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Universidad, política y políticas
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 400 [2011-01-27]
 

Sí, soy uno de los que sienten gran alegría porque Campus haya llegado a este ejemplar número 400. Nos fue difícil arrancar, quizá no imaginábamos al comienzo que podríamos ir tan lejos y, en la actualidad, salir cada semana nos sigue costando un cúmulo de trabajo y dedicación. Mucho esfuerzo, diría yo, del director del suplemento y de su equipo de colaboradores. Imaginación, tesón, información y análisis de parte de un grupo de académicos, quienes escribimos los editoriales. Hoy, tenemos un medio consolidado que trata de hacer una reflexión seria sobre el campo de la educación superior e intervenirlo con nuestras ideas. Contamos con un medio para divulgar conocimiento que es consultado por un público amplio.

En este texto vuelvo a lo que ha sido mi interés intelectual y académico en los tiempos recientes, que va más allá de la duración de Campus: la universidad y la política del cambio institucional. Traigo de nuevo el tema para tratar varios asuntos actuales relacionados con él. Quiero aprovechar lo representativo de este número para insistir en lo que a mí me parece relevante de tener en cuenta cuando se habla de transformar la universidad pública del país. Dividiré mi exposición en ocho puntos.

1. Situación actual de la educación superior

Un breve repaso de dónde estamos es obligado para decir qué nos falta modificar o considerar para el cambio. En el pasado reciente se ha elevado la tasa de cobertura general, pero un buen número de entidades federativas no llega al promedio nacional o apenas lo rebasa. Habrá que refinar, además, los cálculos sobre cobertura. Las becas para los estudiantes de familias de bajos ingresos han sido una ayuda, pero los montos de las mismas se han mantenido y el programa viene perdiendo efectividad. El aumento de la matrícula seguirá centrado en las instituciones públicas, lo cual significará aumentar la planta de maestros, infraestructura y equipos.

Habrá que revisar el Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios (RVOE) para que muchas universidades privadas dejen de cometer fraudes académicos. Me parece, igualmente, que la certificación de programas y el porcentaje de estudiantes atendidos por programas de excelencia en las universidades públicas esconden enormes simulaciones. Uno se cansa de ver programas oficiales en los cuales los problemas pedagógicos ni se mencionan. Es insostenible dejar que se mantenga la distribución disciplinaria de la matrícula. Igual que es insostenible la concentración de posgrados y de investigadores nacionales en unas cuantas entidades federativas.

Por otra parte, hay que darle solución a varios problemas que estructuralmente son urgentes de resolver, como el de la ampliación social y geográfica de la cobertura educativa, el reordenamiento de los instrumentos jurídicos, la evaluación y el financiamiento; este último porque lo que se otorga de subsidio es insuficiente y porque los recursos no se entregan con oportunidad. Además, porque es indispensable desligarlo de la república de los indicadores, que nos ha permitido avanzar pero que ahora choca con la realidad y nos detiene.

Entonces, ha habido cambios, se notan, pero son insuficientes. Como estamos ya frente a la perspectiva de un nuevo gobierno federal, es interesante comenzar un ejercicio para el debate de propuestas indicando qué rubros de la educación superior todavía requieren transformarse para impulsar a la sociedad mexicana a una etapa de desarrollo sostenido, con democracia y justicia social.

2. Universidad y modelo de desarrollo

Estoy absolutamente convencido de la importancia que tienen las universidades para impulsar el cambio social. Después de un periodo en el cual hubo intereses para desacreditar a estas instituciones y después de hablar de su ruina y desaparición, hoy, de nueva cuenta, a varios decenios de redefinición del capitalismo en el mundo, los estudiosos del tema y los políticos aceptan que las universidades son piezas estratégicas para avanzar en la globalización. Educación superior y universidad van de la mano con el progreso de la sociedad.

Para que México salga de la crisis se necesita poner en marcha un nuevo modelo de desarrollo. Y para tal propósito las universidades tienen que colaborar en su formulación y aplicación. Tarea de la mayor trascendencia, porque conlleva implantar un nuevo modelo cultural que restituya la confianza de unos con otros, para que nos convirtamos en un “nosotros”, en una sociedad con esperanza que luche por tener una nación libre de violencia, con buenos niveles de vida y mejor colocada en la esfera internacional. Para que las universidades puedan cumplir sus cometidos futuros se requieren cambios políticos y de políticas en la educación superior. Construir una visión amplia de la educación acorde con lo que se espera sea el siglo del conocimiento.

3. Universidad, ciencia y desarrollo

En el futuro inmediato, producir conocimiento que ayude a satisfacer las necesidades y perspectivas de crecimiento económico de la sociedad, adecuado a la producción de otros conocimientos, será crucial para impulsar un nuevo modelo de desarrollo. Fortalecer la actividad científica en las universidades será un imperativo. Una política del conocimiento exitosa está relacionada estrechamente con una política de educación superior.

