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Las fracciones de la burocracia universitaria
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 658, pp. 6 [2016-05-26]
 

La burocracia forma parte del conglomerado de actores universitarios. Su crecimiento, consolidación y fortaleza son resultado de los cambios acaecidos en las universidades públicas, particularmente en los últimos lustros. Su análisis, sin embargo, viene de hace un buen tiempo (eg. Marquis).

La burocracia está constituida jerárquicamente en la administración universitaria. La gran mayoría de este grupo son trabajadores de base, manuales, secretariales o de servicios, ubicados, sobre todo, en la función docente, y sirven como bases políticas del sindicalismo. Luego se encuentran los de confianza, asignados al auxilio de los directivos o a las unidades administrativas de cada dependencia universitaria. Y, finalmente, grosso modo, están los mandos medios y superiores. El conjunto de administrativos ocupa un buen espectro de la población del campus. No tengo datos de todas las instituciones pero, en los que he visto, representan casi el mismo número de personas que los académicos.

En las universidades no se tiene una buena imagen de los trabajadores que hacen trámites administrativos. Hay quienes piensan que la llamada burocracia entorpece más que ayuda al trabajo académico. Los mandos medios, por ahora, aplican la “semaforización” como modo de evaluar el trabajo académico de las dependencias, lo cual resulta inaceptable. Una demanda permanente es que la administración se ponga, realmente, al servicio de la academia.

Los trabajadores administrativos que se encargan de los trámites, por usos y costumbres, han hecho más lento el trabajo, se manejan con normas y regulaciones excesivas, muchas de ellas impuestas a las universidades por las autoridades hacendarias del país. Gran parte de las trabas burocráticas provienen del discurso de la transparencia y la rendición de cuentas que, teniendo orientaciones democratizadoras, ha servido para que se amplíe el control de las instituciones. Este discurso, más las prácticas habituales, se han utilizado como pretexto para hacer más difícil la vida académica, lo cual genera tensiones con los profesores y los estudiantes, en un contexto social en el que campea la desconfianza. La burocracia, entonces, es símbolo de lentitud, rutina, exceso de trámites y rigidez. Éstas son críticas que se hacen frecuentemente entre los propios administrativos y de parte de académicos y estudiantes.

En las oficinas administrativas, algunos escalones de la jerarquía se usan como paso de carreras políticas y para establecer la competencia por los puestos de mando medio o académico-administrativos. En el nivel directivo hay cierto despotismo, una actitud política dirigida a conservar o ganar privilegios, y mantener el poder institucional sin cambios. Algunas modificaciones al organigrama se realizan cuando entra un nuevo rector.

La burocracia universitaria de alto nivel, los funcionarios de la rectoría y los directivos de las dependencias académicas forman parte de la elite institucional, junto con aquellos a quienes se les ha denominado como “aristocracia académica” (Clark). Unificados en esta fracción han podido mantener centralizada la toma de decisiones, controlar el manejo político interno, el cabildeo externo, gestionar y distribuir los recursos económicos y conducir la administración.

Los mandos superiores en la rectoría, y en las facultades, tienen sí la responsabilidad de tratar con los sindicatos y resolver los asuntos laborales. Evitar, en lo posible, las huelgas sindicales, cada año en tiempos de revisión de contratos, y las protestas estudiantiles. En otras palabras, el control político o la gobernabilidad, que también incluye a los académicos y sus actividades, es una de sus tareas más importantes, porque está en la base del equilibrio institucional y el ejercicio del poder.

Este sector de élite de la administración ejerce liderazgo, impone proyectos sobre el rumbo institucional, e intenta ligar la forma de gobierno de un período rectoral a otro, recuperando la historia de la universidad en el marco de la sociedad en la que se ubica. Realiza un discurso para que la comunidad perciba como viables las propuestas de sus dirigentes, y ganar credibilidad.

La élite universitaria se mueve, entonces, entre símbolos, representaciones y significados que dan sentido al poder que ejerce en toda la comunidad. Y, por ello, genera dominación para que su mando sea obedecido, para que la comunidad se comporte de una manera en que no confronte ni al grupo en el poder ni a su proyecto. En tanto que la academia se identifique con los principios políticos y educativos de la alta burocracia, con sus instrumentos de dominación, y los acepte, en esa misma medida jugará un papel de estamento subordinado y desarrollará una actitud conformista. La visión de la elite se tornará hegemónica (Ordorika).

La burocracia se asienta en una realidad universitaria donde se encuentran muchas fuentes de tensión desestabilizadora. Fuentes que se relacionan con una distribución desigual del poder entre las fracciones de la burocracia, estudiantes y profesores. En este contexto, hay que continuar con el análisis político del gobierno universitario, cuya estructura y funcionamiento merecen discutirse, hoy, para mejorar a la universidad pública.


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