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La UNAM: reflexiones para el cambio
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 273 [2008-05-22]
 

En la UNAM hay sectores de la comunidad que estamos reflexionando sobre la realidad actual de nuestra institución. Observamos una problemática compleja y pensamos en la profundidad de la reforma que se requiere para cambiar el quehacer de la academia. En otros artículos, en Campus, he tratado algunos puntos al respecto. Daré, ahora, una visión preliminar de cómo se ven las cosas con base en algunos estudios.

A la docencia no se le aprecia en todo lo que vale. Reconocemos la necesidad de resaltar su importancia frente a la investigación, actividad que no cuenta con suficientes apoyos en las facultades, a pesar de algunos programas que para este efecto ha puesto en marcha la administración central y que no deben interrumpirse.

Es relevante que los cuerpos colegiados recuperen en su quehacer el principio de que la docencia no puede ser evaluada de la misma manera en todos los campos disciplinarios, incluso, por la heterogeneidad institucional que priva. Además, tratándose de la mejor universidad del país, hay que hacer notar la falta de recursos e infraestructura para mejorar la calidad de la enseñanza, cuyo reforzamiento tiene que planearse a mediano plazo teniendo en cuenta lo que se refiere al uso de las TIC.

En nuestra casa de estudios estamos en una transición generacional que requiere la apertura de nuevas plazas. Es un proceso que va a durar unos diez años, lapso en el cual se habrá renovado una buena parte del cuerpo académico. Este cambio es lo más trascendente que va a ocurrir en el futuro inmediato.

En lo que sigue, la UNAM tendrá que discutir internamente cómo modificar las figuras de su personal académico. Hay algunas cuya existencia ya no se justifica. Otras que tienen que ser creadas, por ejemplo, para formar a estudiantes que se vayan a dedicar a la academia.

De primer orden será establecer una figura académica que combine la realización de las tres funciones, para lo cual se requerirá definir las cargas de trabajo en cada una de las categorías y niveles en que se divida. Supone modificar los esquemas de evaluación para la carrera y los estímulos académicos, una visión de largo plazo para reconstituirnos.

Implica, asimismo, que al delinear el nuevo perfil del académico se preste mayor atención a la extensión y a la difusión. Queremos una universidad abierta, en la que se debatan los grandes problemas nacionales, como el del petróleo ahora. Estas dos funciones permiten que los académicos estén más y mejor enlazados con la sociedad y que atiendan a nuevos públicos que demandan nuestros servicios.

Otro tema que está en el tapete de la discusión es el de los estímulos. Hoy, al menos en la UNAM, hacen parte del salario. Más de cuatro quintas partes de los académicos están en el programa de estímulos. El mecanismo para evaluar y otorgar los ingresos adicionales sigue un instrumento por completo engorroso y detallado. Está hecho en las oficinas administrativas e implica entregar cerros de papeles y revisar montones de expedientes. La evaluación, así, ha dejado de cumplir su cometido y se ha vuelto una de las cuestiones centrales a ser revisadas.

Respecto de la evaluación del trabajo académico tengo una consideración que deseo recalcar. En las evaluaciones que se siguen en las instituciones universitarias, y fuera de ellas, se desplaza del centro del análisis el que nosotros seguimos una carrera. Que en el ejercicio de nuestra actividad tenemos una trayectoria: acumulamos méritos que nos permiten ir alcanzando posiciones sucesivas en ascenso, en una curva de productividad en el ciclo vital que sigue la forma de una normal.

En el análisis de la trayectoria se aprecia en conjunto lo que hemos hecho, cómo modificamos nuestras relaciones de trabajo y, en ocasiones, el peso que le damos a la práctica de diferentes funciones, lo cual resulta provechoso para las instituciones. Permite ver cómo cada uno de nosotros ha diseñado su trayectoria dentro de los planes generales de las universidades y reivindica que exista movilidad, flexibilidad y libertad de enseñanza e investigación, elementos que constituyen el telón de fondo para elevar la calidad y los productos del trabajo académico.

La trayectoria académica como uno de los puntos centrales de la evaluación nos deja con mucho para discutir. Porque a través de la evaluación se reconducen las prácticas académicas. Y la discusión se puede comenzar entre especialistas a partir de un documento que sobre el tema ha elaborado el Claustro Académico para la Reforma del Estatuto del Personal Académico. Se trata de un documento amplio en el cual se establecen criterios de juicio, muchos de los cuales serán aplicados a las nuevas generaciones de académicos en nuestra casa de estudios. De ahí su trascendencia para la UNAM que viene.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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