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CyT: balance negativo
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 335 [2009-09-03]
 

El tercer informe de gobierno marca el inició de la segunda mitad del periodo de gestión de esta administración. Desafortunadamente, en el campo de la ciencia y la tecnología el balance de lo hasta ahora hecho no es positivo; lo peor es que las perspectivas en este terreno son todavía más sombrías y desalentadoras. Si en diciembre de 2006 la situación política interna auguraba un ejercicio gubernamental complicado y poco promisorio, hoy el horizonte que se avista es más opaco e incierto.

Al iniciar este sexenio no se preveía la crisis económica que hoy tenemos encima. En ese entonces la atención pública estaba concentrada en el ámbito político, particularmente en el enfrentamiento poselectoral de las fuerzas políticas y en el problema de legitimidad del gobierno federal. Nadie estaba seguro de lo que podría ocurrir ni cómo se resolvería el asunto jurídicamente. Al final, como el lector lo tiene presente, los personajes fueron tomando su lugar y los episodios quedaron atrás. No ocurrió lo mismo con los problemas y los retos que tenía enfrente esta administración.

En los meses siguientes a la toma de posesión, la energía del gobierno federal se dirigió al terreno político, a la búsqueda de acuerdos con algunos actores clave, a la cesión de parcelas de poder, a la reactivación o puesta en marcha de múltiples mecanismos de contacto entre gobierno y gobernados (consejos y comités) y a colocar el tema de seguridad pública en la agenda de prioridades.

La economía no ocupó ningún lugar relevante en la actuación gubernamental. Total, el presupuesto público, por lo menos para los dos primeros años de esta administración, todavía recibía los amplios beneficios de un exorbitante precio de barril de petróleo. Había recursos para distribuir y nada de que preocuparse.

El eje del plan nacional de desarrollo, “economía competitiva y generadora de empleos”, estaba bien como enunciado de buenos propósitos de esta gestión. Pero, al menos en la primera mitad del periodo, no hubo un crecimiento sostenido, menos acelerado y todavía menos un mejoramiento del bienestar de la población, como se tenía previsto. Por el contrario, los indicadores actuales nos muestran un abismo cuyo fondo no alcanzamos a ver y del cual no saldremos en lo que queda de este año ni en el próximo.

La actual crisis económica y financiera, como se ha dicho, no tiene un origen interno y, por tanto, no se le puede atribuir la responsabilidad al gobierno en turno. No obstante, las capacidades locales y el manejo de la crisis es lo que ha hecho la diferencia entre uno y otro país. En este mismo espacio hemos indicado las características de los países que integran el llamado bloque BRIC, especialmente de Brasil, cuya economía se recuperará en este año y comenzará a crecer en el siguiente. Pero nosotros no. Claro, los actores políticos seguirán ocupándose de lo suyo y a ver quién se encarga de la economía y de las decisiones difíciles. Por lo pronto, en un contexto de recursos escasos, los diputados y el gobierno federal no podrán eludir el espinoso tema del presupuesto para el año próximo.

En materia de ciencia y tecnología, próximamente revisaremos en detalle las cifras del tercer informe de gobierno, por ahora basta indicar que a la mitad del camino no marcha el objetivo de mejorar la competitividad del país, como está previsto en el programa sectorial.

La meta es que México, al término de esta administración, alcanzara la posición número 30 en el índice global de competitividad del Foro Económico Mundial (en 2006 estaba en la posición 58). El problema es que, según el último reporte del organismo, no solamente no avanzamos en la dirección correcta, sino que descendimos a la posición número 60. Es decir, ni siquiera sostenemos la misma posición; retrocedemos, perdemos viabilidad. Ni hablar de mejoramiento en la solicitud de patentes por mexicanos, el incremento en los proyectos de innovación o de las tasas de graduación en el ámbito de posgrado por área de conocimiento.

Al parecer México tiene otra escala de tiempo y de decisiones. Pese a los esfuerzos de planeación en materia científica y tecnológica y a los reiterados objetivos anunciados en planes y programas, no alcanzamos a cubrir una etapa cuando ya tenemos encima las demandas de la siguiente y de la otra. Como país, vamos a una velocidad diferente a la del resto: seguimos en la idea de fomento, descentralización y ampliación de capacidades en la materia, cuando tenemos el asedio de la competitividad y la innovación. Quedamos suspendidos y luego avanzamos poco y mal.

Hace unos años, con la transición política y demográfica, el futuro parecía prometedor. Hoy, cuando ya está por concluir la primera década de este siglo, parece que otra vez perdemos nuestra oportunidad de forma irremediable. Falta la segunda mitad del periodo de esta administración, pero ya se advierte que, una vez más, no cumplirá con las promesas que planteó; el desarrollo y el bienestar de la población nuevamente serán diferidos.


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