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¿Sindicato de académicos en la UAM?
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 308, pp.6 [2009-02-12]
 

El pasado 29 de enero se publicó en la columna del director de este suplemento (En los pasillos) una breve nota acerca de la constitución del llamado Sindicato del Personal Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (SPAUAM). La asamblea constitutiva celebrada el 24 del mismo mes, refiere la nota, contó con la asistencia de un centenar de profesores-investigadores de las cuatro unidades que integran dicha universidad. Cabe señalar que el número total de académicos de la UAM asciende a poco más de 2 mil 800.

La solicitud de reconocimiento de esta naciente organización sindical fue turnada ya a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), la cual se espera dé su fallo en dos o tres meses. De ser favorable al SPAUAM, podría realizarse una negociación con las autoridades universitarias y, eventualmente, solicitar la titularidad del contrato colectivo de trabajo del personal académico.

El asunto merece ser discutido por sus implicaciones para la vida sindical y académica de una de las principales universidades públicas del país. Como es sabido, la UAM fue creada hace más de 30 años y al poco tiempo se fundó también el Sindicato Independiente de Trabajadores de la UAM (SITUAM), el cual desde un principio aglutinó tanto a los trabajadores administrativos y de intendencia como a los académicos. Eran los años del surgimiento de un amplio movimiento en diversas universidades públicas que buscaba reconocer los derechos laborales de los trabajadores. Se formaron así diversos sindicatos que pretendían agrupar tanto a profesores e investigadores como a empleados administrativos. La mayor parte de dichas organizaciones tenían una orientación política de izquierda y luchaban por integrar un gran sindicato nacional.

Sin embargo, este último intento se topó con la cerrazón de las autoridades laborales y los directivos de las propias universidades. El sindicato nacional único no prosperó, y en algunas universidades —como la UNAM— las autoridades alentaron la creación de asociaciones sindicales más proclives a sus intereses (sindicatos blancos). En esa época se propuso, inclusive, la adición de un nuevo apartado (C) al artículo 123 de la Constitución, para regular las relaciones laborales en las instituciones universitarias. La propuesta fue desechada, en gran parte, por la amplia movilización de las organizaciones de trabajadores que apoyaban a los nacientes sindicatos universitarios.

Aunque no es posible saber, por el momento, si esta incipiente organización sindical conseguirá la adhesión de la mayoría de los académicos de la UAM, merece la pena reflexionar sobre su significado.

En primer lugar, aparece como una reacción a la larga huelga protagonizada por el SITUAM el año pasado. Varios grupos de académicos han expresado, en diversos medios, su profundo malestar por el alargamiento del conflicto y, en varias ocasiones, se refieren al autoritarismo de esa organización. Así lo señala el SPAUAM en su Declaración de Principios: “Surge como respuesta… frente a las decisiones y prácticas autoritarias que en los últimos años han caracterizado al SITUAM” (http://sites.google.com/site/uamspauam/).

En segundo término, es clara también la manifestación de un divorcio entre los intereses de los académicos y los trabajadores administrativos y de intendencia. De suyo, la naturaleza de las actividades de cada grupo es muy distinta. Pareciera entonces que el SITUAM ha ido perdiendo gradualmente su capacidad para compatibilizar los diversos intereses de sus agremiados. Pudiera también haber ocurrido, al igual que en otros sindicatos, una fuerte inclinación al gremialismo por parte del sector dominante en la organización sindical.

En tercer lugar, parecen estar presentes los efectos de las formas de evaluación del trabajo académico que han venido desarrollándose en las universidades públicas desde los años ochenta. La participación de diversos órganos dictaminadores, dentro y fuera de las universidades, ha modificado las formas de realizar y calificar las actividades de docencia, investigación y difusión. Por ejemplo, los programas de estímulos a la productividad de profesores e investigadores han fomentado el individualismo y la pérdida del sentido de colectividad. Asimismo, los complementos al salario académico han distorsionado de tal forma las percepciones de los académicos, que llegan a representar hasta dos tercios de ellas. Más aún, los programas de estímulos con base en la productividad han relativizado los aumentos generales a los salarios generales.

Habrá que seguir con atención el derrotero de estos acontecimientos, pues afectarán, para bien o para mal, la vida institucional de una universidad tan importante como la UAM. Su resultado podría establecer importantes precedentes para las demás instituciones de educación superior.


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