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Los jóvenes mexicanos ante las elecciones, ¿apolíticos o realistas?
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 324 [2009-06-11]
 

Las interpretaciones en boga en torno del comportamiento político de la juventud contemporánea acusan que entre jóvenes y la participación política existe un distanciamiento patológico. Del análisis de los datos contenidos en distintos estudios respecto de la inscripción de los jóvenes mexicanos al padrón electoral, tal afirmación no parece sostenerse, pues los resultados muestran que en el país es norma, casi generalizada, que al llegar a los 18 años los individuos acuden al IFE a darse de alta en el registro electoral con el fin de obtener su credencial para votar. Claro que esto se debe, principalmente, al hecho de que en México, a diferencia de otros países, la inscripción al padrón prácticamente es obligatoria. En cambio, en cuanto a la emisión del voto en las elecciones los porcentajes de participación juvenil son bastante inferiores y la probabilidad de que esto se modifique es bastante baja.

Ya estamos a menos de un mes de que se lleven a cabo elecciones federales para renovar la Cámara de Diputados y que en seis entidades se elijan gobernadores y en otras se renueven ayuntamientos y diputados locales, y cada vez es más evidente que los jóvenes no solamente muestran disgusto, sino aversión hacia la política y los políticos. Esta cuestión es realmente importante en cuanto que es indicativa de una realidad que, entre otras cosas, pone en entredicho no sólo la salud colectiva de la sociedad, sino la viabilidad de la democracia en México.

Cuando han sido consultados los y las jóvenes del país acerca del grado de confianza que tienen en las instituciones públicas, las cifras han revelado, una y otra vez, que los partidos políticos, sus miembros, candidatos y representantes están altamente desprestigiados. Entre las palabras que utilizan para calificar a los políticos mexicanos destacan, por su frecuencia, las siguientes: corruptos, mentirosos, ladrones, irresponsables y violentos. Además, opinan que incluso los gobernantes que son jóvenes son iguales y que nunca toman en serio los problemas que aquejan a la juventud.

Estando así las cosas, no puede caber duda de que en México, entre los jóvenes, los políticos tienen una pésima imagen y la sensación dominante es que hacen mal su trabajo. Y resulta interesante mencionar que, en términos generales, respecto del uso de tales calificativos y opiniones sobre gobernantes y políticos no se registran variaciones significativas según el grado de escolaridad alcanzado por los jóvenes.

Sería absurdo pensar que las acciones violentas y corruptas llevadas a cabo por gobernantes y funcionarios en los meses recientes, y que inundan cotidianamente las páginas y pantallas de los medios de comunicación masiva, no han erosionado, todavía más, la imagen de los políticos frente a los jóvenes. Cabe preguntarse entonces si y cómo los jóvenes mexicanos participarán en las elecciones de este próximo julio y a quiénes favorecerán con su voto. Por supuesto, no es de esperar que la juventud se mueva en torno de una sola postura, sino que, como siempre pasa, los comportamientos electorales variarán dependiendo de la situación socioeconómica, el lugar de residencia, el sexo, el nivel socioeducativo, la tradición política familiar, etcétera, etcétera. Con todo, lo probable es que la participación de los y las jóvenes sea exigua.

De manera exploratoria, durante mayo algunos compañeros de trabajo y yo hemos estado preguntando a jóvenes universitarios y no universitarios si van a votar en las próximas elecciones. Muchos han sido los que apresurada y tajantemente responden con otra pregunta. Dicen: ¿y cómo para qué sirve votar? Y usando los mismos calificativos antes mencionados para referirse a las características de los que hoy son candidatos y gobernantes, independientemente de cuál sea el partido al que representen, reafirman su escaso o nulo interés en participar en las elecciones.

En verdad, los jóvenes expresan representaciones e ideas muy precisas que muestran su convicción de que, por la vía del voto, México nunca va a cambiar. Mencionan que “todos los políticos son lo mismo” y que “lo sucedido en 2000 con Fox así lo prueba”. Y pregunto entonces: si no es con el voto, ¿cómo vamos a hacer para que mejoren México y la vida de los mexicanos? ¿Qué se puede hacer para expresar a los políticos y gobernantes que ya estamos hartos de sus patrañas? Los jóvenes se alzan de hombros y con una mueca cínica en el rostro nos preguntan: y ustedes, ¿van a votar? Vislumbro ahora con claridad la razón que tiene Rossana Reguillo cuando afirma que la escasa participación de la juventud contemporánea en los procesos electorales debe ser leída como una forma de actuación política no institucionalizada y no como una práctica más o menos inofensiva de un montón de desadaptados.

Entonces me percato: dada la situación política que hemos vivido en México durante tantos años, para quienes ya no queremos seguir gobernados por políticos que nos han arrebatado la confianza en la democracia sólo hay dos caminos: el próximo 5 de julio, ¿anulamos o nos abstenemos?


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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