Es fundamental ligar ciencia, educación superior y desarrollo del entorno local. La situación social que vive México está demandando a las universidades públicas respuestas a sus problemas. El propósito de fortalecer la investigación científica en las universidades públicas es para elevar la calidad de la docencia, y para que el conocimiento sirva al desarrollo local y a la competitividad nacional.

4. Responsabilidad y compromiso social: ejes de la evaluación

Como ya se hace en varias universidades públicas estatales (e.g. la UADY), las instituciones pueden orientar su actividad con base en la responsabilidad y el compromiso social. Dos dimensiones que deben servir para evaluar la acción institucional. Evaluación que hace más sentido para definir las agendas de investigación y los programas docentes. Que hace más sentido para evaluar hasta qué punto las instituciones hacen lo que se proponen.

Desde mi punto de vista, la política de evaluación se puede construir teniendo en cuenta que de ella se derivan otras políticas. Por eso, es de vital importancia cambiarla en su orientación, contenido e instrumentos. La actual está completamente agotada y es un obstáculo para tener una buena ciencia y una buena docencia.

El eje de la evaluación para impulsar la vida académica está en las instituciones. A éstas se les debe pedir cuentas sobre el rendimiento de sus estudiantes y el desempeño de sus académicos. En ellas, los directivos son quienes tienen la obligación de organizar y hacer que se cumplan los objetivos y, por lo tanto, también a ellos se les debe evaluar. La evaluación necesita tener en cuenta que cada institución tiene rasgos y condiciones de operación específicas que influyen sobre el trabajo de los académicos y su desempeño.

Dos puntos aparte sobre la evaluación. Uno. Las instituciones deben tener dependencias propias que evalúen sus insumos, procesos y productos. Y admitir la evaluación de sus programas docentes mediante procedimientos e instrumentos cuya validez y confiabilidad estén probadas y aceptadas por las autoridades educativas y las asociaciones institucionales. No sería ocioso pensar en una especie de sistema nacional de docencia de la educación superior.

Dos. Como tampoco está de más enfilar las baterías a la formación de un Consejo Nacional de Evaluación de las Políticas Educativas del Nivel Superior, organismo descentralizado con autonomía que no sólo articule todos los planos e instancias que se dediquen a evaluar, sino también que vaya calibrando los avances del sistema educativo, de tal forma que la evaluación deje aprendizaje institucional para el cambio de las políticas.

5. La evaluación de los académicos

En el ámbito individual, la evaluación debe remontar la simulación. Las exigencias son tales que, para cumplirlas, republicamos y republicamos. Los académicos estamos a punto de saturación de informes y evaluaciones por todos lados. Trabajamos para acumular puntos que nos den dinero. Las vocaciones se han deformado y tal deformación la estamos heredando a los académicos que vienen. Ninguna de las comisiones evaluadoras tiene tiempo para leer o analizar en su sano juicio el volumen de documentos probatorios que se exigen. Lo repito una vez más: este sistema es perverso y está obstaculizando el desarrollo de la ciencia en México.

La evaluación que nos hagan de aquí en adelante debe partir de la confianza en nosotros y en lo que hacemos, con criterios e instrumentos apropiados a cada una de las disciplinas, con sensibilidad para captar las diferentes modalidades de investigación que se siguen. Con agudeza para ir observando trayectorias académicas y cambios en los estilos pedagógicos que requerirán implantarse para el aprendizaje con las nuevas tecnologías.

Por otro lado, el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) ha jugado un papel extraordinario para mantener una comunidad científica que responda a las necesidades del país. La evaluación es voluntaria y la membresía da prestigio y dinero. Lamentablemente, el número de solicitudes está excediendo las posibilidades que tienen las comisiones de hacer una buena evaluación, que no puede basarse en el conteo de las publicaciones ni en dictámenes codificados que no responden a lo que es un juicio razonado de pares.

En el SNI es urgente pasar a una nueva etapa de la evaluación centrada en las trayectorias, en el análisis del contenido de lo publicado y de las metodologías que se siguen para producir conocimiento, así como también de la formación de investigadores y de la participación en grupos multidisciplinarios y en redes. Sin dejar de tener en cuenta que el asesoramiento al sector y a los poderes públicos, así como el desarrollo de tecnologías e innovaciones y la divulgación científica, son rubros que deben cobrar fuerza en la evaluación. La investigación no es sólo para publicar artículos académicos.

6. Los jóvenes universitarios

Hay quienes piensan únicamente en evaluar el aprendizaje de los estudiantes, pasando por alto muchas cosas que se relacionan con él y con la vida de los jóvenes. El rector de la UNAM, José Narro, ha insistido en dos puntos relevantes. Uno, ¿qué hacemos en un país de jóvenes para darles perspectivas de futuro? Otro, los estudiantes son la razón de ser de la universidad. Sobre el primer punto, los estudiosos de la juventud han venido dando algunas respuestas. Sobre el segundo punto, me atrevo a sostener que falta investigación para conocer más a fondo a los jóvenes universitarios y, en consecuencia, para formarlos mejor.

