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Las cifras y los convenios para abatir el rezago educativo
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 567, pp.4 [2014-07-10]
 

El analfabetismo, a estas alturas del siglo XXI ya no debiera ser un problema, pero persiste. Es uno de los grandes pendientes del Estado mexicano con los sectores más vulnerables y tal vez la muestra más reveladora de las fallas de los programas de atención educativa.

La actual administración, como también ha ocurrido en el pasado, se ha planteado atender el problema y hacerlo con la participación específica de otros sectores. No es la primera vez que se recurre a la colaboración explícita; tampoco sería raro que los resultados coincidieran.

Las estadísticas más recientes sobre analfabetismo y rezago educativo muestran que el reto es mayúsculo. Los cálculos del Instituto Nacional de Educación para los Adultos (INEA), dependientes de bases oficiales, son relativamente variables.

Al cierre de diciembre del año pasado, las estimaciones de INEA indicaban que el volumen global de personas mayores de 15 años analfabetas o que no habían concluido la primaria o secundaria (rezago educativo) sumaban 32 millones 92 mil 865. De ese total: 5 milllones 115 mil 854 eran analfabetas; 10 millones 52 mil 846 no habían concluido la primaria; y 16 millones 924 mil 165 no terminaron la secundaria.

Las cifras de este año del INEA, cuando todavía no concluye el año ni se pone en marcha ningún programa especial, muestran una reducción importante sobre las de diciembre de 2013. Ahora el número de personas registradas que no saben leer ni escribir es de 4 millones 795 mil459 y las del rezago total 31 millones 784 mil 016. Esto es, serían 320 mil personas analfabetas menos y 309 mil menos en rezago total.

Sin embargo, respecto de diciembre de 2013, la reducción es de llamar la atención por dos razones. Por una parte, en promedio, en ciclos anteriores, el número de personas alfabetizadas por año son poco más de 100 mil; ahora, en un semestre, van poco más de 300 mil. Por otra parte, respecto de los datos del 2013, aunque la reducción del analfabetismo puede ir a un ritmo mayor que la de quienes concluyen la primaria o secundaria, el primero está incluido en las cifras del rezago, por lo que sus cifras no pueden ser menores a las de este último. ¿Entonces?

La información es del mismo organismo y las bases de cálculo son las mismas. Tal vez el índice de mortandad de la población adulta aumentó repentinamente o alguna de las fuentes es diferente y eso explica las variaciones. Claro, otra posibilidad es el ajuste de las cifras para ir proyectando la reducción. Si los compromisos de la administración son muy puntuales, valdría la pena tener claridad y precisión en las cifras que se alcanzarán.

Las metas comprometidas para el 2018 en el programa institucional del INEA son: disminuir del actual 38 a 33 por ciento el rezago educativo y del 6 al 3.4 por ciento el analfabetismo. En términos absolutos significa que poco más de 5 millones concluirán la primaria o secundaria y 2.5 millones de personas serán alfabetizadas.

Es decir, anualmente, durante los próximos cuatro años, deberán alfabetizarse poco más de 600 mil personas (unas mil 700 diariamente; incluyendo días inhábiles) y más de un millón, también cada año, tendrían que concluir su educación básica que dejaron pendiente. Al mismo tiempo, habría que cuidar que ningún niño o adolescente abandonara la escuela para que no se sumara como nuevo rezago. Nada menos.

La tarea parece difícil, requiere de múltiples y muy variados esfuerzos y por ello parece razonable la campaña que se piensa emprender. Pero tampoco es una novedad. Anteriormente se han celebrado convenios con las propias dependencias gubernamentales y con organismos particulares para que los trabajadores en situación de rezago logren culminar sus estudios. Sin embargo, los resultados han sido francamente modestos.

Lo que ha sido menos frecuente es la participación de organismos particulares como proveedores, no como usuarios, del servicio educativo. En la administración 2000-2006, precisamente cuando se integró el Conevyt y se planteaba abatir el rezago educativo, se firmaron convenios con empresas nacionales y transnacionales, tanto para el desarrollo de software como para infraestructura en comunicaciones. Y, otra vez, los resultados no fueron los que se esperaban.

Recientemente, para la campaña que arrancará en agosto, se anunció la firma de un nuevo convenio entre el INEA y la empresa Microsoft. ¿Ahora será diferente de lo que fue en el pasado? Todo puede ser posible, pero la experiencia no ha sido nada alentadora.

Sin embargo, sin duda, debe atenderse sin demora el impreciso, grave y penoso problema del rezago educativo y requiere la participación de los diferentes sectores.


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