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El trabajo académico en colectivo
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 702, pp. 6 [2017-04-27]
 

Los académicos vivimos en un orden institucional en el que las políticas públicas siguen un sistema de ideas que resalta lo académico ligado a lo financiero. La academia se orienta por un sentido común, según el cual, cada académico actúa y compite para obtener recursos que le permitan hacer su trabajo, recibir becas complementarias al salario y llegar a posiciones más altas en la jerarquía académica.

La cuestión es satisfacer lo más posible los criterios e indicadores de desempeño, marcados desde una oficina administrativa, que, la mayoría de las veces, no sabe lo que implica el trabajo en distintas disciplinas científicas, ni cuáles son los tiempos y la ética que rigen las funciones académicas. Al orden institucional lo que le importa es reducir lo diverso, estandarizando las medidas, para manejar y distribuir los recursos económicos, que siempre escasean. Con ello, se pierde lo plural y diverso de la actividad científica.

De esta suerte, cada académico organiza su vida y su actividad laboral para cumplir las exigencias de la evaluación. Cada quien aplica su propio juicio para decidir qué y cómo hacer su trabajo, dónde publicar. Hay miedos y angustias de incumplimiento, a que los resultados del esfuerzo sean declarados insuficientes por quienes los revisan. De la individuación del trabajo y la complejidad organizativa del quehacer científico, que supone enfrentar evaluaciones con distintos criterios y métodos de análisis, se derivan efectos que desinstitucionalizan a las universidades (eg. Suárez y Muñoz, 2004, Ibarra,2005). La individualización y la competencia malsana no estimulan, crean desanimo para seguir la carrera académica, son negativas para la academia.

La academia surge con Platón, quien, como se sabe, organizaba grupos para hacer sesiones de intercambio de ideas y enseñar filosofía. Desde su creación, la academia ha sido una realización colectiva que hoy permite crear, acumular, enseñar, guardar y reproducir el conocimiento científico. Los científicos producen conocimiento, ciencia básica y aplicada, que sirve de manera práctica en la sociedad. Hoy, es fundamental saber cómo se obtiene, cómo se procesa y cómo se interpreta la información para crear conocimiento científico.

En la situación de emergencia que vive el país, el conocimiento elaborado en nuestras instituciones académicas debe servir, primordialmente, para atender las causas de los grandes problemas sociales que nos agobian. Usar con mayor plenitud la inteligencia que tenemos, implica promover la agrupación de los académicos en colectivos, de profesores, estudiantes e investigadores.

En la academia, los profesores e investigadores nos agrupamos por vocación, para satisfacer intereses de conocimiento; trabajamos por la vía de proyectos docentes o de investigación en un determinado campo. Hoy, las problemáticas sociales necesitan ser conocidas desde diferentes ángulos mediante proyectos coordinados, o articulados, provenientes de distintas disciplinas. Reconocemos que hay temas nuevos y agendas nuevas. Que los paradigmas, las disciplinas y los enfoques se intersectan (Dogan y Phare, 1990) , que tenemos que jugar en equipo.

No todos los académicos tienen la disposición de agruparse. Sin embargo, creo que ya hay conciencia de la necesidad de juntarse, sobre todo cuando se tocan los grandes desafíos nacionales y locales. El seminario es una de las maneras de organizar el trabajo académico, evoca la idea de esfuerzo colectivo y se forma por muchas causas u objetivos. Hay seminarios en los programas docentes, de discusión de un autor o de una obra, de teoría, o dedicados a realizar un proyecto de investigación. En este tenor, me parece que debería estimularse que los académicos trabajen en seminarios, que produzcan artículos de autor único o textos donde participen dos o más investigadores, y si es posible que se incluya a un estudiante de doctorado como coautor.

En todos los casos, el seminario está formado por un colectivo intelectual y como organización admite que en su seno se lleven a cabo tareas docentes, de investigación y difusión. Son agrupaciones académicas en las que, efectivamente, se pueden articular las tres funciones universitarias. En una agrupación de colegas, el seminario comprende el establecimiento de redes del colectivo, establece lazos con otros académicos de instituciones nacionales o internacionales. Los resultados de un seminario se publican de maneras peculiares, pero deben reflejarse en un aumento de la visibilidad o prestigio del grupo y de la institución que lo cobija.

La colectivización del trabajo académico está vinculada al porvenir de la universidad pública. Porque las instituciones universitarias, de aquí en adelante, tendrán que estrechar sus lazos con la sociedad, atender a muy diversos públicos interesados en sus tareas, transferir conocimientos al sector productivo, desarrollar aparatos de gestión para conseguir recursos y dar asesorías a organizaciones públicas y privadas. Y, al mismo tiempo, tendrán un papel de la mayor importancia como casas de cultura, donde la difusión del conocimiento será esencial para distribuirlo y proyectar el futuro. Nos esperan cambios fuertes.


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