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El rechazo en las IES, ¿cuál es la opción?
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 360 [2010-03-11]
 

Uno de los principales problemas que enfrentan los jóvenes en México es su integración a las instituciones, la cual no sólo se les presenta, a muchos, llena de sinsentidos sino, sobre todo, excluyente, adversa y plagada de obstáculos. Es que en la sociedad de hoy, llamada sociedad del riesgo, cada vez es mayor la probabilidad de encontrarse con puertas cerradas y de enfrentar una serie de rechazos y atascos que lo llevan a uno a vivir haciendo vericuetos y dando tropezones. Y, si bien no puede negarse que los tropiezos pueden resultar en aprendizajes y fortalecimiento, sin duda podemos contar varias historias en las cuales se convirtieron en desencantos, desconfianzas, frustraciones y fracasos. Por supuesto, el problema no está en cómo se reacciona ante los obstáculos, sino en cómo se presenta el horizonte de posibilidades, porque muchas veces no existen puertas alternativas o tan sólo quedan las de emergencia.

En el campo de la educación superior, según lo han mostrado los resultados provenientes de diferentes encuestas recientes, la mayoría de los jóvenes mexicanos considera que este nivel de estudios es necesario y aspira a cursarlo. Sin embargo, muchos perciben que la educación superior está fuera de su alcance o que, de lograr el acceso a este nivel educativo, les será difícil ingresar a la carrera que escojan y mucho más lo será ingresar al establecimiento deseado.

Por supuesto, existen diferencias marcadas en cuanto a las posibilidades reales y a las percepciones de los jóvenes sobre sus oportunidades educativas, según disponibilidad o escasez de recursos económicos, sociales y culturales. Preocupa que la sociedad mexicana esté construyendo a su juventud relacionada con la escasez, de todo tipo, y con los valores de la competencia porque, en general, los jóvenes mexicanos que logran terminar el bachillerato están propensos a sentirse angustiados respecto del acceso a la educación superior, particularmente en lo que se refiere al centro educativo al que lograrán ingresar.

Los datos de la Encuesta Nacional de Alumnos de Educación Superior (ENAES), levantada durante el ciclo escolar 2008-2009, muestran que sólo 62 por ciento del total de los jóvenes que cursan opciones educativas de este nivel en México, estudia en la escuela de su preferencia. Seguramente, esto se relaciona con el hecho de que la oferta de educación pública de este nivel en el país resulta insuficiente para atender la demanda y, por lo tanto, el número de rechazados es grande.

Además, las inscripciones y cuotas por concepto de colegiaturas en las instituciones particulares de prestigio son caras y, por lo tanto, aunque muchos jóvenes aspiren a ingresar a ellas, los más tienen que conformarse con realizar sus estudios en escuelas particulares que se ajusten a su capacidad económica.

Cabe aquí llamar la atención al hecho de que el porcentaje de alumnos de educación superior que declaró no estar realizando sus estudios en la escuela de su preferencia es mayor en los establecimientos privados respecto de los de régimen público. Es más, la mayoría (52 por ciento) de los jóvenes en centros educativos particulares dijeron que la escuela a la cual asisten no fue su primera opción. En cambio, entre quienes estudian en universidades públicas federales este porcentaje es menor a 25 por ciento. Y sabemos, por la misma fuente, que esto se debe a las percepciones que sobre el prestigio y la calidad académica de las instituciones tienen los alumnos. De hecho, más de 70 por ciento de los estudiantes de este tipo de universidades apuntó el prestigio y la calidad académica como razones principales para realizar precisamente ahí sus estudios; en cambio, entre los estudiantes de instituciones particulares el porcentaje alcanzó 53 por ciento.

Pero, no vaya a servir lo expuesto en este texto para que, como ya lo han hecho antes, los interesados en impulsar la educación superior privada en México emprendan acciones para tratar de debilitar y desprestigiar la educación pública, particularmente a las instituciones con mayor prestigio. Ya ha sido probado que con este tipo de acciones lo que se logra es potenciar la desconfianza de la juventud mexicana hacia el país y sus instituciones e incrementar los sentimientos de miedo al fracaso, vulnerabilidad y frustración. La opción, en cambio, es asegurar que la oferta educativa de nivel superior sea suficiente para responder a la demanda y que las instituciones, todas, realicen su labor académica con calidad para que de ahí derive su prestigio.

De lo que se trata es que en el país los anhelos y esfuerzos educativos de los jóvenes sean realmente bienvenidos y apoyados y de que la juventud así lo sepa, lo crea y lo viva.




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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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