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¿Integración y cooperación regional?
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 317 [2009-04-23]
 

Hace 15 años se realizó la primera Cumbre de las Américas, esos encuentros que celebran los jefes de Estado y de gobierno de los 34 países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) para discutir temas de interés común y acordar acciones conjuntas. Desde entonces, todos los encuentros se han realizado bajo la tensión norte-sur y con el tema de Cuba en la agenda informal. También desde la primera reunión se preveía que la ciencia y la tecnología serían una de las áreas clave para el desarrollo y la cooperación regional, pero los pasos dados han sido más bien lentos y titubeantes.

En la quinta cumbre, la más reciente, realizada la semana pasada en Trinidad y Tobago, a pesar de las dificultades para firmar la declaración final de manera conjunta, se volvieron a reiterar viejos propósitos y se añadieron otros. Algunos piensan que se ha inaugurado una nueva era en las relaciones de los países del continente americano y que ya estamos en el umbral de una nueva fase de la cooperación regional; otros, más cautos, reconocen el nuevo escenario en el que se desenvuelven los actuales líderes políticos pero, después de las falsas expectativas con el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), señalan que más bien deben esperarse los pasos siguientes para valorar los cambios efectivos.

Independientemente del curso que en adelante tome la región, sobre todo porque la recesión económica y sus efectos no fueron el tema central de la cumbre, vale la pena recordar los pendientes y posibilidades en materia de ciencia y tecnología para este hemisferio.

Desde la primera reunión en 1994, cuando la globalización era el tema, la formación de bloques regionales estaba en asenso y se expandía el horizonte de posibilidades de intercambio, la declaración de los jefes de Estado y de gobierno, modestamente, indicó que en lo sucesivo, para promover la participación política, convocaría a reuniones de alto nivel para tratar diferentes asuntos, entre ellos el de la ciencia y la tecnología.

Pero a lo largo de los años noventa no hubo tales reuniones de alto nivel en el área de la ciencia y la tecnología. Sólo se celebraron reuniones de ministros en el ámbito de la educación. Tal vez por esa razón la declaración de la segunda cumbre, la cual se llevó a cabo en Santiago de Chile en 1998, incorporó propósitos explícitos en el terreno de la educación (“nos comprometemos a facilitar el acceso de todos los habitantes de las Américas a la educación preescolar, primaria, secundaria y superior”) y le reservó una tarea de apoyo a la ciencia y la tecnología (“pondremos a la ciencia y la tecnología al servicio de la educación, para asegurar grados crecientes de conocimiento y para que los educadores alcancen los más altos niveles de perfeccionamiento”).

La primera reunión de ministros de ciencia y tecnología se realizó en 2004, en Lima, Perú, la cual daría los insumos para la siguiente reunión cumbre. Es decir, una vez anunciado, llevó una década incorporar plenamente el componente científico y tecnológico a la discusión del hemisferio.

Ya con el antecedente de la reunión de Lima, la declaración de la cuarta cumbre de 2005 incluyó ampliamente algunos compromisos en el terreno de la ciencia y la tecnología. Por ejemplo: la mejora de la enseñanza de las ciencias, tarea por lo demás urgente, como lo muestran los resultados de la prueba PISA más recientes; incorporar la ciencia, la tecnología y la innovación en los planes de desarrollo económico y social; incremento a las inversiones públicas y privadas en ciencia y tecnología, e incentivos para que las instituciones de educación superior multipliquen sus vínculos; compromiso con la protección de los derechos de propiedad intelectual, y aprovechar las posibilidades de las tecnologías de la información y la comunicación para incrementar la eficiencia y la transparencia del sector público.

Hace poco más de tres años se establecieron los compromisos; sin embargo, los indicadores en la región han conservado más o menos la misma tendencia que venían mostrando en los diferentes países (tema del que nos ocuparemos posteriormente). En la más reciente cumbre en Trinidad y Tobago, vuelven a retomarse, casi en los mismos términos pero en versión resumida, los compromisos que ya se habían asumido (ver el punto 22 de la declaración).

Tal vez el periodo es demasiado breve para valorar los avances de los compromisos en esta materia en la región, pero lo cierto es que, tanto por el lugar que han ocupado como por los ritmos de su instrumentación y la experiencia poco fructífera de integración regional, es poco probable que veamos un cambio significativo en las relaciones de cooperación en los próximos años. La política, la gran arena para definir nuevas alineaciones y bloques, la inclusión o la exclusión, captura toda la agenda y deja muy poco espacio para discutir las iniciativas que podrían mejorar el bienestar de la región.


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