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En la UNAM reforma académica para desarmar el burocratismo
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 65 [2004-01-22]
 

En las últimas semanas he tenido la oportunidad de conversar con colegas, profesores e investigadores, amigos universitarios y estudiantes de doctorado. O lo he provocado o de manera espontánea ha surgido el tema de la reforma en la UNAM. Hemos coincidido en la mayor parte de los temas tratados; en otros mostramos francas discrepancias. Haré un resumen de los puntos de vista abordados, de los que tuvieron más consenso.

En lo general, hay la idea de que lo más importante de la reforma es lo académico y de que en este terreno se debe quitar todos los obstáculos y remontar todas las inercias que traban el ejercicio pleno de nuestras funciones. Los cambios académicos deben soportarse por ajustes en lo político y en lo administrativo. La reforma es académica en primera instancia. Existe el deseo de reordenar la institución. ¿Qué se sugiere tener en cuenta?

1. Renovación de la planta académica de carrera. Aquí hay un enorme consenso. Una sugerencia es que las plazas de asociado A y B vacantes se utilicen para crear una figura de asistente o becario, con un tiempo claramente delimitado, a partir de que el alumno comience a realizar su tesis de grado, dirigido por un tutor, miembro del personal académico de carrera, que se responsabilice de sus tareas de investigación al tiempo que el estudiante colabora y le brinda ayuda en las suyas. Se espera que en cierto plazo la institución cuente con una oferta de doctores para seleccionar, según la demanda, a quienes pasarán a formar parte de la comunidad mediante un concurso riguroso. Otros mecanismos en operación también deberían aprovecharse para este fin.

2. Promoción y definitividad. Aquí resta saber cuántas categorías y niveles van a quedar después de la reforma. A diferencia de otros puntos de vista, se piensa que podrían existir menos categorías y niveles de lo que hay ahora, con diferencias salariales más grandes, a partir de uno que sea digno. Se elevarían los tiempos para solicitar las promociones, pero también se instaurarían mecanismos flexibles para que no sean necesariamente de un nivel a otro. La definitividad no puede modificarse por ningún motivo, pues se atentaría contra el espíritu académico. Lo que sí, el tiempo de prueba debería ser más largo (p.e. cinco años), con evaluaciones intermedias.

3. Salarios y estímulos. Se considera que éste es un aspecto crucial. El planteamiento es que se modifiquen al alza los salarios del personal académico utilizando los recursos que se destinan al tabulador y parte de los que se emplean para las becas al desempeño. Estas últimas no deberían representar más allá de 15 a 20 por ciento de los ingresos que se reciben de la UNAM.

4. Evaluación. A simple vista se aprecia la dificultad de tratar un tema en el cual hay percepciones y perspectivas muy diferentes. Sin embargo, casi todos sentimos que los académicos mexicanos somos los más evaluados del mundo (de lo cual se pueden ofrecer ilustraciones y comparaciones). La evaluación académica individual ha tenido efectos positivos, pero también muchos efectos perversos entre ellos la simulación, manipulación, control, pérdida de identidad y desplazamientos de poder. Además, nunca se sabe si lo que se evalúa realmente es el desempeño o la carencia de recursos para trabajar. Pero hay coincidencia en que la evaluación que hace la institución del trabajo académico debería ser solamente una, que tuviera en cuenta lo cuantitativo, pero con énfasis en lo cualitativo y en la trayectoria. Se realizaría con un instrumento simple (p.e. como el del SNI), en periodos más largos y por comisiones de pares. Las personas que tengan definitividad y alcancen la posición académica más alta dejarían de ser evaluadas al cumplir veinte años de antigüedad. Por lo pronto, está probado, a la distancia, que el informe anual no sirve y que el instrumento para otorgar los estímulos es demasiado engorroso. Los académicos necesitamos trabajar en un clima de confianza.

5. Estilo de trabajo. Las estructuras y normas que emerjan de la reforma deberían propiciar el trabajo interdisciplinario e interinstitucional, el trabajo colectivo y la participación en grupos, seminarios, talleres o laboratorios en los cuales por definición se incluyan alumnos. Esto es, creación de grupos binarios. Asimismo, la formación de equipos de investigación dedicados al estudio de los grandes problemas nacionales. Se requiere contar con una enorme flexibilidad para que los académicos puedan moverse dentro y fuera de la institución. Para que los equipos se integren y deshagan. Es indispensable que los resultados de la investigación sean publicados con oportunidad.

6. Toma de decisiones. Los académicos de carrera deben tener la capacidad de participar realmente en la toma decisiones en los asuntos que competen a su práctica en la institución dentro del marco jurídico que regula al conjunto de la comunidad. Las autoridades unipersonales no pueden planear a su arbitrio la vida académica. La reforma debe mantener la libertad creadora como principio básico de articulación de la academia.

7. Participación docente. Todos los académicos de carrera requieren participar en actividades de la función docente, salvo en casos excepcionales que prevea la legislación como por ejemplo, el disfrute del año sabático u otras actividades institucionales que dispensen no hacerlo. Igualmente, el personal de carrera está obligado a llevar a cabo una investigación. La definición de las cargas de trabajo debe tener en cuenta y respetar el tipo de nombramiento que tienen actualmente los académicos.

8. Tutorías. Para ejercer esta actividad se requiere abrir espacios de encuentro que brinden condiciones para trabajar con los estudiantes, particularmente en las facultades y escuelas. Todos los académicos en los institutos, sin excepción, deben dirigir tesis, preferentemente de grado.

9. Jubilación. La carrera académica tiene un comienzo y un fin. Por muchas razones las pensiones no funcionan para darle salida a quienes han cumplido los años de antigüedad en el trabajo fijados por ley. Este problema es como un hoyo negro que cada vez se hace más grande. Las autoridades educativas quieren resolverlo con una política general cuando en realidad podría tratarse con un enfoque que atienda de manera diferente a distintos segmentos de la población académica. La renovación y el retiro del personal académico de carrera van indisolublemente unidos. No se puede solucionar uno sin solucionar el otro. La renovación es un proceso que puede darse acorde con el retiro.

Vale la pena destacar que la mayoría de mis interlocutores señalaron, desde otra perspectiva, que no de los problemas que más inciden en su labor cotidiana es la tiranía de los secretarios administrativos y el trato despótico que le dan a los académicos. Aunque hay excepciones, todos esperamos que la reforma remedie esta situación.

Ofrecí poner estas sugerencias en blanco y negro, lo que espero haber cumplido bien, porque me dijeron que los académicos no tienen medios para manifestarse y difundir sus opiniones a todo el conjunto universitario. Lo dicho aquí es una postura entre otras muchas. La agenda es, desde luego, bastante más amplia. Seleccionamos estos puntos para empezar. Sentimos que por algún lado se tiene que dar inicio a la expresión de la comunidad.

Más allá, a lo que mis colegas se referían es a la instauración de un modelo laboral para la academia de nuestra institución, que sea de largo plazo. El actual está agotado por la superposición de sistemas de evaluación, la mezcla de jerarquías, las diferentes fuentes de remuneración y el tiempo desperdiciado en llenar informes de control de todo tipo. Ya no resulta benéfico para las necesidades de desarrollo que tiene la academia en estos tiempos y mucho menos para contar con una comunidad científica de alto nivel. Darle un giro al modelo de trabajo académico liberándolo de rigideces y controles burocráticos es central para que la UNAM tenga más capacidades para impulsar la transformación social y para que pueda conducir de manera más provechosa sus intercambios políticos con el Estado.


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