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Políticas públicas y gatopardismo infame
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 116 [2005-02-10]
 

La sociología tiene entre sus padres fundadores a Emile Dirkheim. La transmisión e influencia de su pensamiento viene de fines del siglo XIX y ha llegado hasta nuestros días. Del amplio bagaje de sus ideas recojo sintéticamente lo siguiente: la educación desarrolla las facultadles del ser humano, pone en contacto a las generaciones e interviene en la socialización de las personas; tiene una función colectiva y por ello es de interés del Estados.

La educación integra a la sociedad, la impulsa a desarrollarse y estimula participación de las personas en los asuntos públicos. Quien no la recibe o la recibe de manera insuficiente no consigue realizar plenamente ni como ser humano ni como participante en las tareas esenciales que le imprimen dinámica a su colectividad.

Dado el contexto actual en el país, no avanzaremos para dejar atrás nuestro histórico rezago social si no se recupera el sentido de lo público y de la justicia social en la educación. El encantamiento de dejar a las instituciones educativas sujetas a las fuerzas del mercado no ha generado buenos resultados.

El Estado necesita comprometerse de lleno y tener la capacidad de conducir a la educación, sostener a la universidad pública y a la ciencia de una forma más provechosa, para que le sirvan a la sociedad como ejes de su transformación en pos de una mayor igualdad entre sus miembros. Que el Estado se reforme y asuma este papel es uno de los retos más grandes que tenemos como nación.

El país ha llegado a un punto de ruptura de su tejido social que ya es muy difícil que resista otro sexenio sin que se aprecie una mejoraría de las condiciones de vida de las mayorías. Y destruir las barreras para que disminuya la pobreza pasa necesariamente por eliminar las desigualdades educativas entre los grupos sociales y en el territorio.

Se dirá que ha habido una mejoría de las características educativas de la población, lo cual es innegable. Por ejemplo, la escolaridad promedio de la población de 15 años y más pasó de 6.6 años en 19990 a 7.6 en 2000. Para el ciclo escolar 2002-2003 el promedio aumentó a 7.8. El avance ha sido francamente insuficiente, pero además mal distribuido.

Para ilustrar esto último obsérvese lo siguiente acerca de las diferencias sociales. En el año de 1984, la población económicamente activa ubicada en el decil inferior de la distribución del ingreso tenía un promedio de 2.96 años de escolaridad.

En 2002 su promedio creció a 359. La ubicada en el decil más alto tenía en la primera fecha un promedio de 9.04 años de escolaridad y en la segunda fecha 13.26. Las diferencias entre ambos grupos aumentaron de 6.1 años de escolaridad en 1984 a 9.7 en 2002 (las cifras provienen del Tercer Informe de Gobierno del presidente Vicente Fox).

La conclusión es evidente. Los más pobres tuvieron una ganancia ínfima de escolaridad (0.63). Los más ricos fueron quienes volvieron a ser los ganadores (4.22 años).

Pasemos al territorio. Entidades como Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Hidalgo y Michoacán tienen un alto rezago educativo (definido como el porcentaje de la población de 15 años y más con instrucción básica incompleta) y tasas de cobertura en educación superior que estaban por debajo del promedio nacional (22.2 por ciento sobre el grupo de edad respectivo) en 2002. Las diferencias con entidades como el Distrito Federal, Nuevo León, Baja California, Sonora y Jalisco vienen de muchos años atrás y son de una magnitud considerable en ambos indicadores.

Y ni que decir de la investigación científica. Somos un país donde el gobierno invierte una proporción magra en esta actividad, si se aprecia el gasto federal sobre el producto interno bruto. Nos situamos, en la era de la sociedad del conocimiento, en el grupo de los 162 países que conjuntamente realizan menos de 2 por ciento de la producción científica en el mundo.

En el territorio, la actividad científica tiene un desarrollo desigual y concentrado. Un número muy reducido de entidades tiene casi 60 por ciento de los investigadores nacionales. En contraste, hay más de una decena de entidades federativas don de no hay o sólo existen algunos cuantos miembros del Sistema Nacional de Investigadores.

Así, es evidente que México no puede competir con los sistemas académicos del mundo desarrollado y me parece un error tomarlos como paradigma a seguir. Más bien creo que deberíamos usarlos de la mejor manera, colocarnos por delante de países en igualdad de circunstancias que el nuestro y, de plano, producir conocimiento relevante a nuestras necesidades más urgentes.

La desigualdad social –que va de la mano con las posibilidades de ir a la escuela y ser alguien en la vida o con tener acceso al conocimiento- es uno de los obstáculos más formidables para que México crezca y se desarrollo.

En educación y en ciencia necesitamos un cambio de fondo porque de continuar el tipo de políticas que se han seguido en los últimos tres gobierno iremos por caminos que ninguno deseamos, de los cuales ni tenemos conciencia de los hechos.

Los partidos políticos que va a entrar a la contienda electoral por la Presidencia de la República deben tener muy claro que el próximo gobierno necesitará dar un salto cualitativo en materia educativa, en educación superior, ciencia y tecnología.

No se puede continuar con este gatopardismo infame si se quiere construir una democracia que nos permita reconocernos y respetamos: hablar, escuchar, dialogar e influir en el destino nacional, no sólo ir a las urnas.

La educación en general, las universidades públicas y la investigación científica son imperativos para una transformación social integral, crear una nueva moral en la cual se soporten los cambios, lograr un crecimiento económico sostenido, progresar en lo técnico, contar con una ciudadanía reflexiva, que pueda hacer uso público de la razón, e igualar para todos las oportunidad de educarse y acceder al conocimiento.

Esperamos que quienes pretenden gobernarnos sustenten una visión distinta de la que ha privado en el pasado reciente respecto a la educación. Vamos a observar sus planteamientos y la prioridad que le otorguen rumbo al año 2006.


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