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Coordinador
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 279 [2008-07-03]
 

En esta semana el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT) inicia un nuevo período de gestión: estrena coordinador. El foro es, relativamente, una de las nuevas estructuras con las que cuenta la ficticia y compleja organización del área científica y tecnológica para orientar las decisiones en la materia. Su capacidad es limitada, pero no carece de importancia cómo se integra y quién lo preside.

Hace poco más de una década, cuando la capacidad para tomar decisiones parecía concentrarse exclusivamente en el Ejecutivo federal y algo en otras figuras de autoridad colocadas a la cabeza de las estructuras organizativas, la mayor parte de los esfuerzos se dirigían a tratar de aproximarse a esas instancias. El área de la ciencia y la tecnología no fue la excepción.

Fue en la reforma a la normatividad del sector de 1999 cuando se estableció la creación de un foro para aproximarse al Ejecutivo federal y dar cabida a voces de científicos, tecnólogos y empresarios. Una cierta apertura a la participación en el diseño de las políticas. Aunque, principalmente, se pensó que era un gran paso en el acercamiento al centro de las decisiones. En ese entonces se le denominó Foro Permanente de Ciencia y Tecnología.

La integración del foro, se estableció en la ley, debería observar los criterios de pluralidad, renovación periódica y representatividad de la comunidad científica y de los sectores social y privado. Sin embargo, en lo que se integró el foro, se precisaba su reglamento, se buscaban los equilibrios en su funcionamiento y se lamentaba su escasa capacidad para tomar decisiones, le llegó una nueva reforma a la ley de ciencia. Y, otra vez, cambiaron parcialmente la integración y las funciones del todavía incipiente foro.

En la Ley de Ciencia y Tecnología de 2002 quedó establecido su nombre actual: Foro Consultivo. Se suprimió lo de permanente y, además, no solamente sería un órgano de consulta del Ejecutivo federal, también lo sería del Consejo General de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico y de la Junta de Gobierno del Conacyt.

Vale la pena notar que el Consejo General fue una estructura creada en la ley de ese año, con la idea de que ahí se diese el máximo punto de acercamiento con el Ejecutivo federal, toda vez que sería una estructura presidida por el propio Ejecutivo y en la que participarían nueve secretarios de Estado, además del coordinador del foro y el director del Conacyt. Esto es, un órgano de política y coordinación que reservaría no sólo un lugar prioritario para la ciencia y la tecnología, sino también una cercanía con los hombres del poder. Ahora sí, se dijo, se dio la gran reforma.

Sin embargo, con el consejo, como hoy es claro, ni fue prioridad ni tuvo cercanía ni sesionaron ni nada; todo quedó en el marco normativo y ahí están las declaraciones, los reglamentos y la estructura hueca. Lo que muestra que el reforzamiento de la figura presidencial que buscaron las normas iba a contrapelo de lo que sucedería en la arena política más amplia. Pero ésa es otra historia.

El caso es que el coordinador del foro también es un miembro permanente de ese (ficticio) Consejo General y, según la reforma a la normatividad científica de 2002, se amplió la integración del foro a 17 miembros (14 permanentes y tres electos por los propios investigadores del SNI). Además de los que ya estaban previamente, como la Anuies y la Academia Mexicana de Ciencias, se añadieron representantes de las academias de Medicina, Ingeniería, de la Lengua y de Historia, así como de instituciones académicas como la UNAM o el IPN, entre otros. Curiosamente, se suprimió la representación del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia, otro órgano que también parece ficticio y que solamente se ocupa del Premio México de Ciencia y Tecnología. (En otra ocasión nos ocuparemos de esta estructura.)

En los seis años anteriores el foro, bajo la coordinación de José Antonio de la Peña (2002-2004) y luego de José Luis Fernández Zayas (2004-2008), ha realizado múltiples encuentros y publicado una veintena de textos, entre balances, estudios puntuales sobre diferentes temas y recomendaciones de políticas. El foro, pese a las dificultades y deficiencias que se le puedan atribuir, en el conjunto de estructuras de la actividad científica y tecnológica fuera de la administración central es, probablemente, la más activa y, por tanto, la de mayor importancia.

Hoy, con un nuevo coordinador, el foro se apresta a iniciar una nueva etapa. Más allá del nombre del nuevo titular (en el momento de escribir este artículo todavía no se conocía el resultado de la votación de la Mesa Directiva), vale la pena resaltar que el foro todavía puede jugar un papel más relevante. En lugar de reforzar la fallida figura de autoridad que no funcionó, podría impulsar una mayor y mejor participación de los sectores que representa, sobre todo ante la escasa presencia y actuación del órgano rector de las políticas científicas y tecnológicas.


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