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Una política distinta para México
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 124 [2005-04-14]
 

Los acontecimientos políticos de la semana pasada y la trayectoria en la cual se desenvolvieron obligan a reflexionar y a comunicarnos con la sociedad desde la academia universitaria. Decir que en la historia del pensamiento se han construido ideas que orientan al género humano a seguir un camino civilizatorio y llegar a una democracia representativa, legítima, efectiva y duradera, vinculada a los principios de justicia e igualdad, en la cual los ciudadanos eligen libremente a los gobernantes.

Dado que hay mucha confusión en el país acerca de qué es la política en un sistema democrático –grosso modo una actividad en la cual se compite para llegar, organizar, distribuir y ejercer el poder con reglas aceptadas del juego- y dado que se usa a la democracia como ideal político es necesario señalar que el concepto de democracia se entiende de diferente manera entre quienes se disputan la conducción del Estado.

Una fracción de la clase política mexicana sustenta la noción en sus aspectos más clásicos, como la posibilidad de que la sociedad civil intervenga en los asuntos públicos, entre otras formas, mediante el voto libre universal, directo y secreto. Se trata de una democracia participativa e incluyente.

Pero hay otra fracción que me temo considera a la libertar dentro de la democracia, como la libertad de comercio, el imperio del mercado, sin interferencia de quienes no conocen ni tienen por qué conocer cómo se conduce el gobierno. Enarbola la concepción de una democracia controlada desde el pináculo, que se utiliza en privilegio de unos pocos. Le da al concepto un contenido exacto para producir pérdida de significado y confianza en el régimen político y, en su caso, ofrecernos como opción el regreso al autoritarismo.

Si observamos el curso histórico que hemos seguido los mexicanos nos damos cuenta que la mayoría pensamos y queremos una democracia que abra la participación política con igualdad de derechos ciudadanos.

Este enfoque tenemos que refrendarlo constantemente en los hechos y en el discurso, porque quienes tienen por ahora el poder del Estado buscan transfigurarlo y confundir a la opinión pública y al imaginario colectivo para favorecer sus intereses y su continuidad al mando del gobierno. El manejo del concepto a conveniencia es una de las trampas que ponen.

INSTAURAR UNA DEMOCRACIA ELECTORAL

De ahí que se insista en marcar las diferencias del manejo conceptual para precisar hacia dónde quieren conducir la transición las fuerzas presentes en el escenario político del país. Desde el punto de vista de la democracia participativa, según lo entiendo, el propósito de la lucha en el campo de la política es instaurar una democracia electoral plena.

A partir de la cual podamos exigir que nuestros derechos se tornen efectivos, hacer que el gobierno y los partidos le rindan cuentas de sus acciones a los electores y construir un régimen ciudadano, distribuir equitativamente los beneficios sociales y realizar intercambios simbólicos y culturales que nos permitan vivir juntos, dignamente, para seguir siendo una nación. Un retroceso en la democracia electoral es un impedimento mayor para avanzar en las otras dimensiones.

Por otra parte, los académicos usamos categorías y tenemos herramientas de análisis que nos permiten vislumbrar los peligros que se ciernen en las sociedades cuando hay presiones e intereses de poder que intentan hacerlas retroceder, como ocurre en estos momentos en el país.

La confrontación política que hemos presenciado durante el último año pone en riesgo los avances logrados en un largo periodo para construir un modo de vida democrático. Desde uno de sus frentes se busca detener la marcha para que sea la ciudadanía quien decida el rumbo nacional escogiendo libremente a sus gobernantes.

LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACADÉMICOS EN EL DEBATE

En eta coyuntura tan difícil sería extraordinariamente importante que los académicos debatiéramos si nuestra incipiente democracia es sustentable, cómo la fortalecemos, a dónde nos lleva como sociedad la intención de la alianza hecha en la élite del poder para excluir de la competencia política a una fuerza legítimamente electa, organizada y representada en nuestras instituciones.

Examinar lo que pasa y proponer oportunamente opciones para que el sistema democrático en ciernes no se desplome y consigamos verdaderamente un cambio de época que abra posibilidades reales de progreso.

Sería deseable analizar, más allá de lo que señalan quienes hacen opinión pública, cuál es la fuente de las tensiones, cuáles han sido los objetivos políticos que no se han alcanzado, por qué llegamos a una fractura y cuáles podrían ser las consecuencias de un conflicto que aumente la incertidumbre y avive la desconfianza.

Comprender cómo se han entrelazado intereses en un círculo de poder muy estrecho, cuyas decisiones tienen consecuencias nacionales y transmitirle a la sociedad cómo los grandes cambios no pueden quedar fuera de su control.

Reitero una vez más que los productos intelectuales de los universitarios han sido excepcionalmente importantes para crear conciencia y orientar las salidas políticas en la búsqueda permanente de una democracia que sea una experiencia humana perfectible.

DAR VIABILIDAD AL RÉGIMEN POLÍTICO

Con tantos pobres e indigentes, con una población cuya escolaridad promedio es inferior a la básica y con un sistema político en descomposición, resulta una verdadera irresponsabilidad poner a México al borde de una crisis sexenal. Nuestro desafío es ahora, más que en otros tiempos, darle viabilidad histórica a un régimen político con reglas de competencia aceptadas para que el juego consista en adquirir adherentes que voten en el marco de un sistema de partidos.

En los procesos electorales democráticos hay partidos que pierden las contiendas sin menoscabo a que compitan de nuevo, negocien, influyan en el trabajo legislativo y recurran a procedimientos de inconformidad cuando estiman y presentan pruebas ante las instancias legales para que se revisen los resultados electorales y se emita un fallo que los favorezca o no.

Lo que no se puede hacer es reducirle o quitarle de antemano a cualquier organización con registro sus capacidades de competencia y sus posibilidades de triunfo.

La terquedad y la falta de oficio político al proceder de esta forma afecta los derechos del colectivo ciudadano. Queremos un juego limpio y transparente con instituciones públicas sólidas, respeto al debate en los espacios públicos, estimular la educación y una cultura política que lo sustente.

La ineficacia de un gobierno y la ausencia de arreglos institucionales para llegar a acuerdos son dos factores que hacen sentir miedo por la democracia participativa. Cuando se presenta un escenario como éste, igual al que experimentamos, urge concebir soluciones políticas coherentes, reglas de lo que se puede hacer en el juego electoral que impidan el desbordamiento de las fuerzas políticas.

Hoy, de nuevo, requerimos tener una actitud reflexiva, decir una y otra vez de qué estamos hablando, empujar el discurso político para que le dé contenido al debate. Los mexicanos necesitamos una forma de hacer política distinta a la actual y manifestar nuestro compromiso con una praxis política responsable en y desde las distintas ubicaciones y redes sociales en las cuales actuamos.


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