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Fuga de... datos
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 221 [2007-04-26]
 

Uno de los principales problemas del país y del sector científico y tecnológico es el reducido volumen de personas con altos niveles de calificación. La pirámide educativa, con una amplia base de casi 25 millones de niños y adolescentes que cursan la enseñanza básica y obligatoria, por cierto bastante cuestionada en sus niveles de calidad y equidad, se reduce a poco más de 3.6 millones en la educación media superior -no menos cuestionada-, a una educación superior de 2.2 millones y llega a una pequeña cúspide que representan los estudios de posgrado con una matrícula que apenas alcanza las 159 mil personas. Es la morfología de nuestro sistema educativo.

Las tendencias indican que las oportunidades educativas para los niños que nacieron en esta década serán mejores y, en promedio, podrían alcanzar los13 años de vida escolar. El problema, sin embargo, lo tenemos ahora, con los jóvenes en edad de cursar educación media superior y superior. La cobertura en ambos niveles sigue siendo extremadamente reducida (uno de cada dos y uno de cada cuatro del grupo de edad, respectivamente)

Por su parte, los estudios de posgrado, si bien han crecido de forma importante a partir de los años noventa (casi se cuadruplicaron entre 1990 y el año anterior), más que cualquiera de los otros niveles educativos, lo cierto es que partieron de una base sumamente reducida y hoy, con una matrícula de aproximadamente 112 mil en maestría y 15 mil en doctorado, siguen representando una baja proporción para el total de la población que somos y el tamaño del sistema educativo.

Las cifras muestran que todavía se deben hacer mayores esfuerzos en el acceso a estudios superiores. Y es hoy cuando habrá que hacerlo. Posteriormente, la próxima década, la presión demográfica disminuirá y será más fácil lograrlo, pero también se habrá ido la oportunidad para miles de jóvenes y para el país.

Pero, tampoco es suficiente con ampliar el acceso a la educación. De nada servirá incrementar el número de jóvenes en la escuela si no se les proporciona una buena formación y una educación de calidad, así como las oportunidades de desarrollo profesional y laboral acordes con su nivel de calificaciones. La primera es responsabilidad del sistema educativo y los resultados que se conocen muestran que tenemos serias deficiencias en este terreno. La segunda, las opciones laborales, no es responsabilidad de la escuela, es de la economía nacional y desafortunadamente el panorama nacional no es particularmente promisorio para quienes concluyen su posgrado.

En estas circunstancias no debe extrañar que algunos jóvenes con altos niveles de calificación coloquen sus expectativas fuera del país. El director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), Juan Carlos Romero Hicks, indicó que en este año se incrementó el número de becarios en el extranjero que no retornaron al país (La Jornada 17/IV/07). Según el cálculo que hizo, mismo que calificó de "muy preliminar", la cifra es de mil jóvenes "fugados", alrededor del 5 por ciento del total de becarios.

Los cálculos no deben ser muy exactos. Las cifras de becarios en el extranjero han disminuido sistemáticamente a partir del año 2000: pasaron de 4,237 a 2,653 el año pasado (los nuevos becarios de 1,469 a 803), así que la proporción de los que no regresan al país es mayor o el volumen absoluto es otro. Además, el dato de 5 por ciento de fuga de talentos, señalado por el director de Conacyt, es el mismo cálculo que se hizo al comienzo de la década actual, cuando el programa de becas cumplió 30 años, sólo que en aquel entonces el porcentaje era respecto del total de exbecarios.

Más aún, según el titular de Conacyt, el problema de la fuga de talentos no se debe a la falta de plazas en el país, puesto que, dijo, "en este momento hay 2 mil 950 vacantes en instituciones públicas". Es difícil constatar la cifra en los informes públicos, pero la afirmación es notable.

Independientemente de la veracidad de las cifras sobre fuga de talentos y de plazas disponibles, lo realmente sorprendente es que las estadísticas públicas no registren uno y otro caso puntualmente. Es, simplemente, ¿una fuga de datos?


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