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Oponerse a la burocratización en la universidad
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 257 [2008-01-24]
 

Estamos viviendo tiempos de cambio, de transición de la sociedad hacia una organización distinta de la que había en el país apenas unos lustros atrás. Y este cambio no sólo es endógeno. Tiene componentes externos ligados a la sociedad del consumo, del riesgo, a la mercantilización mundial. A la llamada globalización, como política y como proyecto político, que enfatiza la supeditación a la economía, con sus tendencias a la desaparición del trabajo remunerado y el advenimiento del conocimiento como fuente de riqueza. En este contexto está operando el cambio de las instituciones en el país.

En el marco de la globalización se auspició la conformación de bloques nacionales y a nosotros nos tocó quedar en el de Norteamérica. Pero hoy reconocemos, también, que quedamos entre el espacio norteamericano y el latinoamericano.

Y eso, para nuestras universidades, significa lo siguiente. La vida de las universidades mexicanas se mueve, por así decir, entre la americanización de las universidades (Ridings), el "modelo" de Estados Unidos, y el "modelo" del sur del continente. En este último, la universidad ha jugado un papel responsable y de trascendencia en el cambio social. Entre estas dos perspectivas, y en vínculo con ellas, las universidades mexicanas han construido su propio molde, tienen una rica historia para hacer frente a sus demandas actuales con aumento de su calidad.

En esa madeja, donde todo se relaciona con todo, donde el centro y la periferia están contenidos en la misma unidad dialéctica, es imposible disociar lo que pasa en las universidades del país del contexto de las transformaciones de las universidades en el ámbito mundial. Lo específico, en nuestro caso, es que la universidad mexicana debería hacer explícita su misión, que hoy es la de ser sujeto social para impulsar el cambio nacional y local, de tal dimensión que la población del país alcance mayores niveles de bienestar.

La globalización y la realidad nacional, tan compleja como se presenta, demandan con insistencia la mejoría académica de nuestras universidades. Tal mejoría pasa por el logro de una mayor eficiencia y eficacia de los rectorados, los cuales deberían funcionar con legitimidad, esto es, con políticas y acciones respaldadas en la autoridad y sustentadas en la comunidad académica.

En efecto, el buen funcionamiento del gobierno universitario es uno de los factores que está detrás de la calidad académica. Por este motivo, eliminar la burocratización, lo más posible, resulta fundamental. La burocratización en la universidad mexicana ha sido un modo de dominación sustentado en un grupo de funcionarios y servidores que se adueñan del poder institucional desplazando la autoridad académica y a los académicos de la toma de decisiones.

Es una forma de gobierno que choca con la fluidez, la flexibilidad y la liquidez con la que se efectúa el trabajo académico. Que desvanece, por cuestiones de carácter político, el surgimiento de liderazgos académicos. Y con ello favorece la pérdida de dinamismo, el estancamiento institucional y la falta de participación en la política académica.

Oponerse a la burocratización en la universidad, por ser uno de los mayores obstáculos a su desarrollo, es una tarea que nos toca a todos los académicos en el entorno científico y político actual del país. ¿Por qué es importante esta oposición?

Porque la academia hoy en día necesita crear redes internacionales de docencia e investigación y porque las alianzas con universidades de otros países requieren estructuras apropiadas de conducción institucional para este propósito. Porque los jóvenes mexicanos necesitan estudiar en buenas universidades y construir en ellas su ciudadanía. Porque México requiere producir conocimiento original para crecer y desarrollarse.

Con el avance de las lógicas de mercado en las políticas públicas, la organización de la universidad se adaptó consolidando una élite burocrática. Lo que está en cuestión en estos días, y no sólo en México, es si se mantiene esta burocracia, que supuestamente es "técnicamente" superior para la conducción de las funciones universitarias, o si vamos pensando en una nueva estructuración del poder político en la universidad que abra vías para responder a los retos de la globalización, a los de la nación y a los del entorno local. Reinstaurando los valores de la academia y creando una ética de responsabilidad social acorde al momento y a lo que se viene en el futuro próximo.


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