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México grave
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 364 [2010-04-15]
 

Hay que aceptarlo: México está pasando por una situación grave. La gravedad se palpa cotidianamente en el estado de frustración, ansiedad y angustia en la que están tantos mexicanos y no solamente por cuestiones económicas, que por supuesto es un elemento que afecta a muchos, sino de desánimo y desconfianza que existe debido a que hoy en el país lo que impera es una realidad llena de inmoralidad, corrupción, violencia, abusos de poder, inseguridad y muertes. Y como esta realidad de sucesos negativos se ha prolongado demasiado, el nivel de tolerancia de los mexicanos ya se encuentra rebasado, tanto así que muchos son los que piensan que lo mejor es abandonar el país y están buscando un lugar mejor para vivir. Varios son los que están convencidos de que no se puede hacer nada por solucionar lo que hoy se vive en México pues, con razón, señalan al gobierno como principal culpable.

No ha habido un gobierno, cuando menos de lo que va de Díaz Ordaz para acá, del que se pueda decir que ha actuado con honradez, justicia y razón cabal. Además, la historia reciente ha dejado claro que la corrupción y la ineficiencia políticas van más allá del partido que esté en el gobierno y que ha sido práctica generalizada que los gobernantes dejen de lado el interés nacional para poner la política, toda, en favor de intereses particulares, incluso extranjeros. A este respecto, destaca el periodo de Carlos Salinas y, por supuesto, Fox representa el ejemplo burdo de este tipo de política. Fox se encargó de dar a las esperanzas de mejoría y cambio de los mexicanos una óptica privatizadora, al tiempo que promovió la lógica changarrera, la cual descansa en la búsqueda de obtener ganancias, pasando por quien sea y a partir de lo que sea. Evidentemente, con esta lógica y ante la creciente pobreza que desde hace mucho se palpa, la vida se construyó, en el país, a partir de la necesidad de luchar por la supervivencia.

Hoy, a diez años de que el Estado mexicano ha sido conducido por gobiernos “del cambio”, nos encontramos en un país que, por donde se le vea, está francamente changarrizado: sucio, escaso de recursos, descuidado y lleno de atropellos y riesgos. Y es en este contexto de changarrización en el que ocurren las condiciones de existencia de los y las jóvenes mexican@s y, lamentablemente, no se puede esperar que esto “se cure con los años”, sobre todo porque después de Fox llegó Calderón, quien, utilizando nuevamente la lógica neoliberal, pero en otro de sus canales, decidió “competir” con las organizaciones del narcotráfico. Tan es así que hoy el gobierno mexicano es causante, o cuando menos protagonista, de tiroteos y vejaciones de los que las principales víctimas han sido los ciudadanos, entre ellos varios jóvenes estudiantes. De hecho, entre gobierno y sicarios se ha establecido una competencia por la posesión de armas de alto poder y por causar muertes. El criterio de “ganar para no perder” se aplica sin sensibilidad alguna.

Lo anterior es de suma importancia para comprender desde dónde y cómo la sociedad mexicana se ha estado produciendo a sí misma y cuáles están siendo los elementos que en este momento histórico están participando en la construcción de las identidades juveniles. Resulta preocupante que la precariedad, la inhumanidad y el agandalle se estén naturalizando y los comportamientos delincuenciales, significando a manera de triunfo. Y esta naturalización de valores y comportamientos perversos se está dando no sólo entre los jóvenes pobres que, lamentablemente, suelen ser considerados como desechables y cuya condición juvenil está atravesada por el desencanto, la marginación de los procesos sociales y por sentimientos de rabia, sino también entre los jóvenes privilegiados, en el sentido de que tienen asegurado el acceso a bienes, a informaciones y conocimientos, a trabajo, al mundo, etcétera.

Es más, incluso entre los jóvenes que orientan sus vidas por medio de la lógica del esfuerzo, que estudian y a la vez trabajan, que aportan ingresos a sus familias y que hacen hasta lo imposible por no quedar excluidos socialmente, la condición juvenil se encuentra atravesada por la necesidad de hacer y aceptar trampas, soportar vejaciones, vivir en la apariencia, sufrir despojos de su patrimonio y tener que conformarse con recibir y producir servicios y productos de calidad dudosa.

Habiendo puesto en este artículo, como contexto y trasfondo de la situación de gravedad que hoy se vive en México, a la asignación de valores por la vía del uso del poder y la actuación de las autoridades que han gobernado al país, ahora apunto una posibilidad de salir de tan grave situación. Opino que lo primero que debe hacerse es erradicar el hábito implantado de la absolución colectiva (todos perdonamos los abusos de todos) y darnos cuenta de que aunque el principal culpable ha sido el poder público, hoy la crisis de valores que hay en México nos implica a todos. Entonces la solución pasa, necesariamente, por llevar a cabo un auténtico y profundo cambio cultural. Evidentemente, para hacerlo una cuestión decisiva se deberá reconstruir el sistema educativo con el fin de que el compromiso, sentido y procesos de la educación se liguen inexorablemente al emplazamiento de la ética. ¿Cuándo comenzamos?


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