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La ciencia como vocación y sus avatares
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 181, pp.5 [2006-06-15]
 

Los recientes cambios en los establecimientos donde se genera el conocimiento científico y en el mundo que los rodea, están provocando situaciones inéditas y dilemas a quienes se dedican a dicha actividad. Según un artículo reciente aparecido en El País, España, escrito por Clemente Älvarez y reproducido en un semanario de la Universidad de Buenos Aires, asistimos a la paradójica situación en que, por un lado, en los países desarrollados nunca había habido tanta gente volcado a la ciencia y la tecnología. Por el otro, sin embargo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala que la carrera científica resulta cada vez menos atractiva, y por tanto, es más difícil atraer a los jóvenes hacia ella. Durante décadas el modelo lineal de la carrera en cuestión consistió en la obtención de la licenciatura, la maestría, el doctorado, uno o dos años de posdoctorado en trabajos no definitivos y, finalmente, un puesto en alguna universidad. Este recorrido, por supuesto, implicaba en muchas ocasiones, plazos muy largos hasta que se lograba obtener una estabilidad laboral. Dicha situación esta siendo puesta en tela de juicio, pues se está demandando la creación de sistemas más abiertos que combinen estancias en la universidad y en los centros de producción.

Uno de los casos más ejemplares de esta nueva realidad es el de los Estados Unidos, que hasta la actualidad se había caracterizado por el sistema del llamado tenure trackmediante el cual los jóvenes académicos conseguían un contrato fijo en alguna universidad luego de pasar un periodo aproximado de cinco años, en el que eran sometidos a continuas evaluaciones de sus labores de investigación. La finalidad de este sistema era estimular a los investigadores en su época más creativa antes de acceder a un puesto permanente. No obstante, lo que está ocurriendo en ese país es que las universidades cuentan cada vez con menos plazas permanentes para investigar y recurren con mayor frecuencia a quienes hacen un postdoctorado. A esta situación ha contribuido de manera significativa el aumento explosivo de la investigación en las ciencias biomédicas, como consecuencia de los avances en la biología molecular y el descifrado del genoma humano. Se está demandando que los estudiantes que realizan sus actividades en los centros de investigación reciban el reconocimiento y las prestaciones necesarias, y que, en su caso, las estancias postdoctorales no duren más de cinco años. También en la Unión Americana se observa que la edad promedio a la que los científicos obtienen su primer proyecto como investigadores principales es ahora de 42 años, cuando hace dos décadas, la mitad de ellos eran menores de 40 años.

El debate actual en los países de la OCDE está entre ofrecer una mayor estabilidad y seguridad a los científicos u optar por una mayor flexibilidad. Si bien hay quienes proponen buscar posiciones intermedias entre estos dos extremos, dado que sin seguridad laboral las actividades de investigación no resultan atractivas y tampoco se quieren ya ofrecer puestos de por vida. En el caso de Alemania, por ejemplo, sólo el 11 por ciento de los doctores se convierten en profesores definitivos, mientras el resto van al sector privado o a los grandes centros de investigación en vez de las universidades. Es interesante observar, además que en los países desarrollados existen diferencias entre quienes se dedican a las actividades científicas y tecnológicas. Las universidades europeas están graduando más doctores en ciencias e ingeniería, aunque las de Estados Unidos ocupa al mayor número de "postdocs", siendo éstos en su mayoría, extranjeros particularmente provenientes de Asia. También el estatus varía de acuerdo a los diferentes países, pues en algunos son considerados como trabajadores con derechos plenos, en tanto que en otros siguen teniendo el estatus de estudiantes. Asimismo, es notable el hecho de que las mujeres obtengan más de la mitad de los títulos universitarios en la mayoría de los países y el porcentaje disminuya al 30 por ciento en las disciplinas científicas y tecnológicas.

Aunque la situación de los jóvenes científicos es muy diferente a la que ocurre en México, no deja de ser importante que este punto se discuta entre la comunidad académica de nuestro país. Vemos con frecuencia que muchos estudiantes que van al extranjero a obtener sus doctorados o a realizar estancias postdoctorales no encuentran empleo a su regreso, viéndose obligados a emigrar o a dedicarse a actividades diferentes a aquellas en las que invirtieron varios años de su vida. Y también, como se mencionó anteriormente, la demanda de puestos de trabajo en investigación, al estar dejando de ser atractiva para los jóvenes de los países desarrollados, tiende a ser cubierta por los talentos provenientes de naciones en desarrollo. En consecuencia, habrá que tomar en cuenta esta situación para cuando se diseñen las nuevas estrategias que busquen promover el desarrollo científico y tecnológico en los próximos años.


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