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La batalla por la desigualdad
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 617, pp. 5 [2015-07-23]
 

La semana anterior se dieron a conocer los datos más recientes de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (Enigh). Una de las fuentes de información estadística más recurrente para conocer cuánto dinero ingresa en los hogares mexicanos, cómo se gasta ese dinero y, desde 2008, en correspondencia con los lineamientos establecidos por el Coneval, consistente para estimar las múltiples dimensiones de la pobreza en el país.

Actualmente, los resultados de la encuesta, casi desde la primera aplicación de la Enigh en 1984, se pueden consultar en la página electrónica del Inegi, con los datos cada vez más desagregados y organizados, aunque todavía no los del 2014. Sin embargo, el acceso a los micro datos no siempre fue sencillo ni directo; las facilidades informáticas y la disposición que hoy tenemos son relativamente recientes.

6Todavía durante los años noventa, la autoridad del sector debía autorizar la disposición de las bases de datos y, por supuesto, el solicitante tenía que justificar amplia y plenamente el uso que le daría a la información. El mecanismo tenía un alto grado de discrecionalidad y siempre estaba latente la posibilidad de negarle el acceso.

Claro, en ese entonces lo público se identificaba con lo gubernamental y éste básicamente con la voluntad presidencial. No existía la ley de transparencia y acceso a la información pública gubernamental. De hecho, apenas en el 2006 el Inegi, con la modificación del apartado B del artículo 26 constitucional, dejó de ser un órgano desconcentrado de Hacienda y se le confirió autonomía técnica y de gestión.

Como se sabe, el nivel de ingresos por concepto de trabajo y otros rubros de ingreso son los principales factores para calcular el índice de Gini. Este último es una medida de la desigualdad que puede estar entre 0 y 1. Si el coeficiente es 0, quiere decir que lo que se está midiendo es perfectamente igual (la desigualdad es nula) y conforme el coeficiente aumenta indicará una desigualdad mayor; si alcanza el 1 será una total desigualdad.

Una de las tablas del Informe sobre Desarrollo Humano 2014 del PNUD (Sostener el Progreso Humano: Reducir vulnerabilidades y construir resiliencia) muestra los valores para el índice de Gini en diferentes países. Ahí se puede apreciar que Suecia y Noruega son los países menos desiguales (valores alrededor de .25). Una buena parte de países de alto desarrollo se sitúan en valores entre .26 y .36. Namibia (.64) y Sudáfrica (.63), a pesar de que están clasificados como países de desarrollo humano medio, presentan los índices más altos de todo el conjunto.

México, en el mismo informe del PNUD, es considerado de alto desarrollo humano y tiene un índice Gini de .47; menor a Brasil (.55), Belice (.53) o Costa Rica (.51) que están en esa misma clasificación. Chile está en el grupo de muy alto desarrollo humano, pero tiene una mayor desigualdad (.52).

El asunto, y por eso la importancia de los datos de la Enigh 2014, es que señala que el coeficiente de Gini para el 2014 fue de .438, un valor ligeramente menor que el obtenido en 2012 (.440). O sea que la desigualdad no aumentó o disminuyó levemente. Sin embargo, también revela el papel de las transferencias en la distribución del ingreso (sean las derivadas de los programas sociales o de las remesas), porque sin esas transferencias el índice de Gini sería de .491.

Le encuesta también destaca múltiples datos que serán útiles para realizar los cálculos correspondientes. Por ejemplo, si la desigualdad disminuye ligeramente, prácticamente no hay variación en la concentración del ingreso: el diez por ciento de los hogares más ricos (decil X) concentra el 35.4 por ciento del total de los ingresos, mientras que el diez por ciento de los hogares más pobres (decil I) solamente el 1.9 por ciento. Esto es, la diferencia entre el ingreso en uno y otros es 19 veces más. (No olvidemos que la Enigh no captura la información sobre los verdaderamente ricos en el país).

La estructura del gasto más o menos conserva la misma distribución que la observada en el 2012. El mayor gasto de los hogares, alrededor de una tercera parte, se realiza en alimentos, bebida y tabaco, después en transporte y comunicaciones (19 por ciento), luego en educación y esparcimiento (14 por ciento) y, al final, en cuidados a la salud (2.5 por ciento), entre otros.

Sin embargo, son notables las diferencias de rubros de gasto por deciles de ingreso: los hogares más pobres (decil I) dedica el 5.6 por ciento a educación y esparcimiento; mientras que los hogares de mayores ingresos (decil X) destina el 20.6 por ciento. En fin, la reducción de la desigualdad seguirá pendiente.


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