Google, el motor de búsqueda más popular en internet, recibió el pasado 11 de junio el premio “Príncipe de Asturias” en la categoría de “Comunicación y humanidades”. La decisión del jurado fue un tanto controvertida, ya por las características del premiado como por los otros aspirantes de la misma categoría, pero es ilustrati-vo del actual peso de las tecnologías de la información y la comunicación en el mundo contemporáneo y de esa rara mezcla entre diversas áreas de conocimiento que probablemente serán más frecuentes.

El premio, instituido desde 1981 por la Fundación Príncipe de Asturias de España, es uno de los más prestigiados en el mundo y, según la propia fundación, está dirigido a reconocer la labor científica, técnica, cultural, social y humana realizada por personas, grupos de trabajo o instituciones en el ámbito internacional. Para lo cual estableció ocho categorías de participación: comunicación y humanidades, ciencias sociales, artes, letras, investigación científica y técnica, cooperación internacional, concordia y deportes.

La distinción del premio consta de un diploma, una escultura de Joan Miró, una insignia con el escudo de la fundación y 50 mil euros. Pero tal vez lo más importante, como todo premio, no es lo que reciben materialmente los ganadores, sino el simbolismo de la ceremonia, el ritual de la “distinción” y el reconocimiento, el incentivo para diferenciar y la acumulación de otros galardones que seguirá a quienes ya obtuvieron los primeros.

En la categoría de “comunicación y humanidades” que ahora ganó Google, el año pasado la obtuvieron Science y Nature, dos de las revistas más prestigiadas y de mayor tradición en el mundo científico. Pero también la han obtenido, casi al comienzo de instituido el premio, diarios como El País, de España, o El Tiempo y El Espectador, ambos de Colombia, o la cadena CNN de Estados Unidos en 1997. O bien, el Fondo de Cultura de México en 1989 o la ya desparecida revista mexicana Vuelta en 1993.

No solamente organizaciones han obtenido el premio, también personalidades del periodismo y la cultura, como José Ferrater Mora, Mario Bunge, Julián Marías, Václav Havel, Umberto Eco o Ryszard Kapuscinski, entre otros. Tanto las instituciones como las personas que han recibido el premio expresan la dimensión del galardón.

Por su parte, el ganador Google, representa uno de los tantos sueños de jóvenes universitarios que esperan desarrollar una gran idea en el mundo de las tecnologías de la información y convertirse en ricos y famosos rápidamente, como lo han sido Bill Gates de Microsoft o Steve Jobs de Apple.

Los creadores de Google, en su momento fueron dos estudiantes de la Universidad de Stanford, Sergey Brin y Larry Page, hoy ambos de 35 años y dueños de una gran corporación de varios miles de millones de dólares, que desarrollaron un sistema de clasificación de páginas web que permitía localizar información rápidamente en el gran flujo que circula.

Según su propio testimonio, la idea nació en los dormitorios de Stanford, al comienzo, en 1996, al motor de búsqueda le llamaron BackRub, al año siguiente lo cambiaron por el de Google, por el parecido que tenía con “googol”, un término que en inglés designa un 1 seguido por cien ceros y que fue popularizado por el libro de un matemático (www.google.com). En 1998 fundaron la compañía en una cochera alquilada en California y al año siguiente, después de un explosivo crecimiento y ganancias, se mudaron a sus actuales instalaciones corporativas en el mismo estado.

De acuerdo con el acta del jurado del premio, le otorgaron el premio a Google porque ha puesto de forma instantánea y selectiva, al alcance de centenares de millones de personas, el cúmulo de información de internet. Pero sobre todo porque, en una década, provocó “una gigantesca revolución cultural y ha propiciado el acceso generalizado al conocimiento. De este modo, Google contribuye de manera decisiva al progreso de los pueblos, por encima de fronteras ideológicas, económicas, lingüísticas o raciales” (www.fundacionprincipedeasturias.org).

Sin embargo, quienes han expresado su inconformidad señalan que la concesión se debe a cierto sesgo inducido por la actual preferencia por la tecnología informática, como lo reportó en su momento el diario El País. O bien, que no es verdad que la contribución de Google esté por encima de fronteras económicas o ideológicas, puesto que se trata sobre todo de una gran corporación que cotiza en bolsa y además aceptó filtrar la información disponible para China (La voz de Galicia, 13/06/2008: 32).

Es verdad, pero en mi opinión se trata de un merecido premio para una idea innovadora que efectivamente organiza el gran caudal de información que circula en internet. Lo que no entiendo del todo es la categoría en la que fue premiado, pues se trata fundamentalmente de un desarrollo tecnológico, aunque con amplias repercusiones en el terreno de la comunicación. Ya volveremos próximamente sobre el tema.