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Posgrados: ¿ni calidad ni excelencia?
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 907, pp. [2021-07-08]
 

Un comunicado público del Conacyt informa que la titular del organismo, María Elena Álvarez Buylla, presentó el Sistema Nacional de Posgrados (SNP), en sustitución del anterior Programa Nacional de Posgrados de Calidad (Comunicado No. 226/2021). Todavía no se conocen los detalles de la sustitución, tal vez solamente se conocerán una vez que estén en marcha o quizás, para variar, con posterioridad venga una nueva rectificación.

Sin embargo, probablemente estamos ante otro punto de quiebre: la orientación de los posgrados en México. El comunicado del pasado 4 de julio, un día después de finalizado el 3er Foro Nacional de Posgrados, informa que ahora que cumple 30 años el Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) será sustituido para “transitar hacia un modelo de formación e investigación en posgrados con mayor solidez epistemológica, rigor científico e incidencia social, acorde con la transformación que vive el país”.

En realidad, no son exactamente tres décadas del PNPC, sí lo son desde que ingresó a los recintos universitarios la evaluación y acreditación de programas de licenciatura y posgrado. Un esquema para diferenciar la calidad de los estudios que cursan los jóvenes, ante una oferta que desde esos años crecía exponencialmente. De hecho, en 1991, al primer padrón de posgrado, se le llamó “Padrón de Excelencia”, un programa que estuvo vigente hasta el 2001.

Por cierto, el término de “excelencia”, quién lo dijera, retornó al primer plano de la norma educativa con la reciente reforma del artículo 3º constitucional, la de mayo de 2019. ¿Usted lo recuerda? Según aclaró el entonces secretario de Educación, Esteban Moctezuma, a solicitud de los profesores de la Coordinadora, la palabra calidad quedó proscrita del texto constitucional y, en su lugar, quedó “excelencia”. En fin, esa es otra historia. O no, esa y ésta son episodios de la misma serie.

Total, en aquel entonces, el Padrón de Excelencia estaba centrado en los posgrados orientados a la investigación, pero la mayoría de instituciones quedaban fuera de ese padrón porque sus programas tenían otras finalidades (profesionalizantes, por ejemplo) o las condiciones de sus posgrados eran sumamente precarias. Así que en 2001 sobrevino una rebelión institucional y ahí se amplió el programa; primero se habló de un Programa Nacional de Fortalecimiento del Posgrado y después quedó instaurado el PNPC.

El año pasado, todavía en el último proceso de evaluación, el PNPC clasificaba los programas de posgrado como: de reciente creación; en desarrollo; consolidados; y de competencia internacional. Igualmente, dividía el conjunto de programas entre los de nuevo ingreso, renovación y reingreso. Pertenecer al padrón significa, o significaba, que el programa tenía respaldo institucional diferenciado para varios propósitos (infraestructura, por ejemplo) y, muy importante, una beca para todos los estudiantes matriculados en el programa correspondiente.

¿De qué volumen estamos hablando? Las cifras oficiales del año pasado muestran que pertenecen al PNPC casi 2 mil 500 programas. De ese total, casi la mitad (43 por ciento) está en la categoría “en desarrollo”, un 29 por ciento está considerado como “consolidado”, el 16 por ciento son de “reciente creación” y solamente el 11 por ciento califica como de “competencia internacional”.

Además, del total de programas del PNPC, poco más de la mitad (54 por ciento) son programas de maestría, un 29 por ciento de doctorado y el resto de especialidades. Y casi la totalidad de los programas del padrón pertenecen a instituciones públicas, lo mismo que la matrícula (alrededor del 95 por ciento).

O sea, la mayoría de programas requieren un respaldo institucional, son muy contados los posgrados nacionales altamente competentes y todavía muy pocos los programas de doctorado. Añadamos que en el país, en total, existen casi diez mil programas de posgrado, menos de una cuarta parte pertenece al padrón; de estos últimos, alrededor del 60 por ciento son de instituciones particulares y el resto de instituciones públicas.

El PNPC, con sus sesgos y problemas, instauró un mecanismo para diferenciar la calidad de los estudios de posgrado, bajo el supuesto de que era muy importante consolidar los programas nacionales en el maremágnum de una dudosa oferta. Como se podrá advertir, el tema tiene múltiples ángulos y cualquier modificación alterará todas las partes. Tampoco olvidemos el sensible asunto de las becas asociadas al padrón.

El comunicado de la autoridad precisa que el PNPC, como otras medidas del periodo neoliberal, “priorizó la visión productivista y la competencia; el centralismo y la evaluación cuantitativa de los programas, además de que se desvincularon los posgrados de las prioridades de investigación en humanidades, ciencias, tecnologías e innovación que necesita el país”. En consecuencia, sostiene que ahora se dará prioridad a la pertinencia científica y social, equidad de género, no discriminación, equilibrio regional y distribución institucional equitativa.

O sea, ¿será un cambio profundo? Al menos eso expresan las intenciones, pero ya sabemos que de buenas intenciones está empedrado el camino al precipicio. Lo más grave sería que nos quedáramos sin un esquema de posgrados; ni de calidad, tampoco de excelencia y ni siquiera un sistema como tal. Todavía peor: alentado por la instauración del principio de austeridad. Pendientes.

Pie de página: Y 12 días después de emitir los lineamientos del Programa Cátedras Conacyt, dice la autoridad que se equivocaron, que cambian uno de sus artículos y mejor sí van a considerar la opinión del Personal del programa para expedir el Estatuto de Personal Académico.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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