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Enseñanza de la ciencia
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 271 [2008-05-08]
 

Los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) han mostrado de forma consistente los bajos puntajes alcanzados por los jóvenes mexicanos. Como se sabe, la prueba PISA valora más bien la capacidad de los estudiantes de usar sus conocimientos y habilidades para enfrentar los retos de la vida real, en lugar de tratar de precisar qué tanto dominan los contenidos previstos en el plan de estudios. La prueba se hace cada tres años a jóvenes de 15 años y en cada aplicación pone énfasis en una de tres áreas de conocimiento; en todos los casos los resultados han sido decepcionantes para México. Lo fueron en lectura en el año 2000, en matemáticas en 2003 y en ciencia, los más recientes, en 2006.

Desde el año 2000, al darse a conocer los resultados de la primera aplicación, todos los sectores, el gobierno federal en primer lugar, lamentaron el bajo nivel de desempeño de los estudiantes. Entonces, como ahora, se dijo que lo importante no eran los puntajes alcanzados, sino qué se haría para remediar la situación. Las autoridades educativas se han limitado a enlistar los programas en marcha ya conocidos.

El hecho es que el desempeño de los estudiantes mexicanos no ha variado de forma significativa. La explicación es que los programas de mejora todavía no muestran claramente sus efectos. Ciertamente, los cambios en el ámbito de la educación no son inmediatos, a menudo son graduales y tardan en apreciarse. Sin embargo, la impresión general es que lejos de mejorar estamos empeorando.

En su oportunidad hemos indicado que no son de extrañar los bajos resultados de los estudiantes mexicanos en la prueba PISA. Después de todo, cómo se quiere que al término de la enseñanza básica los estudiantes sean competentes en materia científica si el sistema educativo no tiene esa orientación. Lo grave es que tampoco son las habilidades de lectura y escritura, menos las de matemáticas. Es decir, la educación básica está fallando en su sentido más elemental.

El año pasado, cuando se dieron a conocer los resultados de la prueba PISA, nuevamente se cuestionó qué se haría. Una de las ideas que estuvo circulando es que se podría sumar a la “ciencia” como una asignatura más en la educación básica, desde luego con su correspondiente libro de texto gratuito. El problema es que, como lo ha documentado la investigación educativa, prácticamente todo se quiere solucionar recargando uno y otro componente más a la educación básica.

La inseguridad, el sobrepeso, la cultura fiscal, las adicciones, la violencia, los valores, la organización, todo se intenta remediar con una asignatura más o un contenido extra. Obviamente, no debiera extrañar que las competencias más elementales queden extraviadas entre tanto desconcierto.

La idea de una asignatura más no prosperó y parece que ahora se está en la búsqueda de una medida que permita mejorar la competencia científica de la educación básica. El pasado 25 de abril, la SEP, y particularmente la Subsecretaría de Educación Básica, realizó el seminario “La enseñanza de las ciencias en México en el marco de la articulación de la educación básica”. Un seminario con escasa difusión en el que también participaron representantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Banco Interamericano de Desarrollo.

Los actos centrales del seminario fueron la conferencia de Rodger Bybee, presidente del Comité de Ciencias de PISA de la OCDE, y la presentación de un diagnóstico sobre la “Enseñanza de las ciencias a nivel de la educación básica en México: el estado de la cuestión”, realizado por la UNAM y el Cinvestav. Por cierto, este último no se ha difundido públicamente.

Según explicó Rodger Bybee en su presentación, lo primero que se requiere para un programa nacional para mejorar la ciencia en la enseñanza básica es un “eslogan” o frase que identifique el esfuerzo por mejorar la educación científica (www.oecd.org/dataoecd).

Esto es, una frase que tenga sentido para quienes participarán del esfuerzo, desde los alumnos hasta las autoridades, puso como ejemplo el de “México gana”. Aunque, previno, eso no es suficiente y tampoco es una receta, después se requiere un líder y un plan. Un programa nacional a diez años que implica una reforma de la enseñanza, de los profesores, de los contenidos, del currículo, de la evaluación y de la rendición de cuentas, lo mismo que elementos estructurales como los programas de formación de profesores, experiencias extra escolares y el uso de tecnologías de la información. Nada menos.

En opinión de Rodger Bybee, si se lleva a efecto el programa de mejoramiento, después de una década se pueden tener avances importantes en la prueba PISA. Por ejemplo, incrementar en 50 puntos el puntaje promedio (pasar de 410 a 460 entre 2006 y 2018). No está mal. Lo sorprendente es que el programa sectorial se propone incrementar 43 puntos en la misma prueba para 2012 y, hasta donde se sabe, todavía no hay ningún programa en marcha ¿o sí?


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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