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¿Adiós a la UNESCO?
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 353, pp.12 [2010-01-21]
 

La noticia aparecida el pasado viernes en el sentido de que el gobierno mexicano ha decidido —por razones presupuestales— cerrar la representación de la UNESCO en París y ubicarla como una oficina más dentro de la embajada de México en esa ciudad, ha provocado reacciones de rechazo en diversos sectores. Este gesto se considera como un mensaje negativo e incluso de franco alejamiento de una larga y destacada relación de México con esa organización. Además de que alguna vez la UNESCO estuvo encabezada por Jaime Torres Bodet (1948-1952), dicha legación ha sido ocupada por intelectuales de la talla de Antonio Castro Leal, Silvio Zavala, Víctor Flores Olea, Luis Villoro, Miguel León-Portilla y Pablo Latapí, entre otros.

Más aún, el infortunado gesto expresa la poca importancia que la actual administración federal le da a las acciones emprendidas por ese organismo internacional en favor de la educación, la ciencia y la cultura. Son harto conocidas las iniciativas de la UNESCO para mejorar los niveles educativos en el ámbito mundial, especialmente en los países de menor desarrollo económico. Las conferencias mundiales de “Educación para todos” celebradas en Jomtien (1990) y Dakar (2000), constituyeron un llamado vigoroso al mundo para dotar de educación básica a la totalidad de los habitantes del planeta, principalmente a los niños y niñas. En el balance llevado a cabo en 2000, se dio cuenta de las insuficiencias en los esfuerzos, pues aún existían en ese entonces más de 120 millones de infantes sin acceso pleno a la lectura y la escritura.

En el terreno de la educación superior, las conferencias mundiales organizadas en 1998 y 2009 sirvieron para discutir ampliamente el papel de ese nivel educativo en el desarrollo y la sustentabilidad de las naciones. En 1999, también la UNESCO organizó en Budapest una reunión mundial sobre la ciencia, en la cual se reafirmó el papel estratégico del conocimiento científico en la economía de las naciones, y la necesidad de conjuntar esfuerzos entre todos los países (avanzados y en desarrollo) para combatir los rezagos más lacerantes, así como mejorar los niveles de bienestar de todos los pueblos del mundo. El uso pacífico de los productos de la ciencia y la tecnología fueron parte del compromiso firmado por los participantes a dicha reunión. Por el lado de la cultura, son ampliamente reconocidas las acciones e iniciativas orientadas a preservar y difundir el patrimonio de los países. La declaratoria de “Patrimonio de la humanidad” que se ha dado a los lugares y manifestaciones más representativos y valiosos de muchas naciones, es un hecho fehaciente en ese sentido.

Pero el menosprecio y el distanciamiento son, asimismo, un indicador de la creciente influencia que han venido cobrando otros organismos internacionales en el diseño de las políticas educativas y científicas. Este es el caso de la OCDE, la cual desde hace casi dos décadas ha adquirido una importancia creciente en la orientación de los rumbos de las políticas públicas en los rubros antes mencionados. Como es sabido, casi inmediatamente después del ingreso de nuestro país a esa organización (1994), se solicitó la evaluación del sistema de ciencia y tecnología. Poco después, en 1996, se hizo lo mismo con el sistema de educación superior (al cual se agregó el nivel medio superior). Casi una década más tarde, se llevó a cabo otra evaluación de la enseñanza superior. La correspondencia de las recomendaciones emanadas de dichos reportes con las acciones e instrumentos de política plasmados en los programas nacionales de Educación y de Ciencia y Tecnología, dan cuenta de la importancia que el gobierno federal les ha otorgado.

Otro elemento que ejemplifica la situación antes descrita es la enorme difusión que se ha dado a los resultados de la participación de México en las pruebas PISA durante la primera década de este siglo. En este caso también es posible apreciar que el pobre desempeño obtenido en esas pruebas fue uno de los motivos para echar a andar la llamada Reforma Integral para la Educación Media Superior (RIEMS) —si bien el cambio reciente del subsecretario encargado de su realización hace que su futuro sea incierto—.

Sin dejar de reconocer que el diseño de la política educativa y la de ciencia y tecnología —como el resto de las políticas públicas— es un ejercicio complejo en el cual intervienen muchos factores, es indudable que la OCDE se ha convertido en los últimos años en el think tank (centro estratégico) más importante en el mundo en materia de educación. Con instrumentos como el reporte anual Education at a Glance y las evaluaciones sobre las políticas educativas de los países miembros, dicho organismo establece las pautas que lo han convertido en un ente regulatorio con un peso cada vez mayor entre sus afiliados y aun con quienes no lo son. Con ello ha ido desplazando a organismos como la UNESCO, la cual basa sus acciones e iniciativas en el consenso de los más de 150 países que participan en las discusiones de los problemas que se presentan en las tres áreas de su competencia. Por lo pronto, la acción emprendida por el gobierno mexicano parece coincidir con quienes buscan debilitar la acción concertadora de la UNESCO en el ámbito mundial.


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