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Patentes universitarias. Tercera parte
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm 359 [2010-03-04]
 

Señalamos la semana pasada el pobre desempeño de la industria y otras agencias del país en la obtención de patentes, en particular si se establece un contraste con países desarrollados, por ejemplo los del área OCDE, y aún si nos comparamos con economías como las de España o Brasil que están mostrando un notable despegue en materia de aplicación de conocimientos científicos a productos y servicios.

Además del número de patentes solicitadas y obtenidas por año, el análisis de los sistemas de innovación suele referirse a otros indicadores complementarios. En primer lugar, los denominados indicadores de intensidad, que relacionan la cantidad de solicitudes de patentes con la riqueza nacional y con la inversión en ciencia y tecnología. En estos rubros el desempeño nacional reitera la escasa competitividad del país en la economía del conocimiento. Según el indicador del número de solicitudes de patentes requeridas por tecnólogos nacionales dividido en miles de millones de dólares del PIB, ajustados al poder adquisitivo de la moneda en cada país, el dato para México es de 0.5. En comparación, el dato de Brasil es de 2.3, el de España de 2.6 y el de Estados Unidos de 18.6.

En cuanto al número de solicitudes de patentes en función del gasto (público y privado) en investigación y desarrollo, el indicador de México equivale a 0.10 solicitudes por cada millón de dólares ajustados, mientras que en Brasil es de 0.29, en España 0.22 y en Estados Unidos 0.72. Este dato muestra, para el caso de nuestro país, una doble deficiencia: por un lado, como es sabido, la inversión en ciencia y tecnología es escasa; por otro, el producto de aplicación tecnológica que se obtiene guarda una proporción inferior al de economías con mayor grado de inversión en ciencia y tecnología.

Un segundo grupo de indicadores remite a la condición de dependencia tecnológica de la economía nacional dada la capacidad de generación de patentes. Al respecto los datos del Conacyt son bastante elocuentes. Según la más reciente edición de los “Indicadores de actividades científicas y tecnológicas” (2008), la relación de dependencia tecnológica de México, considerada en función de la proporción de patentes nacionales entre patentes extranjeras conseguidas en México es de 26 puntos, lo que quiere decir que por cada solicitud nacional para patentar en México se presentan 26 del extranjero. En contraste el indicador de dependencia para Brasil es de 5.4 solicitudes extranjeras por cada nacional, y en España de 0.10, lo que significa que en este país el número de solicitudes nacionales es diez veces superior al de solicitudes provenientes del exterior.

Por último, uno de los datos más contundentes es del de la proporción de solicitudes por cada diez mil habitantes. En este indicador, también conocido como “coeficiente de inventiva”, el dato para México es de 0.05, mientras que el de Brasil 0.20 y el de España 0.72. Con toda esta evidencia no es necesario insistir en el argumento según el cual la brecha que separa a México de las economías basadas en la aplicación de conocimientos no solo prevalece sino que se está ensanchando de manera más que preocupante.

¿Qué tipo de invenciones son las que se patentan en el país y cual es, en todo caso, la participación del sector académico en esta tarea. Abordemos por ahora la primera cuestión. Según las estadísticas del Instituto Mexicano de Propiedad Industrial, del total de patentes otorgadas por año, el principal renglón, prácticamente una tercera parte del total, corresponde a bienes de consumo, rubro que comprende toda clase de manufacturas cuyo propósito inmediato es la colocación en el mercado. Otros rubros importantes son los que corresponden al área de química, que abarca, entre otros aspectos, tecnologías para el sector salud, así como las patentes orientadas al mejoramiento de las técnicas industriales. En cambio, la cantidad de patentes otorgadas en las áreas de mecánica, física y electricidad, que en países desarrollados ocupan las primeras posiciones de la clasificación por áreas, en México son menos relevantes. Llama por último la atención el decrecimiento del número de patentes en el sector de construcción, que tradicionalmente había concentrado una cuota significativa de las patentes otorgadas.

Dejamos para la próxima semana el comentario sobre las patentes conseguidas por las universidades y centros de investigación del país.




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