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Educación superior, ciencia y sociedades del conocimiento
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 173, pp.5 [2006-04-20]
 

A principios del año pasado, la UNESCO publicó un amplio informe titulado Hacia las sociedades del conocimiento (el texto completo puede consultarse en www.unesco.org/publications). Se trata de un documento derivado de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información efectuada en Ginebra a fines del 2003, en el cual se pretenden clarificar las finalidades de las llamadas sociedades del conocimiento como proyectos de sociedad. La publicación mencionada se compone de los siguientes capítulos: 1) "De la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento"; 2) "Sociedades en redes, conocimientos y nuevas tecnologías"; 3) "Las sociedades del aprendizaje"; 4) "¿Hacia una educación para todos a lo largo de toda la vida?"; 5) "El futuro de la enseñanza superior"; 6) "¿Una revolución en la investigación?"; 7) "Las ciencias, el público y las sociedades del conocimiento"; 8) "Riesgos y seguridad humana en las sociedades del conocimiento"; 9) "Conocimientos locales y autóctonos, diversidad lingüística y sociedades del conocimiento"; y 10) "Del acceso a la participación: hacia sociedades del conocimiento para todos".

La idea que sirve de norte al documento en cuestión es la posibilidad de lograr un ámbito público del conocimiento en todos los países del orbe. En este sentido, también se plantea la interrogante respecto a si ya se poseen los medios que permitan un acceso igual y universal al conocimiento, "así como un auténtico aprovechamiento compartido de éste". Otro elemento importante es el que se refiere a no admitir que la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación conduzcan a una forma única de sociedad posible, en función de lo que sería un determinismo tecnológico estrecho y fatalista. De esa manera es que se habla de sociedades del conocimiento y no de un modelo igual para todas las naciones, reconociendo que los progresos realizados por algunas naciones han sido el resultado de décadas de esfuerzos en ámbitos como el educativo en todos sus niveles, la recuperación del retraso tecnológico en sectores estratégicos, "la investigación científica o la creación de sistemas de innovación de alto rendimiento". Asimismo, se subraya que cada sociedad cuenta con sus propios puntos fuertes en materia de conocimiento; de lo que se trata, entonces, es actuar de manera conjunta para que los conocimientos de los que ya disponen las diversas sociedades, se puedan articular con las nuevas modalidades de elaboración, adquisición y difusión del saber valorizadas por el modelo de la economía del conocimiento.

Una diferencia importante es la que existe entre los conceptos de sociedad de la información -basada en los progresos tecnológicos-, y la del conocimiento. Esta última incluye dimensiones sociales, éticas y políticas mucho más amplias. Además, el hecho de referirse a sociedades en plural no se debe al azar, "sino a la intención de rechazar la unicidad de un modelo "listo para su uso" que no tenga suficientemente en cuenta la diversidad cultural y lingüística, único elemento que nos permite a todos reconocernos en los cambios que se están produciendo actualmente". Asimismo, se postula que una sociedad del conocimiento habrá de garantizar el aprovechamiento compartido del saber, al incluir a cada uno de sus integrantes y promover nuevas formas de solidaridad con las generaciones presentes y futuras. Para ello se requiere cumplir con varios de los preceptos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y diversos pactos internacionales, particularmente en lo relacionado con la libertad de opinión y expresión, el derecho a la educación y sus corolarios, así como el derecho a tomar parte en la vida cultural de la comunidad, gozar de las artes y participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.

Un aspecto sobresaliente de la perspectiva asumida en el documento de la UNESCO es que la noción de sociedades del conocimiento no se reduce a una visión exclusiva de los países del Norte -desarrollados-, pues también constituye un nuevo enfoque de desarrollo pertinente para los países del Sur -subdesarrollados- o en vías de desarrollo. Por último, el planteamiento enfatiza que, pese a los avances logrados hasta ahora, aún persiste una serie de obstáculos que siguen haciendo difícil el acceso al conocimiento y a los cuales se han añadido otros nuevos. Varias interrogantes sirven para ilustrar los desafíos actuales: ¿Es posible aceptar que las futuras sociedades del conocimiento funcionen como cotos cerrados y reservados a unos cuantos privilegiados? ¿Las sociedades del conocimiento serán sociedades donde el saber esté compartido y el conocimiento sea accesible a todos, o sociedades donde el saber esté repartido de modo desigual? Tales interrogantes se plantean cuando en la actualidad se aprecia de manera paradójica la multiplicación de brechas y exclusiones, tanto entre los países del Norte como en los del Sur y dentro de cada sociedad. La lectura de Hacia las sociedades del conocimiento resulta muy necesaria para ver el camino de posibilidades que tienen ante sí países que, como México, aspiran a llegar a ser sociedades en que se pueda asegurar el aprovechamiento compartido del conocimiento, sin que se pierda su singularidad y riqueza cultural.


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