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El gobierno de India, un peligro para la democracia
Marion Lloyd
Campus Milenio Núm. 650, pp. 12 [2016-03-31]
 

La detención de un líder estudiantil en la India bajo cargos de sedición ha desatado un movimiento nacional a favor de la libertad de expresión y la autonomía universitaria, y en contra del gobierno nacionalista hindú. En las últimas semanas, la tensión ha escalado, con protestas masivas en varias universidades y acusaciones de “tratos inhumanos” en contra de los detenidos. La comunidad académica internacional también ha condenado la represión en contra de la Universidad Jawaharlal Nehru (JNU), una de las instituciones de educación superior más prestigiosas del país.

Kanhaiya Kumar, el carismático presidente del consejo estudiantil de JNU, fue detenido durante un mitin político en la universidad el 9 de febrero. La policía también arrestó a dos estudiantes de doctorado y un profesor de la universidad, desatando manifestaciones masivas en la capital y en otras ciudades. Los cuatro detenidos habían asistido a una protesta en contra de la ejecución secreta de un presunto terrorista musulmán. Todos fueron acusados de sedición, cargo que conlleva una sentencia máxima de cadena perpetua. El profesor, S. A. R. Geelani, fue liberado dos días después y Kumar salió bajo fianza el 3 de marzo. Los otros dos acusados salieron 18 de marzo bajo el mismo recurso.

El gobierno de Narendra Modi, del ultranacionalista Bharatiya Janata Party (Partido Popular Indio, o BJP, por sus siglas en hindi), acusa a los estudiantes de realizar actividades antipatrióticas. El gobierno cita un video del mitin en donde los participantes presuntamente lanzaron slogans en contra del país y a favor de Pakistán, archienemigo de la India (después, surgieron acusaciones de que los videos fueron editados por la policía).

Los estudiantes estaban conmemorando el tercer aniversario de la ejecución de Afzal Guru, originario del disputado territorio de Cachemira, quien fue sentenciado por participar en el ataque en contra del Parliamento hindú en 2001, en el cual murieron 9 personas. Los asaltantes fueron miembros de un grupo radical islámico que busca la autonomía de Cachemira, un conflicto que ha provocado tres guerras entre la India y Pakistán. Grupos de derechos humanos alegan que Guru confesó bajo tortura y después fue ahorcado en secreto por las autoridades hindúes—conviertiéndolo en un mártir para la izquierda política del país.

Para el gobierno, cualquier expresión en contra de la política antiterrorista es tomada como crimen. Se ha aprovechado una draconiana ley que data del periodo colonial para acusar a los estudiantes de sedición.

“Podemos tolerar cualquier declaración contra los líderes del BJP, pero no en contra del país”, dijo el presidente del partido, Amit Shah, en una entrevista televisada el 17 de marzo. A su vez, el ministro de la interior, Rajnath Singh, mandó un tweet avisando que cualquier persona que grita slogans en contra del país “no será tolerada ni exonerada”.

Las protestas en Nueva Delhi se suman a otras manifestaciones en los últimos meses en contra de las políticas universitarias.

En enero, un estudiante de doctorado de la Universidad de Hyderabad, en el centro-sur del país, se suicidó en protesta por la discriminación que sufren los estudiantes de castas bajas en la institución. El estudiante, Rohith Vemula, fue miembro del grupo dalit (antes conocido como los “intocables”). A un mes de ahorcarse en su dormitorio, Vermula mandó una carta al vice-canciller de la universidad denunciando el maltrato por parte de los estudiantes brahmanes (de la casta más alta) y los partidarios del BJP. La administración respondió ordenando la expulsión de Vermula por revoltoso. Su muerte provocó indignación nacional y protestas en varias universidades, incluyendo JNU y Hyderabad. El 22 de marzo, la policía arrestó a unos 30 estudiantes en la segunda de éstas, después de que tomaron rehén durante seis horas al vice-canciller, P. Appa Rao. La tensión ha escalado aún más en los últimos días, con reportes de que la policía amenazó con violar a las estudiantes, y que llamaron de terrorista a los estudiantes musulmanes.

También, en febrero, miembros la casta Jat (mayormente agricultores) realizaron protestas violentas en el estado de Haryana, dejando alrededor de 30 muertos. Los manifestantes exigían su inclusión en el sistema de reservas en las universidades, en que se reserva 49 por ciento de los lugares en las universidades y en los trabajos gubernamentales para estudiantes de las castas y tribus “atrasadas”. Los manifestantes saquearon tiendas, bloquearon carreteras y cortaron el suministro de agua a grandes partes de Nueva Delhi, antes de llegar a un acuerdo con el gobierno del BJP, que también gobierna el estado vecino de Haryana.

Fracturas ideológicas

Las protestas estudiantiles han dejado en claro las grandes fracturas políticas y religiosas dentro de esta nación de 1.2 mil millones de personas. El BJP, que arrasó en las elecciones parlamentarias de 2014, promueve una visión de país abiertamente pro-hindú, a expensas de los musulmanes y otros grupos étnicos y religiosos; juntos, estos grupos componen más del 20 por ciento de la población. El partido también es conocido por sus políticas nacionalistas y bélicas, particularmente en contra de Pakistán. Durante el anterior gobierno del BJP (a la cabeza de una coalición entre 1998 y 2004), la India realizó pruebas de misiles nucleares en mayo de 1998 y amenazó con atacar a Pakistán. Éste respondió con sus propias pruebas en el desierto cerca de la India, levantando miedos de una posible guerra nuclear.

