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La razón crítica de la universidad pública
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 50 [2003-09-25]
 

Quiero celebrar y compartir con el lector que campus MILENIO cumple un año de salir al público. Ha sido un esfuerzo colectivo de todos quienes elaboramos el suplemento para llenar un vacío que hoy ya ha cobrado presencia. Muchos de quienes colaboramos aquí somos sociólogos y la sociología, como decía Bordieu, si bien posee todas las propiedades que definen una ciencia, tiene un discurso que resulta molesto para muchos, porque utiliza herramientas para analizar la realidad que tiene el don de la crítica. Más aún cuando el sociólogo se vale del periodismo y usa la palabra para formar opinión, para darla reflexiva y responsablemente a quienes no la tienen.

Nuestra tarea ha consistido en presentar y debatir cuestiones que afectan a la educación superior y, en particular, a la universidad pública, para contribuir al cambio y mejoramiento de instituciones cuyo elemento de trabajo es el conocimiento para formar a las nuevas generaciones y transformar el entorno de la sociedad. El enfoque para recortar el objeto de estudio es político, porque atiende ámbitos de la práctica social esenciales en lo educativo. El texto que sigue no es la excepción. Trata de las relaciones entre la universidad y el gobierno que, por ahora, parecen llenas de tensiones y presiones.

El gobierno actual, como casi todos los gobiernos que lo precedieron, ha resaltado el carácter prioritario de la educación superior. Ninguno ha dejado de mencionar su importancia como eje de la transformación productiva, como un instrumento fundamental para impulsar el desarrollo nacional. En su Tercer Informe, el presidente Fox volvió a insistir en los objetivos de equidad y calidad, así como en la necesidad de impulsar el federalismo educativo y que se responda a los reclamos de un desarrollo integral del país. Los propósitos del discurso son buenos pero la realidad, todavía, lo desmiente. En materia de educación superior, como en los bolsillos del ciudadano medio, el cambio todavía no se percibe.

Éste, se dice, es un gobierno que busca abrir oportunidades. Pero en la educación superior dichas oportunidades permanecen bastante concentradas. Aproximadamente, poco más de un tercio de la matrícula de licenciatura y posgrado se ubica sólo en cuatro entidades federativas adyacentes: Distrito Federal, Estado de México, Morelos y Puebla. Salvo en la segunda, en las otras tres se rebasa la tasa de cobertura del promedio nacional. Se cuenta en ellas a casi la mitad de quienes estudian posgrado y a dos quintas partes de la población que lo ha estudiado. Casi dos de cada tres investigadores nacionales trabajan en instituciones ubicadas en estos estados. Ciertamente, la concentración es un proceso histórico en México, complejo de vencer y más con algunas de las políticas vigentes, que más bien parecen reforzarlo.

En contraste, hay cinco entidades (Campeche, Guerrero, Nayarit, Tabasco y Tlaxcala), que de no revertirse las tendencias quedarán fuera del juego de la competitividad y la globalización, de la posibilidad de formar recursos humanos de alto nivel y contar con conocimiento apropiado a sus necesidades sociales.

Si descontamos del subsidio federal y estatal (2002) lo correspondiente a las instituciones que se encuentran en la capital, las universidades de estos cinco estados reciben sólo 7.6 por ciento del total que se reparte en toda la República. Se trata de universidades con una oferta y demanda de posgrado muy limitada y en las cinco hay menos de 1 por ciento de los investigadores nacionales.

En fin, esta ilustración pone en evidencia no sólo las desigualdades que existen en el país en materia de educación superior, sino también el volumen tan grande de los rezagos. Dejan en claro que en el discurso, el federalismo y la descentralización van y vienen pero que en la acción concreta no hay una visión territorial, tal vez porque no existe un proyecto de país, entre quienes nos gobiernan por ahora, que efectivamente rompa el círculo perverso que liga a instituciones pobres, de estados pobres, con resultados pobres.

Si se insiste en mantener el curso de las políticas es muy posible que estos desequilibrios sociales y regionales se agranden. Habrá mexicanos excluidos de los efectos positivos sobre el bienestar que tienen la educación superior y la ciencia.

En fecha próxima, el Ejecutivo presentará su propuesta de presupuesto para el año 2004. Dado el discurso del presidente en su informe, sería de esperar que para las universidades públicas se eleven los recursos financieros en términos reales y se añada algo más a lo que se agregó en los dos años pasados, fuera de los apoyos extraordinarios. Las universidades públicas que dependen del subsidio federal no pueden seguir debilitándose a riesgo de empeorar las grandes disparidades sociales que ya no son inaguantables en el país.

En el plano institucional se concibe como necesario romper el efecto Mateo: darle más a quien más tiene. Y no se trata de quitarles a unas universidades para darles a otras. Se trata de una defensa común de la universidad publica y, por tanto, del incremento de sus finanzas.

En México hay universidades públicas grandes por su matrícula, recursos y peso político. A éstas les toca encabezar el diálogo con las demás para que juntas puedan esgrimir argumentos en los foros donde tienen voz, tal que se empiece a romper la estrechez financiera. Que no quede lugar a dudas de la importancia que tienen las instituciones académicas públicas para generar las condiciones que se le exigen al desarrollo de la nación.

Por lo demás, para citar de nuevo el pensamiento de Bordieu, el análisis de lo social tiene la particularidad de ubicarse, por lo general, en un campo de lucha. Por esa razón impulsa el cambio de la sociedad. Queremos instituciones públicas académicamente competentes, de calidad, que eduquen bien a nuestros jóvenes para darles perspectivas de futuro.

Y con recursos escasos es difícil cumplir este propósito. Añádase que vivimos en un momento históricos en el cual los ataques a la universidad pública son explícitos y cotidianos, de tensión con muchas esferas del poder. Para enfrentarlos en el plazo inmediato recuérdese que la unión hace la fuerza. ¿Quién convoca primero?


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