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Trabajadores del conocimiento
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 223 [2007-05-10]
 

A fines del siglo XIX Alfred Marshall, en sus "Principios de Economía", sostuvo que el conocimiento es el más poderoso motor de la producción. También en la obra de Adam Smith podemos encontrar referencias acerca de la importancia del conocimiento para la sociedad y para la economía. Más tarde, en 1945, Friedrich Hayek, quien fuera Premio Nobel de economía, publicó un artículo con el título "The Use of Knowledge in Society", en el cual señaló que el sistema económico más eficiente sería aquel que hiciera un uso más pleno del conocimiento. Y, recientemente, Peter Druker se convirtió en el gurú de cuantos proclaman hoy que la Sociedad del Conocimiento ya se encuentra entre nosotros.

Quiénes han destacado y ponderado la importancia del conocimiento para la sociedad han sido básicamente los economistas y el hoy tan frecuentemente usado término de Sociedad del Conocimiento es atribuido al más influyente autor de temas de managment. En su obra "La sociedad Post-Capitalista" (1993) Peter Druker afirma que "en esta sociedad a la que nos estamos dirigiendo muy rápidamente, es el saber y no el capital el recurso clave". Afirma también que el protagonista principal de esta nueva sociedad es el "trabajador del conocimiento". Ahora bien, a este tipo antropológico le pueden corresponder muchos tipos humanos, pero pensemos en los académicos como agentes destinados a instalar en la nueva sociedad este nuevo tipo de trabajador.

La concepción del trabajador del conocimiento puede ser rastreada a través de una amplia literatura. Sobresalen los trabajos que marcan su carácter de analista de símbolos (Reich), su trayectoria profesional sin fronteras (Arthur y Rousseau), la importancia del software como nuevo factor cognitivo (Drucker) y la inmaterialidad de su producción (Hardt y Negri). En general se le representa como un trabajador que, a diferencia del trabajador "a secas", es dueño de los medios de producción (sus conocimientos), por lo que no se enfrenta a la consabida contradicción entre capital y trabajo. Es una persona que se identifica con su área de especialización más que con la organización o institución para la que labora y para él las organizaciones y las instituciones representan sólo un recurso, un medio al que no se le debe lealtad sino eficiencia. El salario le es menos importante que la oferta de oportunidades para alcanzar su desarrollo y su competitividad, y en el monto de sus ingresos pesan de manera importante los estímulos y recompensas que obtiene por su desempeño personal. Busca y obtiene el éxito propio independientemente del progreso social.

Ser un trabajador del conocimiento implica autogestionarse; esto es dedicar la vida a potenciar el conocimiento que se posee y decidir en qué y cómo invertirlo para lograr la mayor productividad y el mayor rendimiento. Al respecto, ha escrito Richard Sennett, que por cierto no es economista sino sociólogo, que el trabajador del conocimiento tiene ante sí tres desafíos: 1) ser capaz de definirse a través de constantes mutaciones profesionales, 2) dar la talla en una sociedad en la que la competencia es lo que media en todas las relaciones sociales y 3) buscar un lugar desde el cual mantener los vínculos con el pasado. Convencido de que el ser humano no podrá construirse en estas condiciones, Sennett apuesta por una revuelta contra esta cultura, a la que él llama neocapitalista.

Por lo que hoy se vive en las universidades y en general en las instituciones de educación superior de casi todos los países, incluido México, no es de esperar que los académicos sean quiénes levanten la revuelta que anuncia Sennett pues lo que parece es que el prototipo del trabajador del conocimiento está siendo implantado con éxito en estas instituciones. Con todo, la adopción de este prototipo no se está realizando a partir de la reflexión acerca de los problemas físicos y emocionales que impone el enfrentamiento cotidiano a los desafíos que menciona Sennett, ni del análisis de los efectos que trae el sentimiento de sentirse dueños del capital (aunque sea de manera incierta) y ya no meros trabajadores, sobre el carácter de quiénes se dedican a la investigación y la docencia

Valga este texto como invitación a los investigadores y docentes, y sobre todo a los académicos que nos dedicamos al estudio de la universidad, a la reflexión y al diálogo acerca de las ideas contenidas en tres importantes obras de las ciencias sociales: La Sociedad Post-Capitalista de Peter Druker, La Cultura Neocapitalista de Richard Sennett y La Corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, de este mismo autor. Porque quien quiera ser agente o representante del "trabajador del conocimiento" propuesto por las visiones de la economía y del managment, debe tener conciencia de lo que esto implica. Y, si por el contrario nuestras búsquedas y anhelos humanos y sociales van por otro lado, ¿por qué no hemos de poder construir propuestas y significaciones propias para los trabajadores académicos de la nueva sociedad que hoy se proclama? No se trata de hacerse a un lado de las ideas que, desde antaño, han ponderado la necesidad de que el conocimiento se convierta en un elemento económicamente productivo, sino de comprender que la participación plena en la Sociedad del Conocimiento exige a los académicos impedir que se nos imponga una imagen de quiénes y cómo queremos y debemos ser.


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