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De la changarrización
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 291 [2008-10-02]
 

La crisis del momento presente en México puede detectarse de manera precisa observando la changarrización. Muchos de los espacios, públicos y privados, en los que acontece cotidianamente la socialización y la construcción de lo social en el país se han changarrizado y, lamentablemente, está sucediendo lo mismo con los lugares desde donde se torna viable la integración de los seres humanos a una tradición concreta desde la cual adquieren su identidad personal y colectiva. Así, de ser un país que se proyectaba rico natural, cultural, histórica y humanamente, ahora México ha pasado a concebirse como fábrica de pobres y migrantes, a la vez un campo fértil para la delincuencia y la violencia.

Un changarro es una "tiendita" y/o "microempresa" que sirve para el sustento de las familias de escasos recursos, cuyas posibilidades de obtener ganancias se basan, generalmente, en la venta de productos baratos, muchos "pirata". Una característica común de este tipo de negocios es que se ubican en el propio hogar, en espacios inadecuados o que invaden las vías públicas. Fue el presidente Fox quien promovió, formalmente, la changarrización del país e hizo crecer enormemente la cantidad de población que labora en el sector informal. En 2004, la OIT denunció que "el mercado de trabajo en México es precario y de baja calidad", reafirmando que la reactivación del empleo está basada en la changarrización y no en el empleo decente.

El panorama del mercadeo informal en el país es tan reiterado que para los mexicanos ya resulta normal encontrar "puestos" y "marchantes" en todos lados, incluso en las más prestigiadas universidades. En la UNAM, por ejemplo, la presencia y proliferación de changarros salta a primera vista, tanto que en los alrededores de los espacios simbólicos de la institución lo que se aprecia, inmediatamente al llegar, son pasillos llenos de changarros. Resulta que ahora los vendedores son los habitantes cotidianos y frecuentes de la UNAM y los jóvenes estudiantes y los académicos han pasado a ser sus clientes. De hecho, en los pasillos de facultades, como en la de Filosofía y Letras y la de Ciencias Políticas y Sociales hay "puestecitos" que venden libros, CDs, películas, café, refrescos, comida y otras cosas para el consumo. No pongo en duda que a la vida universitaria le viene bien que haya lugares, accesibles y baratos, donde los estudiantes puedan comprar artículos que desean. Sin embargo, la pedagogía del comercio changarrizado no es la mejor, pues lo que enseña es la sobrevivencia, a cualquier precio: no importa si para ganar se sacrifica la legalidad, la calidad, la higiene o se priva a los otros de lo que por ser público es común. ¿Esto es lo que queremos que aprendan los jóvenes que estudian en la máxima casa de estudios?

Uno de los temas que con más urgencia debe ser abordado en todas las universidades, y particularmente en la UNAM, es el que se refiere a los espacios de convivencia juvenil. Es en estos espacios donde se construye y se conoce la realidad de las universidades; es en ellos donde se revelan con claridad las problemáticas de los jóvenes y no sólo de los estudiantes, y la atención y respuestas que para ellas tiene la institución. Es cierto que en la Ciudad de México, y en todo el país, existen graves problemas de empleo y que es deber de las universidades ayudar a resolverlos. Pero hay que reconocer que estos problemas son profundos y complejos y que no pueden erradicarse propiciando y protegiendo la changarrización.

Para hacer frente adecuadamente a los problemas sociales, y particularmente a los relacionados con el empleo en México, es necesario que el país cuente con buenas universidades públicas desde donde puedan producirse y proyectarse conocimientos e ideas y formarse jóvenes con excelente preparación y responsabilidad social. Además, dadas las condiciones de precariedad de la vida cultural y social que hoy hay en el país, la universidad pública debe brindar a la juventud espacios seguros para reflexionar, convivir y vivir sus culturas más allá de las necesidades impuestas por la pobreza y la lógica del consumo.

No hay duda de que la UNAM es una universidad de calidad que goza de prestigio internacional. Además, por su belleza, historia y la riqueza cultural que alberga, en 2007 el campus central de CU fue nombrado por la UNESCO patrimonio cultural de la humanidad. Entre otras, una consecuencia de esto es que ahora este espacio ha sido puesto bajo la mirada internacional y que, por lo tanto, la proliferación de changarros, tarde o temprano, destruirá el prestigio ganado y cultivará la imagen de que en México la pobreza deriva, sobre todo, de incapacidad para preservar nuestras riquezas, apreciar nuestro patrimonio y tener visión política.


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