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La educación superior en el G-8. Primera parte
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm 57 [2003-11-13]
 

En mayo del presente se publicó el estudio Comparative Indicators of Education in the United States and Other G-8 Countries: 2002 del Centro Nacional de Estadística Educativa (NCES), adscrito al Departamento de Educación de los EUA. El documento contiene una serie de indicadores de diversas fuentes, algunas internacionales. El propósito es ofrecer información al público norteamericano para definir cursos de acción en su contexto, no obstante, la información resulta de interés como referente de nuestro sistema universitario.

El primer dato que llama la atención es el de cobertura. Para su cálculo, el estudio considera el segmento de 18 a 24 años y a los inscritos en instituciones de nivel “terciario”, es decir técnico superior, licenciatura y posgrado. Los datos son: Francia 30 por ciento, EUA 28 por ciento, Canadá 24 por ciento, Italia 23 por ciento, Reino Unido 22 por ciento y Alemania 15 por ciento (Anexo, tabla A-24a). Estos indicadores son interesantes porque a menudo escuchamos decir a funcionarios y especialistas que la distancia de cobertura entre nuestro país y el mundo desarrollado es abismal, y no es tan así. Según los datos de SEP y CONAPO, la cobertura demográfica de la educación superior era en 2000, año al que corresponde la estadística del G-8, 14.6 por ciento del grupo 18-24. Si las estimaciones demográficas son correctas y de continuar la expansión del sistema educativo superior con un promedio de 5 por ciento anual, hacia 2006 se alcanzaría un indicador cercano al 20 por ciento del grupo referido, menos alejado del que corresponde a los países desarrollados.

En materia de gasto público en educación superior como proporción del PIB, el reporte establece las siguientes cifras, válidas para 1998: Canadá 1.5 por ciento, EUA 1.1 por ciento, Francia y Alemania 1 por ciento, Reino Unido 0.8 por ciento, Italia 0.7 por ciento, Japón 0.4 por ciento. En torno a este indicador el panorama tampoco nos es desfavorable. Hacia 1998, el gasto público en educación superior de México era aproximadamente 0.8 por ciento del PIB (OCDE, Education at a Glance, 2002) y en 2000 de 0.9 por ciento de PIB (OCDE, Education at a Glance, 2003). Según la SEP, en 2003 el mismo indicador habría superado ligeramente el uno por ciento.

Claro que estamos hablando de escalas económicas distintas, sobre todo al considerar el volumen y distribución del PIB en cada caso. Otros indicadores pueden ofrecer una mejor ilustración de nuestra posición relativa, por ejemplo el gasto por estudiante. Al respecto, el documento indica el gasto público y privado de 2000, aplicado en instituciones de educación superior por estudiante y expresado en dólares estadounidenses ajustados al poder adquisitivo de la moneda en cada país (Purchasing Power Parities): EUA $20,358, Canadá $14,983, Japón $10,914, Reino Unido $9,657, Francia $8,373, e Italia $8,065. El mismo año, la OCDE reportaba sobre el mismo indicador un promedio de $9,571 dólares al año por alumno dentro del grupo de países incluidos en la organización.

En México, el gasto educativo anual por estudiante equivale, según dato oficial informado a OCDE, a $4,668 dólares. Esta cifra es congruente con la consignada en SESIC “Aspectos Financieros de la Educación Superior en México” noviembre 2003, según la cual el subsidio por estudiante equivalía en 2001 a 43,100 pesos de 2002. En la comparación, la posición de México no alcanza siquiera la mitad del promedio OCDE y está muy lejana de la situación en el grupo de naciones del G-8 aunque, también debe decirse, el gasto por estudiante, como proporción del PIB per cápita, es similar en México y los países del grupo (aproximadamente el 50 por ciento del monto PIB/población) y superior, casi en 10 puntos al promedio OCDE de 42 por ciento.

¿Cómo puede interpretarse este primer bloque de indicadores? El panorama puede ser descrito mediante dos enunciados básicos: a) En México el volumen de gasto en educación superior es comparativamente inferior al de los países desarrollados ya sea que se mida en términos absolutos o relativos por estudiante, b) sin embargo, el mismo gasto como proporción del PIB global y el per cápita, es similar entre México y el bloque desarrollado. Lo que ocurre, claro está, es que somos un país mucho más pobre.

Otros indicadores del reporte describen la proporción público/privado de la matrícula y el origen de los fondos públicos en el sistema. En ambos casos llama la atención la heterogeneidad de situaciones. Considerando sólo la modalidad universitaria, la proporción de fuentes de financiamiento es la siguiente: Canadá, Alemania y la Federación Rusa prácticamente no cuentan con sector privado universitario; en Francia e Italia la universidad privada atiende al 10 y 12 por ciento de la matrícula; en EUA las privadas atienden al 35 por ciento de la demanda, y en Italia (74 por ciento) e Inglaterra (100 por ciento) el predominio privado es indiscutible. Como se sabe, en México la universidad privada ha alcanzado ya una de 30 por ciento de la inscripción total.

Los datos sobre el origen del gasto público reflejan también una variedad de fórmulas. Sólo en Canadá y EUA hay una condición de balance entre gasto central y descentralizado. En el primer caso, la proporción centralizada es 44 por ciento y el resto corresponde a las regiones; en el segundo, 38 por ciento es federal, 51 por ciento regional y 11 por ciento local. En Japón predomina el gasto central con un 80 por ciento de participación, y más aún en Francia e Italia, en que concentra proporciones superiores a 90 por ciento o en Inglaterra, en que toda aportación proviene de fondos centralizados. La excepción es Alemania, en que las regiones aportan más del 80 por ciento del gasto público. En México, aunque la federación continúa contribuyendo con la mayor parte del subsidio, la aportación de los estados es cada vez más significativa. En 2003, según información de SESIC, las universidades del Distrito Federal (UNAM, UAM y UPN) basaron su financiamiento exclusivamente en fondos federales, mientras que en las universidades de los estados la proporción federal fue 65 por ciento, y en las tecnológicas 50 por ciento.

El reporte contiene más datos de interés. Por ello, seguiremos con el tema la semana próxima.


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