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Los desafíos al cambio universitario
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 354 [2010-01-28]
 

El cambio institucional es constante en las universidades públicas. Hay una preocupación recurrente por la transformación, por ponerse al día, por ir a la vanguardia del conocimiento. Es una actitud de fondo en la academia. Pues bien. Hemos vivido un periodo de cambios sustanciales y aún tenemos desafíos enormes.

Las universidades públicas de hoy son bastante diferentes a las que había en los años sesenta del siglo pasado. Uno de los factores del cambio ha sido el avance e incorporación de la tecnología. Ilustro el punto con lo siguiente. Quienes estudiamos Ciencias Sociales en la UNAM, en la época del doctor Chávez, leíamos sobre el desarrollo endógeno, hacíamos cálculos estadísticos con unas máquinas Friden gigantescas, perforábamos tarjetas de 80 columnas y usábamos una clasificadora para contar y hacer análisis multivariado con tablas de dos por dos. Teníamos acceso a la tecnología sólo en la universidad y ahí nos enseñaban a creer en la ciencia.

Desde entonces, no sólo la tecnología cambió. Llegaron nuevas corrientes de pensamiento y teorías que nos permitieron formular preguntas pertinentes sobre los problemas sociales. La actividad académica se fue transformando, al mismo tiempo, con nuevos patrones de demanda social a la universidad, que ha sido receptáculo de la dinámica de los modos de producción y transmisión del conocimiento. Los cambios teóricos y tecnológicos ocurrieron con otros de la academia que terminaron por modificar la manera de trabajar de los jóvenes. Los jóvenes que estudian actualmente disciplinas sociales, por ejemplo, ven al país en medio de la globalización, acceden a computadoras y tienen internet en su escuela, saben de comunicaciones satelitales, consultan Wikipedia para hacer sus prácticas y les agrada la mezcla de conocimientos. Ejercen la interdisciplina como una necesidad de su formación profesional. Muchos tienen computadoras en casa, algunos otros iPod y desde ahí, información del mundo. Hoy las culturas juveniles son diferentes a las que había hace cincuenta años, lo mismo que su expresión en el campus. También es distinto el contexto empírico en el cual se encuentra la universidad, sus símbolos y la ética de su trabajo cotidiano.

Lo mencionado se ha dado a lo largo de la historia reciente. Las universidades públicas hoy están en otro nivel. Contamos con una buena porción de profesores e investigadores con posgrado. Tenemos académicos muy buenos, experimentados, de nivel internacional, y la cobertura se ha extendido. Y, no obstante, reconocemos que en muchas instituciones faltan recursos, que el personal académico ha envejecido, los jóvenes profesores no ganan suficiente y para ser parte del cuerpo docente han aumentado los requisitos. Las tareas académicas se han diversificado al extremo, perdiéndose mucho de las cuestiones centrales. La evaluación es excesiva, al punto de poner en tensión a profesores e investigadores, estrés que afecta su labor y las relaciones con los alumnos. En las universidades han cambiado las formas de gobierno, las relaciones de poder que lo estructuran y su organización. Las burocracias han ganado privilegios más allá de lo justo.

Hay malestar universitario a pesar de muchos cambios positivos. Este malestar es nuestro reto inmediato, porque queremos ser mejores y porque sabemos que podemos serlo. Y para ello hay que estimular la participación de la comunidad en los procesos académicos, en los cuerpos colegiados, en la toma de decisiones. Modificar la composición y la dinámica de la autoridad colegiada, recuperar la legitimidad de la autoridad unipersonal con base en el conocimiento y en los méritos académicos. Llamar a la dirigencia institucional para que genere condiciones para el cambio.

Los cambios que nos esperan requieren tener en cuenta la adversidad del contexto social en el que se mueven las casas de estudios. Hace medio siglo había certeza en el país de que estudiar en la universidad era en provecho del desarrollo nacional y para avanzar en la escala social. Lo que existe desde hace algunos años, ligado al nuevo capitalismo, es la corrosión del carácter, el desempleo, la rotación de trabajos. La depresión de la gente vulnera, fragmenta, debilita, crea condiciones para flexibilizar el trabajo, para que se pague menos. Hay deterioro social, un mercado de trabajo profesional estrecho, relaciones tensas con los gobiernos por el subsidio, etcétera. Hay voces que dicen que no cumplimos. Campea la incertidumbre, que es necesario vencer creando confianza. Los desafíos que enfrentamos adentro y afuera del campus son tan pesados que en estos tiempos ha sido recomendable tener una actitud de resistencia frente a los embates de quienes no quieren hacer una verdadera educación pública.

Pero todo tiene un límite. La combinación de factores externos e internos que por ahora detiene el cambio, podemos hacer que tome un giro para impulsar transformaciones planeadas en las universidades aprovechando lo realizado positivamente. Es prioritario plantear qué universidad queremos para qué país en este siglo que corre. Sentarnos a reflexionar y dialogar para hacer propuestas razonables con visión de largo plazo, redefinir el contenido de las funciones sustantivas, seguir produciendo conocimiento original y riguroso, difundirlo para crear opinión pública y bienestar social. Esta es una invitación a todos los colegas y a quienes dirigen las instituciones para ordenar el cambio y acelerar su ritmo.

Un buen inicio puede ser la crítica a las políticas educativas propias y a las estatales, para elaborar otras que nos permitan caminar con autonomía, reconstruyendo una universidad pública y laica que acoja intelectualmente a los jóvenes, que los forme de una manera integral, para que se sientan realizados. Los jóvenes son nuestra mayor prioridad y su buena formación el principal desafío. Por los jóvenes, es indispensable revitalizar la moral universitaria, la identidad colectiva con una buena academia, junto a una renovación de la vida intelectual y cultural de la institución. Hay mucho quehacer por delante y no podemos demorar más.


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