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¡Evaluación, Evaluación y Evaluación!
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 612, pp. 11 [2015-06-18]
 

Desde hace unos veinte años, un nutrido grupo de investigadores ha escrito sendas críticas sobre el esquema de evaluación académica aplicado en las instituciones de educación superior. Pero quien impulsa la evaluación ni nos lee, ni nos ve y tampoco nos oye. Y después del desfiguro de la suspensión y la suspensión de la suspensión, de la subordinación de la educación a la política, hay motivo para retomar algunos hilos que han hilvanado el discurso de la evaluación desde la academia.

1. La evaluación ha sido la política educativa fundamental del gobierno desde que dejo de representar al Estado educador. Es una política con la cual pudo tener injerencia en la vida de las instituciones y en las carreras de los académicos para orientar el rumbo hacia los objetivos y metas oficiales, con lo cual limitó la autonomía, que consideró un factor importante de resistencia a sus acciones. El gobierno evaluador se volvió juez y parte.

2. Un primer acercamiento al esquema de sobrevaluación (todo se evalúa) permite sostener que la forma de evaluar ha acarreado efectos nocivos a la academia. Ha tenido un efecto desinstitucionalizador (el debilitamiento de las normas que rigen a las universidades por las reglas que imponen las evaluaciones) que provocó un efecto de desocialización, traducido en individualismo, que se ha reflejado en despolitización de los sujetos y actores universitarios (ver Touraine, 2000).Tal esquema rompió el ethos académico del trabajo colectivo. No ha conseguido eliminar las distancias en las capacidades científicas de las instituciones, porque la república de los indicadores no tiene en cuenta tales diferencias. Parafraseando a Rueda (2011) la evaluación ha servido para controlar, pero no para mejorar.

3. Otras consecuencias de la sobrevaluación son: los rectorados han tenido que diversificar esfuerzos para tratar con múltiples agencias del gobierno y del poder público federal y estatal para lograr mejores presupuestos y apoyos económicos. El resultado ha sido un mayor énfasis en la gestión que en la conducción. También, ha significado un cambio en la correlación de fuerzas entre el gobierno y las universidades, así como al interior de las instituciones a favor de las burocracias.

4. A los académicos nos han jerarquizado a unos y excluido a otros. Ha habido pérdida del sentido de pertenencia y de identidad institucional. Además, el pago por méritos implantó la becarización como forma de reconocimiento y remuneración del trabajo académico, sistema en el cual se funda la deshomologación salarial y una competencia insana.

5. La competencia por puntos para ganar más dinero ha significado ansiedad, tensión, angustia, mayor tiempo de trabajo y culpabilidad por no satisfacer la diversidad de tareas que se exige. Los informes de los académicos demandan prueba de todo lo hecho, una infinidad de papeles probatorios que nadie en su sano juicio puede revisar.

6. La evaluación es una enorme telaraña, un laberinto, que encubre deficiencias. Ésta ha sido impuesta a la cultura académica para que nadie se niegue a someterse a ella, para que se le vea como posibilidad de oportunidades de vida. Penetró al imaginario, se volvió un fetiche y se desalineo dejando ver su cara autoritaria.

7. Todas las evaluaciones que se practican, de resultados, revistas, programas, etc., no pueden ser articuladas en algo coherente de lo cual se pueda aprender para corregir errores o desviaciones. En otras palabras, hay que evaluar pero de otra forma, que nos permita ir adelante académicamente, fuera de la inmediatez política y la competencia ficticia. En unas cuantas palabras, necesitamos:

•Que la evaluación se realice a las instituciones. Ellas deben ser la unidad de análisis que, con base en criterios e indicadores generales, conduzca a la superación de sus académicos en el logro del prestigio y el mejoramiento de la docencia, la investigación, la vinculación con el entorno y la innovación.

•La evaluación debe estar desligada de cualquier incentivo financiero o de remuneración.

•La evaluación de las instituciones debe permitir que se coordine el conjunto de la educación superior mediante un sistema de información que sirva para elaborar y actualizar nuevas políticas educativas.

•La información para evaluar debe ser simple, concentrada para ser analizada y abierta al público. El EXECUM ( estudio exploratorio de las universidades mexicanas) hecho en la UNAM es la mejor muestra de que se puede tener un sistema de información funcional y claro para evaluar a la academia en sus grandes líneas.

¿Cuál es el balance de la evaluación en los últimos 30 años? ¿Nos ha permitido avanzar? Lo cierto es que no podemos seguir como estamos. Es indispensable aprovechar mejor los recursos intelectuales que tenemos y eso requiere que exista un régimen de confianza en los académicos que permita establecer redes y alianzas, recuperar el trabajo colectivo. También, dedicarle más tiempo a la docencia, hacer de lado la simulación, y producir conocimiento original vinculado a reconstruir el tejido social con fines de crecimiento y bienestar económico.


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