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Transformar y fortalecer a la UABJO
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 95 [2004-09-02]
 

Los miembros del Seminario de Educación Superior de la UNAM participamos en el encuentro “Retos y perspectivas de la universidad pública en México”. La sede fue la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO). Aceptamos con gusto la invitación porque forma parte de una línea de trabajo que desde la academia esgrime razones para fortalecer a la universidad pública a través del diálogo. Al concluir las discusiones sentimos que se habían alcanzado los propósitos del intercambio: transmitirnos las realidades universitarias del país y de Oaxaca, insistiendo en la necesidad de transformar a las instituciones. Aquí quiero expresar desde mi propia óptica varios puntos que recogí acerca de la UABJO.

Tal vez el más importante es que esta universidad ha estado sometida políticamente a los designios de un gobierno cuyo corte responde al autoritarismo más rancio del antiguo régimen priista.

La injerencia del gobierno local en la vida institucional, directamente y a través de facciones internas que le son afines, ha obstaculizado los avances que diversos sectores de la comunidad y las autoridades universitarias se han planteado. La universidad no tiene el respaldo político del gobierno estatal y tampoco el económico. Su apoyo financiero es magro, pues sólo contribuye con 12 por ciento del presupuesto de esta casa de estudios.

La UABJO es una de las tres universidades públicas estatales que más depende del gobierno federal. Cuenta con muy pocos recursos: recibe únicamente alrededor de 0.7 por ciento del subsidio ordinario. Su escasa economía, la intervención externa y las divisiones políticas internas han dificultado sus cambios y un proceso de modernización que le permita responder de mejor manera a las demandas sociales emergentes, que en el estado son muchas.

La UABJO, como otras universidades públicas, es profundamente heterogénea. Tiene dependencias que s han desarrollado diferencialmente. Y si en cada una la problemática es específica hay, no obstante, cuestiones comunes que se repiten.

Una de ellas es que los profesores de carrera son una franca minoría. Pero tampoco hay quién ocupe algunas de las pocas plazas que están vacantes. No se cubren los requisitos y, además, el sueldo no alcanza para tener una vida digna. Uno de ellos dijo en la reunión: “Mi ingreso no me permite vivir de la universidad por lo cual me veo obligado a desempeñar otras actividades”.

A los docentes les es difícil acceder a estímulos porque los criterios reconocen preferentemente la labor de investigación. Paradójicamente, esta última no es una función favorecida: los fondos institucionales para realizarla son escasos porque los académicos de carrera son muy pocos y la mayoría no tiene doctorado.

Esta universidad es una de las que cuenta con menos miembros del Sistema Nacional de Investigadores. O, en otras palabras, está inmersa en el círculo perverso en que no recibe porque no tiene y no tiene porque no recibe.

Quienes hacen la política educativa saben perfectamente bien que sin una planta académica de alto nivel, con dedicación exclusiva, es imposible mejorar la calidad de la enseñanza. Siendo un rubro prioritario es menester dedicarle esfuerzos y recursos para que los “planes estratégicos” más que discurso sean viables. Requiere utilizar y concentrar todos los instrumentos universitarios que apoyen la superación académica del profesorado. En este renglón no se puede perder más tiempo, porque se trata de un proceso de mediano plazo.

Por otra parte, la universidad no ha conseguido articular sus niveles de enseñanza: bachillerato, licenciatura y posgrado. Carece de infraestructura docente (p.e. dos planteles de preparatoria comparten un mismo edificio), de laboratorios, de materiales en sus bibliotecas, áreas de esparcimiento y reunión para los estudiantes, etcétera.

Su legislación no ha sido puesta al día y la oferta educativa en campos de frontera es reducida. Frente a carencias y contrariedades se le demanda eficacia, calidad y pertinencia. Satisfacerlas a través de la competencia en igualdad de circunstancias los que no tienen los medios adecuados para hacerlo.

Sería conveniente que en el futuro inmediato se atacarán aquellos problemas nodales de la universidad, cuyas soluciones tienen un efecto multiplicador positivo sobre el conjunto de la institución. Lo que parecíamos en nuestra estancia es que ante las adversidades, la UABJO conserva grandes fortalezas basadas en sus principios y en una energía desbordante que puede reafirmar su identidad. Trazar la frontera entre universidad y sociedad para establecer una nueva relación entre ambas.

Fue muy satisfactorio darnos cuenta que entre los universitarios oaxaqueños se comienza a tener conciencia de la necesidad de un cambio institucional. De universo para acabar con el predominio de la politiquería sobre la academia y hacer de esta última el centro de la atención. Renovar los planes de estudio, contar con un proyecto de desarrollo universitario, recobrar el prestigio ante la sociedad, reforzar para obtener más recursos que le permitan un buen funcionamiento y dedicarle más empeño a la investigación vinculada con la docencia.

El cambio reciente del rectorado, y el próximo que se dará en el gobierno de la entidad, hace deseable que los universitarios lleguen a acuerdos que venzan las resistencias de quienes se oponen, adentro y afuera del campus, a llevar a cabo la reforma de la universidad. Será indispensable establecer reglas para tomar acuerdos y darle otro sentido al juego político para que se realice en un clima de confianza que auspicie una representación auténtica de los intereses académicos, que deben prevalecer.

Oaxaca es un crisol de lo mexicano. La historia de la Universidad de Oaxaca merece que la institución pase a otra etapa en la que pueda desplegar todas sus capacidades intelectuales para dar más y mejores contribuciones a la sociedad. Enriquecería para que se reconozcan y exalten las ideas y valores de su maravillosa cultura.


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