de la matrícula y el número de instituciones, el nivel de cobertura social conseguido, así como las distribuciones de la población escolar por subsistema, grado de estudios, modalidades y áreas de conocimiento, son reveladoras de algunos de las principales dinámicas y procesos de cambio del sistema. Del ciclo escolar 2000-2001 al 2004-2005 el sistema de educación superior, incluyendo las carreras de técnico superior universitario (TSU), la educación normal, las licenciaturas universitarias y tecnológicas y el posgrado, la cifra de matrícula creció en un 15.5%, al pasar de 2.2 millones de estudiantes a 2.5 millones. En la actualidad, contando los servicios no escolarizados, el total de matrícula asciende a un poco más de 2.6 millones de alumnos.

Al considerar la distribución por subsistemas se advierten dinámicas diferenciadas. Por ejemplo, la educación normal, tanto la pública como la privada, registró decrementos importantes: de más de 200 mil estudiantes en 2000-2001 a menos de 150 mil en 2004-2005. Esto se explica por una política expresa de regulación de la matrícula pública y por una disminución de la demanda en el segmento privado, pero tiene como trasfondo el hecho de que la población infantil está disminuyendo en términos absolutos y, por consiguiente, la oferta de plazas de maestros de educación básica.

Como esta tendencia continuará desarrollándose en la misma dirección en el futuro próximo, la revisión a fondo de la educación normal y su eventual reforma constituye un área de oportunidad evidente, más aún si se toma en cuenta y en serio el tema de la calidad de la educación básica en México, así como el problema de la baja eficiencia terminal de la secundaria. Aunque es un lugar común, no está demás recordar que las posibilidades de expansión y mejoramiento de la equidad y calidad de la educación superior dependen, en buena medida, de lo que ocurra en los niveles educativos previos.

En contraste, el sistema TSU presenta el mayor nivel de crecimiento relativo durante el periodo de referencia. En sólo cinco años la matrícula del nivel creció más de un cincuenta por ciento al pasar de 55 mil a casi 85 mil estudiantes. Este comportamiento obedece a tres factores, en primer lugar la creación de un número importante de nuevas universidades tecnológicas (UT). De 2000 a 2005 abrieron sus puertas 24 nuevas UT en distintas entidades federativas, con lo cual se alcanzó el objetivo de establecer en todos los estados de la República al menos una UT. En segundo lugar, a la implantación en varias universidades públicas y en algunas particulares de programas de TSU, y en tercero a la propia dinámica de crecimiento de las UT establecidas antes de la actual administración. De todos modos, la matrícula de TSU representa apenas el tres por ciento de la educación superior lo que, a primera vista, indicaría que el sistema tiene aún un potencial de crecimiento importante.

Sin embargo, el TSU, tal como lo indican varias investigaciones y estudios sobre los egresados del subsistema de UT, enfrenta condiciones de competencia en el mercado laboral no siempre favorables, sobre todo en contextos regionales en que las oportunidades de inserción son limitadas. En este sentido una opción de política pública estaría dada por la posibilidad de construir puentes entre la formación de técnicos superiores y las licenciaturas tecnológicas que ofrecen las universidades y los institutos tecnológicos. Algo se hizo al respecto en este sexenio, pero el sistema continúa siendo sumamente rígido en materia de movilidad estudiantil.

En el nivel de licenciatura tanto la opción pública como la privada observaron procesos de crecimiento significativos. En el primer caso, la matrícula aumentó más de doscientos mil estudiantes (de 1.5 millones en 2000 a 1.7 millones en 2005), mientas que la privada en aproximadamente 130 mil (de 700 mil en 2000 a 830 mil en 2005). Lo interesante de este proceso es que mientras el sector público sostuvo una dinámica de crecimiento de aproximadamente 3.5 por ciento anual en todo el periodo, el segmento privado disminuyó sensiblemente el ritmo de expansión establecido el pasado sexenio. Todo lleva a pensar que la inversión privada en educación superior alcanzó un límite al recoger una tercera parte de la demanda de estudios de licenciatura.

Este puede ser un simple efecto de mercado o bien el resultado de una serie de factores: mayor supervisión de parte de la SEP, crecimiento sostenido de la oferta pública, y la probable saturación de la demanda que puede pagar por educación privada. Como sea, las preguntas que se abren para el futuro próximo son relevantes ¿tiene sentido incentivar el crecimiento de las IES particulares mediante subsidios indirectos? ¿es necesario establecer controles de calidad más rigurosos? ¿se deben definir reglas comunes y únicas para la evaluación de los subsistemas público y privado?


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