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Los académicos y la política en la universidad
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 596 [2015-02-19]
 

Una de las cuestiones más relevantes para ser analizadas, en las universidades públicas y autónomas, se refiere a los problemas que enfrentan los académicos. En tales instituciones ocurre una enorme variedad de procesos políticos que afectan sus opiniones y comportamientos de cara a su actividad. Llama la atención que los académicos sientan malestar con la vida institucional y que no actúen para cambiarla.

Actualmente, las relaciones entre los actores universitarios se dan en instituciones donde ha cobrado más fuerza un estilo de conducir y administrar la institución de corte centralista. Se ha construido así por una cultura que favorece la apatía y por la necesidad impuesta por las políticas del gobierno federal y estatal, que demandan ejercer control sobre una estructura universitaria que se volvió bastante compleja y diferenciada en tareas y productos.

La estabilidad institucional se ha basado en una toma de decisiones centralizada para conseguir equilibrios políticos que mantengan la gobernabilidad. Con esta lógica, el grueso de los académicos ha ido quedando, poco a poco, fuera del juego institucional, en algunos casos con una separación notoria de las autoridades. Este despropósito se consiguió por la deshomologación salarial, las formas de evaluación, la individualización del trabajo y la apreciación del mérito basada en “productividad” y puntos, más que en contenido.

Hay malestar con el régimen de trabajo. Los académicos se quejan de la falta de tiempo para todo, porque cada vez tienen que realizar un mayor número de actividades e informes para obtener becas que complementen su retribución monetaria. Publicar, dar clases y dictar conferencias, a la mayor velocidad posible, para no caer en falta y acumular puntos. Pagar para aparecer en Journals extranjeros que luego venden los artículos por internet. Y, finalmente, enfrentar una “evaluación” en la que alguien declara insuficiente el resultado del trabajo. La consigna es crear sentimientos de incumplimiento y culpa en el académico.

El descontento se expresa en un secreto a voces; no se manifiesta públicamente. La despolitización en el campus ha llevado a los académicos a un conformismo funcional: se lamentan, pero no se movilizan, no tienen medios para reclamar colectivamente, ni participan para resolver asuntos que les atañen, porque no los convocan, no tienen tiempo ni corren riesgos laborales.

Recientemente se han hecho encuestas que apenas iluminan el malestar. Voy a dar ejemplos, con datos de investigaciones que siguieron distintas metodologías y universos muestrales, pero que son de lo poco que hay. Señalo lo general, porque entre los académicos existen diferencias por institución, área de conocimiento, lugar y tiempo de trabajo, edad, sexo, categoría y nivel, que requieren de más estudios.

Los datos sugieren que a una mayoría de los académicos no le importa estar informada de lo que pasa en la universidad y poco le interesa lo que ocurre en el plano institucional. No está enterada de las leyes que norman su vida académica, ni de los planes rectorales, o de las medidas que toma la administración central.

En una encuesta nacional aplicada en el 2007-08 (Galáz et al) se destaca que más de la mitad de los académicos piensa que el estilo de gobierno es vertical, 2 de cada 3 mencionaron que no hay una buena comunicación entre la administración y los académicos, y 3 de cada 4, aproximadamente, consideraron que influyen poco o nada en las decisiones de la universidad.

En encuestas aplicadas en dos universidades públicas, que incluyen a académicos de carrera y profesores de asignatura (Dorantes, 2012, Perera y Dorantes, 2013), una mayoría opina que no hay prácticas democráticas y una minoría es la que ha participado en las elecciones de rector. De la información de las dos encuestas se desprende que entre los problemas más agudos de la universidad están el de la organización y el aislamiento de la rectoría frente a la comunidad. Además, se presentan problemas administrativos, porque los trámites de varios tipos son engorrosos y lentos, debido a la burocratización que fomenta el gobierno federal.

Es momento de pensar e instrumentar cambios y ajustes en las universidades públicas, nuevas formas de hacer política que superen la disociación entre autoridades centrales y académicos, establecer un régimen laboral de confianza, para que mejore el ambiente intelectual y el desempeño académico. Los académicos queremos cambios acordados y programados. Quitar obstáculos para que la vida académica no siga deteriorándose mediante la simulación.


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