En este contexto, la reacción del BJP ante la supuesta amenaza de los estudiantes resulta poco sorprendente. Además de las detenciones, el gobierno ha impuesto otras medidas de control dentro de las universidades. Entre las que se incluye el obligar las 46 universidades centrales (federales) a izar la bandera nacional dentro de sus campus (deben construir astas de 98 metros, la misma altura de la Estatua de la Libertad en Nueva York). “En un lugar central en cada universidad, la bandera nacional será izada de forma prominente y con orgullo” dijo el orden emitido por el Ministerio de Recursos Humanos, que dicta las políticas educativas del país.

A su vez, el brazo radical del BJP, el Rashtriya Swayamsevak Sangh (National Patriotric Organization, o RSS), ha exigido medidas más drásticas en contra del activismo estudiantil. “Esperamos que los gobiernos central y estatales tomen medidas estrictas en contra de estas fuerzas antinacionales y antisociales, para salvaguardar el entorno cultural, al no permitir que nuestras instituciones educativas se vuelvan centros de actividad política”, la organización dijo en un reporte emitido el 12 de marzo. Si el gobierno quiso frenar el activismo, sus acciones tuvieron el efecto opuesto.

Fascismo vs. democracia

En las últimas semanas, decenas de miles de estudiantes han realizado protestas en Nueva Delhi y otras ciudades, exigiendo la libertad de sus compañeros y la garantía de los derechos civiles. Los manifestantes acusan al gobierno nacionalista hindú de buscar imponer un estado cuasi-fascista en la democracia más grande del mundo.

Los estudiantes han recibido el respaldo de la comunidad académica internacional. Más de 450 académicos de universidades en todo el mundo—incluyendo Harvard, Columbia, Yale y Cambridge—firmaron una declaración publicada el 16 de febrero en Internet en apoyo a Kumar y los otros estudiantes, y en defensa de la libertad de expresión. “Como profesores, estudiantes y académicos de todo el mundo, estamos mirando con extrema preocupación la situación en JNU” escribieron los firmantes, que incluyeron a egresados de la universidad y académicos de origen hindú. “No podemos guardar silencio mientras nuestros colegas (estudiantes, staff y académicos) resistan la detención ilegal y la suspensión autocrática de los estudiantes”.

También criticaron la represión en JNU, que tiene una larga tradición de activismo izquierdista. Según la declaración, la institución “representa la imaginación vital del espacio de la universidad—una imaginación que abraza el pensamiento crítico, el desacuerdo democrático, el activismo estudiantil, y la pluralidad de las creencias políticas. Es justamente esta imaginación crítica que el actual régimen busca destruir, y sabemos que no es un problema exclusivo de la India”.

También se han sumado a la protesta algunos de los intelectuales más prominentes de la India. Arundhati Roy, novelista ganadora del prestigioso premio Booker y activista ambiental, habló junto con Kumar durante una manifestación el 15 de marzo. “Las personas que llaman antinacionales son los que aman la naturaleza —dijo— Los que se dicen pro-nación son los que están arruinando todo”. Roy fue acusada de sedición en 2010 por su activismo en contra de la construcción de grandes presas en la India. Sin embargo, fue exonerada a fines de 2015, por no cumplir con el requisito de haber “incitado violencia”—un candado impuesto por la Suprema Corte en 1962 para limitar el abuso de la ley, que también fue utilizada en contra de Mahatma Gandhi.

Kumar ha negado los cargos en su contra, e insiste en que su causa es pacífica. “No somos antinacionales” dijo durante la protesta del 15 de marzo, en donde miles de estudiantes marcharon al Parlamento. “Estamos en contra del RSS, no estamos de acuerdo con su nacionalismo”. Las protestas en Nueva Delhi representan un reto mayor para el gobierno de Modi. Como sucedió con Camila Vallejo en Chile, Kumar tiene el potencial de convertirse en un líder nacional y un dolor de cabeza para el gobierno, en un momento en que éste busca volver más competitivo el sistema de educación superior del país. En febrero, el ministro de finanzas, Arun Jaitley, anunció planes de seleccionar 20 universidades (10 públicas y 10 privadas) para convertirlas en “universidades de clase mundial”.

Entre ellas está JNU, que es una de las universidades mejor ranqueadas del país. Sin embargo, para que tal propuesta prospere, el gobierno tendría que ampliar—en vez de reducir—la autonomía de las instituciones.

Hasta ahora, la administración de la universidad parece estar del lado del gobierno. Después de las detenciones, una comisión de alto nivel de la JNU ordenó procesos administrativos en contra de 21 estudiantes. Además, recomendó la expulsión de Kumar y de otros cuatro estudiantes por “violar las normas de la universidad”, aunque los estudiantes dicen que áun no han sido notificados.

El activista estudiantil también ha sido atacado en varias ocasiones—incluyendo por un abogado del gobierno, quien le golpeó cuando acudió a declarar ante el tribunal en febrero. Y tres estudiantes fueron detenidos por la policía, cuando intentaron asaltarlo durante la manifestación del 15 de marzo. También, ha recibido amenazas de muerte, según reportes de prensa locales.

No obstante, Kumar insiste en que no se dejará intimidar. “Vamos a seguir con este movimiento hasta que cumplan nuestras demandas”, dijo durante la marcha multitudinaria la semana pasada. Este movimiento no es para una universidad, la dimisión de un ministro, o una ley. Es un movimiento para salvar la democracia de la India”.


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