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Rumbo al centenario de la UNAM
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 300, pp.11 [2008-12-04]
 

La semana pasada dieron comienzo los festejos conmemorativos del primer centenario de la inauguración de la Universidad Nacional que, como se sabe, tuvo lugar el 22 de septiembre de 1910. Esta efeméride coincide con los 100 años del inicio de la Revolución Mexicana y el bicentenario del comienzo del movimiento por la Independencia. De modo que el año 2010 estará lleno de festividades y actos de diverso tipo para recordar y ensalzar los tres acontecimientos. También se ha difundido que para organizar el cúmulo de festividades por estos sucesos, ya han comenzado a trabajar diversos comités y comisiones creados ex profeso.

Sin ánimo de restar ningún mérito a todas estas celebraciones, creemos que además de enaltecer el significado de cada uno de ellas, no debe pasarse por alto señalar sus limitaciones y su carácter de proyectos inacabados (guardando las proporciones respectivas). Sin arrogarnos tampoco el papel de expertos en temas históricos, consideramos que en el caso de la lucha por la Independencia habrá que hacerse un balance para valorar los enormes costos que significaron para el país las luchas que por décadas mantuvieron los liberales y los conservadores en el transcurso del siglo XIX. Se antoja paradójico que ese periodo haya terminado con una dictadura de casi 30 años de duración.

En cuanto a la Revolución Mexicana—la primera de carácter social del siglo XX—no es posible negar que sus grandes aspiraciones, por eliminar las enormes desigualdades y convertir a México en un país más justo y próspero, han quedado insatisfechas. Es precisamente en ocasión de cumplirse un siglo de esa epopeya que el panorama nacional aparece todavía desolador: millones de mexicanos viven en la pobreza; otros millones han emigrado a Estados Unidos en busca de mejores medios de subsistencia; altos niveles de empleo y subempleo de la población económicamente activa; niveles de criminalidad e inseguridad casi sin precedente; insuficiencia alimenticia; crecimiento económico bajísimo. En el plano político tampoco debe soslayarse el hecho que el partido emanado de la gran alianza del grupo revolucionario derivó en un instituto político que se mantuvo encaramado en el poder durante más de 70 años, y cuya caída ha propiciado un enrarecimiento político inédito en la historia del país. Aunque también se debe reconocer que los niveles democráticos alcanzados hasta hoy, por imperfectos que sean, son los mayores de cualquier época.

Por el lado de la Universidad Nacional, si bien son innegables y motivo de orgullo sus enormes logros, al igual que las invaluables contribuciones a la sociedad en su conjunto, tampoco habría que lanzar las campanas al vuelo olvidando todo lo que aún falta por hacer. Como muchos analistas lo han expresado en múltiples ocasiones, la UNAM es, por una parte, la institución de mayor prestigio en el ámbito internacional por su fructífera labor en diversos campos de la investigación científica y humanística, así como en la docencia. Ello ha sido el producto de largas y fecundas tradiciones en el desarrollo de infinidad de actividades académicas, al igual que mediante la conjunción de recursos y esfuerzos de la más variada índole. Además, un número importante de sus profesores e investigadores han sido piezas clave en la fundación y el desarrollo de centros de investigación y universidades en distintos sitios del país.

Sin embargo, tampoco se puede negar que en su interior persisten niveles muy heterogéneos en la calidad de su labor docente (y a veces hasta en la de investigación), así como en las condiciones para desarrollar actividades académicas con un nivel satisfactorio. Esto se ve reflejado en ocasiones en la deficiente formación disciplinaria y profesional que reciben sus alumnos en la licenciatura y aun en el posgrado. Esto sin contar con que en el nivel medio superior la preparación de un número importante de alumnos deja mucho que desear. Aunque se han hecho—y se siguen haciendo—muchos esfuerzos por revitalizar la docencia en facultades y escuelas, aún prevalecen entre algunos profesores, situaciones en las que prefieren “nadar de a muertito” hasta que les llegue el momento de la jubilación, en vez de comprometerse seriamente a realizar actividades de actualización y superación que les lleve a mejorar de manera efectiva su actividad docente.

En fin, lo que se precisa es que el júbilo y el fulgor de los festejos no impidan ver las zonas oscuras (o grises) que aún persisten y requieren para su desaparición del esfuerzo cotidiano y constante de todos los involucrados, a través del cumplimiento de sus respectivas responsabilidades.


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