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Porrismo, gobierno y universidad. La Sosa nostra: una experiencia siniestra
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 99 [2004-09-30]
 

Los cambios de las universidades públicas están asociados a las relaciones que mantienen con el gobierno en sus distintos niveles de operación. En México estas relaciones han sido variables a lo largo de la historia. Ha habido momentos en que el gobierno auspició el florecimiento de la universidad, otros en que la cerró, la asfixió con el recorte de recursos o la combatió políticamente. En el caso que comentaremos hoy, el de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, (UAEH), las relaciones entre estos actores han sido más que perversas y se han dado a través del montaje de una red política que ha abusado de la institución, la ha sojuzgado y aprovechado para fines facciosos y corruptelas.

Esta afirmación está fundamentada en las evidencias que se aportan en el libro “La SOSA nostra. Porrismo y gobierno coludidos en Hidalgo” de Alfredo Rivera Flores, publicado recientemente por el Grupo Editorial de M.A. Porrúa. Un libro memorable donde la realidad narrada es tan cruda que a veces parece ficción.

En éste se analiza a la Federación Estudiantil en el contexto de la institución y de la sociedad de la entidad, así como las acciones y los actores políticos que entran al relato desde el entorno social.

Este texto examina, mediante documentos y entrevistas personales, una serie de experiencias de aquello que no puede hacerse ni repetirse en una universidad pública, a no ser que se le quiera dañar e impedir que cumpla sus cometidos, como se ha hecho en la UAEH.

En esta universidad, la representación estudiantil se convirtió en un aparato porril con fuerza política y económica, dentro y fuera del campus, que amedrentó a la sociedad hidalguense con actos vandálicos y hasta quema de edificios oficiales, sin que la agresividad de los porros tuviera freno de parte del gobierno.

En la universidad, la fuerza sirvió con presión para que los alumnos afines a los dirigentes estudiantiles aprobaran materias sin cumplir los requisitos. La dirigencia de los porros amenazó y corrió a varios profesores que no aceptaron sus chantajes, obtuvo viajes, recibió equipos deportivos y hasta aportaciones en efectivo.

El líder histórico de la Federación de Estudiantes fue capaz de imponer a otros líderes que le sucedieron.

La agrupación se transformó en un instrumento de presión para favorecer intereses políticos particulares y su voluntad se tomó decisiva sobre la vida de la institución universitaria. Consiguió para sus allegados puestos de trabajo en la propia universidad, quienes después se volvieron funcionarios y directivos. Se infiltraron en las estructuras de mando, tomaron el poder de la universidad para de ahí buscar el poder estatal.

El personaje de la historia fue nombrado secretario General del Sindicato de Trabajadores del Estado y, en otro momento, secretario General de la UAEH debido a l cobijo de gobernadores, rectores débiles y políticos estatales que tuvieron presencia nacional.

Todos lucraron con la “estabilidad” que daba “el grupo porril” a la institución. A cambio, los beneficiarios de la política en la universidad recibieron, además, cargos públicos en el gobierno de la entidad y hasta diputaciones federales, se tejió, como señalé, una red política construida por personajes internos y externos a la universidad que la ha perjudicado gravemente.

Esta red de poder entre la universidad y el gobierno del estado se ha reproducido por cerca de tres decenios. Para la institución ha significado sólo agobios. Se ha contratado a personas para ocupar puestos académicos sin tener los méritos correspondientes y la vida académica ha sufrido mermas considerables.

La universidad no se ha podido sacudir los obstáculos de la mala política que frenan su desarrollo ni se ha podido crear una organización de profesores que le dé aliento al cambio.

También le ha significado que los verdaderos académicos no consigan alcanzar el liderazgo institucional, pues la entrada y salida de rectores se ha hecho por disposiciones políticas.

Cuenta el autor de libro que siendo secretario General de la UAEH, el jefe de la “sosa nostra” le dijo al rector en turno que tendría que “enfermarse”, porque al cumplir la edad para el cargo había decidido sucederlo de una vez.

El rector comentó: “No tengo ninguna posibilidad de negarme (al retiro); si no firmo, el cabrón ya amenazó que al otro día hará que los alumnos me expulsen ignominiosamente”. Lo obligaron a irse a su casa aparentando un mal que no tuvo.

El gobernador agradeció que lo informaran, lamentó la enfermedad del rector y señaló que el cambio de autoridades se había realizado de acuerdo con las normas que rigen a la universidad.

Este recuento es uno de los muchos que contiene la obra. Sin duda, es muy ilustrativo de cómo intereses mafiosos, en contubernio con las autoridades estatales, pudieron controlar políticamente a la institución, usarla para conseguir cargos públicos de representación y manejarla con una lógica estricta de poder que en nada ha beneficiado a la buena formación de estudiantes y a la investigación.

Lo que ocurre en esta universidad afecta el cumplimento de los propósitos de otras universidades públicas y la imagen que de ellas tiene la sociedad. Es un ejemplo lleno de injusticias que niega las virtudes de la política y los fines elevados de la propia institución.


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