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Aportes de las humanidades y las ciencias sociales
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 672, pp. 6 [2016-09-08]
 

El presidente Obama, desde su primera campaña, impulso la idea de educar a las nuevas generaciones en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Partía de la idea de que Estados Unidos no contaba con suficientes ciudadanos que pudieran emplearse en puestos que demandan tales conocimientos. Y no tener este tipo de personal era un asunto crítico para elevar la competitividad y la innovación en el país. Las humanidades y las ciencias sociales fueron relegadas a un segundo plano. A estos dos conjuntos disciplinarios les disminuyeron sustancialmente los apoyos en el vecino país del norte (Lloyd, 2013). Además, en varios estados de la Unión Americana se recortaron programas universitarios en disciplinas humanísticas y sociales, argumentando que los egresados no tienen empleabilidad, por lo que carecen de relevancia sus estudios.

Afortunadamente, la academia norteamericana respondió con fuerza intelectual, para que no se cierren los espacios. En Norteamérica, hay una larga tradición en el cultivo de las humanidades, y programas que llevan años de operar, como el Odyssey Project en la Universidad de Chicago y el Curso Clemente. Ambos han demostrado que la enseñanza de las humanidades impacta en el desarrollo personal y en el tipo y calidad de vida de las personas. Las humanidades son, a saber, disciplinas muy prácticas. En otros países, como España, se concluyó que todos los estudiantes universitarios, al terminar sus carreras, deberían haber leído a los clásicos de la literatura, historia universal y nacional, conocer geografía, filosofía, arte y manejar otro idioma. Se tuvo en cuenta que enriquecer la cultura de los estudiantes es un plus para encontrar trabajo y para tener ciudadanos responsables.

En México, las humanidades han contribuido, desde la universidad, al proyecto de nación, y a mantener una presencia crítica que ha hecho avanzar a la sociedad. En la academia, la UNAM, por ejemplo, ha sido prestigiada por el cultivo de las humanidades. En las mediciones internacionales quedó ubicada entre las mejores del mundo (72) en estas disciplinas. Recuérdese que en el 2009 ganó el Premio Príncipe de Asturias en Humanidades, siendo la primera universidad pública en conseguir tal distinción. Y, en ciencias sociales, está entre las 100 mejores, a nivel mundial (QS,2015).

Ahora bien, hace falta fortalecer ambos conjuntos disciplinarios en las universidades públicas estatales, no solo en la docencia, sino también en la investigación. Porque, salvo excepciones, las humanidades y las ciencias sociales han sido colocadas en un lugar marginal, por considerar que no son útiles. Para revertir esta imagen habría que comenzar con un cambio de óptica en las ´políticas gubernamentales y rectorales, para que se estimule el interés y la práctica académica en estos campos del conocimiento. Asimismo, reconocer a los investigadores que comunican sus resultados a distintos públicos para elevar las capacidades cognitivas de la sociedad y el entusiasmo popular por la ciencia.

En México, hay funcionarios que toman decisiones sobre el quehacer científico y que tienen una visión estrecha, muy rígida, de lo que hacemos en la academia. Piensan que sólo hay una manera de hacer ciencia. Les hemos insistido, desde siempre, que en humanidades y ciencias sociales se hace investigación rigurosa de formas muy variadas, porque en las disciplinas sociales y humanísticas se usan métodos y técnicas diferentes para conocer e interpretar la realidad. Para muestra, basta revisar la extensa bibliografía metodológica que existe en nuestros campos.

Hemos reiterado, además, que las disciplinas que tratan del hombre y la sociedad están desigualmente desarrolladas en el país. Y que es necesario promover carreras de licenciatura y posgrados en estos campos, entre otras razones, para contar con los investigadores que nos hacen falta para ampliar y profundizar el conocimiento de los problemas sociales.

En una situación de crisis, tan profunda como la que vivimos, y con una perspectiva pesimista del futuro inmediato, se impone que podamos tener explicaciones de lo que nos pasa y discernir hacia dónde podemos ir como nación. Con un sistema político desvinculado de la ciudadanía, con las elites económicas, políticas y religiosas enfrentadas abiertamente, y con una enorme cauda de problemas sociales y económicos, necesitamos entender cómo está funcionando la sociedad y cómo cambiarla para mejorar nuestras vidas.

La academia mexicana, toda, requiere conjugar esfuerzos para que sus resultados permitan aprovechar mejor nuestros recursos naturales, para auxiliar a reconstruir lo político, darle sentido a la política y recuperar el tejido social. Bienvenido el estudio de la filosofía como derecho constitucional. Fortalezcamos la investigación humanística y social, y la difusión de sus resultados, con lo cual los ciudadanos tendrán más posibilidades de intervenir para que se impulse el crecimiento económico y la presencia activa del Estado en el combate a la desigualdad social.


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