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El plan
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 222 [2007-05-03]
 

En el sector científico y tecnológico ya concluyó la consulta para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo (PND). La consulta, obligada por la normatividad vigente, está prevista en el omnipresente, pero poco efectivo Sistema Nacional de Planeación Democrática que viene de fines de los años setenta y que se convirtió en ley a principios de los ochenta. Las aportaciones al plan, sin embargo, más que por la vía de la participación directa, correrán a cargo de los informes que ya se conocen sobre el sector.

El artículo 20 de la Ley de Planeación señala que prácticamente todas las agrupaciones obreras, campesinas, populares, empresariales, profesionales, etcétera, podrán participar a "través de foros de consulta popular que al efecto se convocarán". En consecuencia, en cada sexenio, desde los años ochenta, tiene lugar un amplio despliegue mediático para llamar a la participación en la elaboración del plan. Lo curioso es que cada vez parece más desencantada la convocatoria y también menor el interés de la ciudadanía en participar.

El plan de la administración anterior, el primero en elaborarse después de que el PRI dejó de ser el partido en el poder, todavía suscitó amplias expectativas. En buena medida por la novedad del cambio, pero también por la apertura de diferentes canales para recuperar la opinión de la ciudadanía, como el cuestionario sobre el centenar de temas aprovechando la infraestructura del servicio postal, una página web exclusiva del plan, el correo electrónico, los sitios de internet de las dependencias gubernamentales y los foros de participación directa.

Incluso el plan presentó una visión al 2025 y, a diferencia de la organización temática de los planes que lo precedieron, fue estructurado en tres grandes áreas: desarrollo social y humano; crecimiento con calidad; y orden y respeto. Ahí se agruparon el conjunto de grandes objetivos y estrategias; también las esperanzas sobre unas coordenadas inmejorables de ubicación y de la ruta a seguir. Al final, sin embargo, el plan se quedó archivado con sus claves de navegación y el país se fue, se fue por otro rumbo.

En esta ocasión, según las previsiones del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), entre fines de marzo y el 24 del mes pasado se realizaría la consulta respectiva: una encuesta a través de internet y una docena de foros regionales. La primera simplemente se colocó en la página electrónica de Conacyt y, aparte de registrar como participación cualquier ingreso al sitio, permitía las siguientes opciones de propuesta: a la ley de ciencia y tecnología; a la ley orgánica de Conacyt; y a los subsistemas de gobierno, instituciones de educación superior, centros públicos de investigación y empresas. En este último caso, ofreció 15 propuestas ya elaboradas con anticipación, del tipo de "estructurar el sistema" o "descentralizar las actividades científicas y tecnológicas". Sólo bastaba con darle "click" a alguna y asunto resuelto.

Por su parte, los foros se realizaron en las ciudades de Aguascalientes, Distrito Federal, Guadalajara, Hermosillo, Querétaro, Mérida, Monterrey, Morelia, Toluca y Villahermosa. Solamente en el DF se planearon dos (uno en la Academia Mexicana de Ciencias y otro en el Consejo Consultivo de Ciencias).

Es difícil saber en qué condiciones se realizaron los foros, si es que se llevaron a efecto, y cuál fue la respuesta que obtuvieron. Salvo el anuncio en la página de Conacyt, en los medios no hubo mención de fechas y horarios en los que se llevarían a cabo; menos de las eventuales respuestas que se obtuvieron.

La consulta está en su fase de cierre y al final de este mes, por ley, tendrá que estar listo y publicado el PND. La normatividad establece como entidad coordinadora, a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la de los recursos, así que a ella llegarán las propuestas sectoriales.

La experiencia con los planes anteriores no ha sido muy edificante. En todos aparece la apuesta por la ciencia y la tecnología como la palanca imprescindible que permitirá mejorar el desarrollo económico, la competitividad y el bienestar de la población; la referencia está tanto en el que se publicó en 1983 como en el de 2001. Desafortunadamente, al final, también aparece la misma conclusión: el plan por un lado, el papel de la ciencia y la tecnología por otro y el país por otro más. Esperemos a ver cuáles son los contenidos del plan en esta ocasión, pero parece que el asunto de la planeación nacional democrática es más ilusorio que real.


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