Necesitamos conocer cuáles son las prácticas escolares de los jóvenes universitarios, cuáles son sus intereses de conocimiento, cómo se integran a qué grupos dentro de las universidades, cómo desarrollan sus identidades con la institución, las perspectivas que consideran tener para trabajar al salir de la universidad y tantas y tantas cosas más que se relacionan con el rendimiento escolar y con la ausencia de políticas que atiendan las condiciones académicas y sociales tan distintas de los jóvenes universitarios a partir de sus perfiles.

Urge tener información y análisis sobre la población de jóvenes universitarios para ir desarrollando pedagogías que les resulten atractivas para una mejor formación humana y científica. Las nuevas tecnologías y los intereses de los jóvenes lo están demandando. Hoy, buena parte de los jóvenes universitarios utilizan a diario la computadora, y la universidad es el lugar donde la utilizan principalmente. Sabemos también que los índices de deserción y reprobación varían por carrera y que muchas fallas se dan en este nivel. ¿Cómo podemos mejorar las interacciones entre profesores y alumnos en el contexto del devenir de la ciencia y la tecnología? ¿En qué está débil la docencia?

Los estudios de De Garay, Suárez, Pérez Islas, Durand, Miranda y el de Buquet et.al. son, en este momento, buenos insumos intelectuales para ir hacia adelante en el conocimiento de este grupo que, por lo demás, ha tenido acciones, cruciales en la historia, que han cambiado a las instituciones. En lo que toca a este grupo social, la política y las políticas universitarias son un campo de amplio horizonte que no se puede dejar de lado cuando se trata de cambiar a las universidades.

7. Un problema que se agudiza

Todos los que están en la vida política de las universidades conocen que existe un serio problema con el retiro de los académicos. Se dice que no se puede resolver porque faltan recursos económicos para ello. Y las tendencias indican que el problema se vuelve más serio cada día que pasa. Pero nadie quiere hablar del asunto, comprometerse a estudiarlo y presentar soluciones que se apliquen institucionalmente.

El régimen laboral y la forma de remunerar a los académicos mediante becas al desempeño, con ingresos que no cuentan para la jubilación, los dejó con salarios magros de los que se desprenden cantidades pequeñas para la bolsa de retiro, la cual es insuficiente para tener un modo de vida digno en la vejez y sortear los costos de salud que en esta etapa se elevan.

Para que se logre un cambio pausado del personal académico y para que crezca la planta que satisfaga el aumento de la cobertura en los próximos años, las autoridades del gobierno y las de las instituciones necesitan plantear varias salidas para el retiro de sus académicos, que al mismo tiempo permita a las universidades adquirir recursos para nuevas contrataciones y agregar parte de los ingresos que pagan al retiro de quienes se jubilen.

Hay estudios ya hechos y experiencias en marcha que indican que sí se puede y que es factible derrotar al fantasma de la falta de dinero. Lo que de verdad hace falta es voluntad política y solidaridad con los maestros de toda la vida. La inercia y la inacción en este caso podrían provocar un colapso académico de magnitudes insospechadas, impedir los cambios institucionales deseables para el futuro del país.

8. Desburocratizar el gobierno universitario

Hace mucho tiempo leí que para el avance académico de las universidades se requería un gobierno eficaz y eficiente, legítimo, activo para impulsar la academia. Lamentablemente, por las políticas oficiales y los modos de estructuración del poder en el sistema de educación superior, las universidades han marchado con una creciente burocratización de las funciones de su gobierno y su administración.

Este problema no es menor. La burocratización ha provocado rigidez en la toma de decisiones, tensiones entre el cuerpo directivo, prepotencia de los administradores con quienes tratan los académicos cotidianamente. Pérdida de la autoridad académica, más dedicada a reuniones de todo tipo que a organizar mejor la academia. Hoy, el ISO 9000 se ha convertido en pesadilla de todo mundo en las universidades, pero, igual, ningún funcionario universitario se atreve a decirlo y actuar en consecuencia.

En breve, desburocratizar el gobierno y la administración universitaria, darle fluidez al poder universitario, retomar la autoridad por la vía del reconocimiento académico, la participación en la toma colegiada de decisiones y eliminar los controles absurdos a la vida académica son puntos que no pueden quedar fuera de la reflexión y de la acción política para el cambio de las universidades.

Hay mucho, mucho más para decir y para sugerir sobre estos asuntos. Esperamos que los cambios políticos que vienen en el país se acompañen de cambios en las políticas educativas mediante la interlocución directa con los académicos.


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