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Síndrome del evaluador
Mario Rueda Beltrán
Campus Milenio Núm. 631, pp. 56 [2015-11-05]
 

La motivación para escribir esta nota tiene que ver con la noticia de que a un colega lo bajaron de nivel en la evaluación correspondiente del programa de estímulos a la productividad y al rendimiento del personal académico (PRIDE) y la noticia de que otra colega tuvo problemas con los evaluadores del programa de posgrado que coordina. Estos hechos me hicieron preguntarme si no estábamos en una situación de pandemia, del “síndrome del evaluador”, estado en el que parecen caer la mayor parte de los académicos que asumen este rol. La trasformación es inmediata y quienes lo padecen se convierten en los más acérrimos defensores de todos los criterios establecidos y los que pudieran diseñarse en el futuro, sobre todo si nada tienen que ver con las condiciones particulares de la vida institucional cotidiana.

Efectivamente, la ficción ya nos había advertido de la importancia de la evaluación en todos los ámbitos de la vida social y la necesidad de establecer preferentemente mediante decreto presidencial la creación de un Centro Nacional Único de Evaluación que reuniera a todas las dependencias y organismos que en la actualidad llevan a cabo tal función, para lo cual el gobierno reuniría a los mejores evaluadores del mundo para conformar el sistema de evaluación más perfecto y confiable. Ya uno de los personajes de la novela Evaluador advertía:

… “la competencia y la concentración mental que requería la evaluación, y se mencionaba la gran cantidad y actual dispersión de estas actividades, que habían ido creciendo en virtud del extraordinario desarrollo científico y cultural que se había operado bajo la actual administración; ciertos detalles eran significativos; un sujeto, por ejemplo, podía, con el mismo material, solicitar fondos en diversos organismos: en unos podían rechazar la solicitud en virtud de evaluaciones precisas y en otros aceptarla también en virtud de evaluaciones precisas. Pero, además, no se podía admitir que persistiera la aludida dispersión porque, si las evaluaciones constituían la garantía de un determinado desarrollo cultural, social y aun político, se debía lograr una unidad de criterios que sólo expertísimos evaluadores podrían establecer, por su gran experiencia en diversos campos y por su reconocida y desinteresada entrega a esta fundamental y decisiva labor” (Jitrik: p. 18).

Fortalecer la conciencia

Confieso que cuando leí esta novela me pareció una exageración propia de quien echa al vuelo su imaginación, pero para sorpresa mía, cada vez observo en el entorno académico rasgos muy parecidos a los expuestos ahí. Por ejemplo, en la evaluación de académicos opera con mucha frecuencia la denominada como de “pares” que supone la especialización compartida entre evaluadores y evaluados. No obstante, lo que ocurre con mayor frecuencia es que quienes participan en la valoración son colegas de la misma institución o ajenos a ella que no necesariamente cultivan los mismos temas. Esta situación nuevamente es muy bien descrita en este texto, oficialmente de ficción:

“El profesor Benigno Castorena gruñó una disconformidad particular y, casi emocionado, levantó la mano. El licenciado Sepúlveda lo advirtió y con un gesto lo invitó a hablar: "¿Cómo podré yo evaluar en temas que no son de mi especialidad? Me puede tocar un expediente sólo porque el apellido de su titular empieza con C, pero bien puede ser que yo no esté en condiciones epistemológicas de dar una opinión”. Muchos evaluadores asintieron pero Sepúlveda contrargumentó: "Obviamente se ha previsto esta dificultad; los grupos de evaluadores están integrados considerando áreas disciplinarias de manera que siempre habrá alguien dentro del grupo que podrá resolver su dilema. Además, tendrán tiempo de estudiar los temas o asuntos que ignoren, aun dentro de su especialidad: lo importante es la capacidad de decisión que se les otorga” (Jitrik, 2015: p. 34).

Cualquier parecido con la vida real es mera coincidencia, como dijeran los clásicos.

Hasta ahora el único antídoto que visualizo para atajar el paso a esta pandemia es el fortalecimiento de la conciencia de las comunidades a través de la revisión de las tradiciones disciplinarias empleadas, antes de las políticas actuales para reconocer los trabajos de calidad. El análisis de las prácticas de evaluación vigentes para corroborar su pertinencia en propósitos y logros y el trabajo colegiado que oriente a sus integrantes hacia la recuperación del sentido en la labor realizada, sobre todo del sentido social y el compromiso con el país y sus poblaciones en condiciones más vulnerables.

Esperemos que nunca nos alcance el futuro y se cumpla como profecía la perspectiva planteada por el protagonista:

... "Para nada –le dijo– con este sistema cada grupo evaluador podrá ver toda la historia de un solicitante, todos los pedidos que está haciendo a diferentes instituciones, todos los éxitos o fracasos que tuvo en cada subsidio, beca o designación que obtuvo, todas las candidaturas de que es objeto; en fin, cada caso podrá ser examinado como una totalidad y, por lo tanto, cada resolución tendrá en cuenta las anteriores y el conjunto de su personalidad" (Jitrik, 2015:32).

¿La vacuna tendrá efecto en los evaluadores actuales y futuros?


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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